Dom 10.01.2016
rosario

CIUDAD › UNA MUJER DENUNCIó HOMICIDIO CULPOSO POR MALA PRAXIS EN LA MATERNIDAD MARTIN.

La muerte donde debía nacer la vida

Gertrudis Sánchez tiene 35 años, es empleada de casas particulares, y llegó desde Paraguay para concebir un hijo. En abril, después de un embarazo sin complicaciones, parió tras 23 horas de maniobras a un bebé que murió al mes.

› Por Sonia Tessa

Gertrudis Sánchez y Alejandro Romero son pareja hace 19 años. Desde entonces quieren tener un hijo. No podían y en la ciudad donde vivían, Ñeembucú (Pilar), en Paraguay, era imposible acceder a un tratamiento. Hace 15 años llegaron a Rosario. Ella trabaja por hora en casa particulares. El es albañil. Cada centavo lo destinaron a los tratamientos de fertilización que en 2014 resultaron en el tan deseado embarazo. Benjamín crecía sano y fuerte, Gertrudis no faltaba a ningún control. En semana santa del año pasado, la médica del centro de salud Juana Azurduy, de Empalme Graneros, le dijo que empezara a ir directamente a la Maternidad Martin, porque estaba en fecha. El viernes 10 de abril, a las 8 de la mañana, llegaron para el control, sin dolores ni contracciones. Ella tenía presión alta, y la dejaron internada. Sin el resultado de los análisis de orina que confirmara la preclampsia, y sin darle ninguna explicación, empezaron a inducirle el parto. Al poco tiempo, la presión se había normalizado, pero a ella ya le habían puesto la primera dosis de prostaglandina. La ilusión se convirtió pronto en una pesadilla de 23 horas, en la que el personal de la Maternidad desoyó las súplicas de Gertrudis, su comadre Raquel y Alejandro. Gertrudis no dilataba, pedía que le hicieran cesárea. Vomitaba y aguantaba el dolor, después de algunas horas comenzó a tener fiebre. Temprano, a la mañana siguiente, ella percibió que los médicos se alteraron, tanto que la llevaron en ese mismo momento a la sala de parto, sacándole la ropa por el pasillo y maniobrándola en el camino. Las enfermeras le decían: "Mamá, ayudá", pero ella estaba exhausta. Cuando Benjamín nació, con 3,6 kilos, ella no lo escuchó llorar, apenas un quejido imperceptible. Lo llevaron a neo a las 7.30 del 11 de abril. Los ojos negros de Gertrudis se llenan de lágrimas cuando cuenta que ni siquiera la dejaron tenerlo un segundo en brazos. En el parte médico dice que nació "deprimido grave". Durante un mes, Benjamín estuvo internado en neonatología. El 12 de mayo murió. Gertrudis y Alejandro, que planeaban volver a Paraguay con el niño, hoy no quieren irse de Rosario porque, aunque sea, quieren "tener un lugar donde ir a visitarlo". Gertrudis presentó una denuncia por homicidio culposo por mala praxis en la justicia provincial. En diciembre, se constituyó en querellante patrocinada por el Centro de Asistencia Judicial (CAJ).

El equipo interdisciplinario del CAJ que acompaña a Gertrudis está integrado por la abogada Ingrid Plessen, la psicóloga Ivana Tonero y la trabajadora social Cecilia Andreucci. Plessen agregó que la querella también incluyó el "contexto de violencia institucional y obstétrica" que sufrió Gertrudis durante las 24 horas que estuvo internada. A Gertrudis, además, la engañaron. Un médico se presentó como el director del hospital, cuando Alejandro se quejó por el trato recibido. Gertrudis quería que se callara, porque Benjamín estaba en neo, y quería que lo trataran bien. Después de la muerte de su hijo, Gertrudis -ya decidida a hacer la denuncia- fue al hospital a buscar unos papeles y vio a quien se había hecho pasar por el director, en un acto de trabajadores, pidiendo "la renuncia del director". Así supo que ni siquiera la habían dejado acceder a quien entonces estaba en ese cargo, Daniel Crosta. Más tarde pudo hablar con él, y confirmó que la habían engañado.

Pese a lo sufrido, Gertrudis quiere ser justa. "Yo no puedo decir que la Maternidad Martin sea una porquería, porque a mi hijo durante un mes lo trataron como un rey", dice sobre esos días en los que pasó todo el tiempo que le permitieron con Benjamín. "Pretendemos dilucidar quiénes son los responsables", la acompaña Tonero.

Gertrudis recuerda perfectamente que una psicóloga de neonatología le dijo: "Vos tenés que ir a hablar con el director porque tu hijo estaba sano, lo que pasó fue acá". Ella creyó que ya había hablado con el director.

Gertrudis recuerda al milímetro esas 23 horas en la guardia. "Al principio venían cada dos horas a verme, me hacían el monitoreo", recuerda. A las 16 comenzó con dolores de parto. Le dijeron que le iban a hacer una ecografía. "Pero en ningún momento me la hicieron", dice Gertrudis. "Nosotros solamente lo que pedíamos era que me hagan la cesárea". Gertrudis, además, no quería quejarse. Sus amigas le habían dicho: "No te quejes así te tratan bien". Aguantó el dolor sin gritar. Uno de los profesionales le dijo: "Me encanta la cara de sufrimiento porque eso es lo que buscamos". Le decían que había dilatado 1 o 2, no alcanzaba para el parto. A las 22, "rompieron la bolsa", cuenta Gertrudis, y le pusieron otra dosis de prostaglandina. Gertrudis no paraba de vomitar. Todo el tiempo, Alejandro y su comadre la acompañaban. Raquel, que tiene cuatro hijos, comenzó a reclamar. Veía que algo se estaba complicando. A las 22, Gertrudis percibió una expresión de preocupación de un médico. "Uh, no pasó nada, no se rompió totalmente", escuchó que decían. Ahí comenzaron a hacerle goteo con suero y sumaron la oxitocina. El médico le dijo: "Te hacemos el goteo y a las 5 vamos a ver cómo estamos". Habían quitado el monitoreo del bebé. Raquel reclamaba con más fuerza. "Estoy viva gracias a ella", dice Gertrudis sobre su comadre, que empezó a preguntarles a los médicos por qué no hacían una cesárea. A las 6.30, enfrentó a un médico: "Aunque sea revísenla, no le pongan un calmante nada más". A esa hora, entraron tres profesionales. "Oh, acá pasó algo", escuchó decir a uno. "Me llevaron corriendo. Me tiraron el camisón por el pasillo, y yo sentía que me metían la mano, uno de ellos decía 'tengo la cabeza, tengo la cabeza'", recuerda Gertrudis. Un médico le dijo que el bebé estaba bien. Alejandro estaba desesperado, asustado, pero Raquel le dijo que se quedara ahí a ver qué pasaba. "Yo sentí el ardor, que me cortaron", sigue el relato del parto. Tonero agrega: "Ni siquiera esperaron que le hiciera efecto la anestesia raquídea".

Cuando Benjamín nació, Gertrudis supo que algo no estaba bien. "No le escuchaba el llanto, nada, apenas algo bajito, parecía un gato cuando se queja", cuenta. Ella preguntaba: "¿Y el bebé, y el bebé?". Le decían: "Mamá, no hablés". "Ahí yo empecé a temblar y escuché que decían ¿cómo está de presión? Después, el médico me dijo: 'Revivió tu bebé mamá'", sigue el relato. Escuchó una orden para que trajeran la incubadora. "No me acercó mi bebé ni un momento", se quiebra la mujer de 35 años. Ella escuchó que alguien dijo "hablále a la mamá" a una doctora colorada, que fue quien le dijo por primera vez: "Tu bebé está muy grave". Desesperada, ella pidió que le avisaran a su marido. Alejandro sólo atinó a decir: "Si nos hubieran escuchado, esto no pasaba" y ahí fue cuando apareció el falso director.

Alejandro fue a ver al bebé y dos horas después volvió llorando. "Me dijeron que tenés que ir vos porque a lo mejor tu calor lo revive", rememora Gertrudis. Cuando vio a su hijo, percibió que era el que "más aparatos tenía" en toda la neonatología. "No se movía, no abrió los ojos", recuerda. Tonero interviene: el bebé nació con muerte cerebral, se presume que por la asfixia provocada en algún momento de las 23 horas en las que Gertrudis estuvo sin saber qué ni por qué estaban haciendo con ella y su hijo.

Si esta nota no tiene nombres de los responsables es porque eso es, en este momento, objeto de una investigación judicial que deberá dilucidar qué pasó y quiénes fueron los que violaron los derechos de una mujer en una situación de alta vulnerabilidad como es el parto. Además del homicidio culposo por mala praxis, las profesionales del CAJ incluyeron la violencia obstétrica que, para la ley 26485, es "aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales". También la ley nacional 25929, de parto respetado, que todas las instituciones públicas, privadas y de las obras sociales están obligadas a cumplir, especifica distintos derechos, como "ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas", también a "ser tratada con respeto, y de modo individual y personalizado que le garantice la intimidad durante todo el proceso asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales". Entre tantas vulneraciones que sufrió Gertrudis, también se incluye su derecho a "ser considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto" y el que obliga a informarla "sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales".

Gertrudis no quiso presentar la denuncia mientras Benjamín estuvo en neonatología: su prioridad era la atención que recibía su hijo. A mediados de mayo fue a la Fiscalía y contó lo que le había pasado. Empezó a buscar abogado pero era inaccesible un patrocinio privado: le pedían 50 mil pesos. Una de sus patronas le aconsejó que fuera al CAJ. Hoy, Gertrudis escuchó de otras mujeres "que les pasó lo mismo, pero no hicieron nada porque después el bebé salió adelante. Quizás, si mi hijo hubiera vivido, yo tampoco hacía nada". Su único objetivo con la denuncia es "que no vuelva a pasar".

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