CIUDAD › REFLEXIONES A PARTIR DE LA PELíCULA DOS DíAS, UNA NOCHE, DE LOS HERMANOS DARDANNE
Una ocasión para pensar el lugar que tiene en la cotidianidad la estabilidad laboral. El impacto en las subjetividades. La película muestra la transformación de la depresión y la angustia en lucha, a través del encuentro con el prójimo
› Por Silvina Garo *
En el verano, o mejor dicho en las vacaciones, es el mejor momento para dedicarse a leer y a ver aquellas películas que nos quedaron en el tintero cinematográfico, a la espera del momento oportuno. Es el caso de Dos días, una noche (2014) de los hermanos Dardanne, la que me da la ocasión de escribir estas líneas.
Sencillamente, una obra maestra que nos lleva a acompañar a Sandra en esos dos días y una noche en un asunto de vital importancia para ella y que pondrá a la protagonista una mujer caracterizada como depresiva y con una subjetividad vulnerable a enfrentar, con sus precarios recursos simbólicos, una difícil situación: a partir de descubrir que sus compañeros de trabajo van a recibir un bono extra de mil euros a fin de mes a cambio de votar por su despido en la votación del lunes siguiente, acompañada y sostenida como puede por su marido, Sandra visitará uno por uno a sus compañeros para convencerles de que voten por su reinserción, renunciando a los mil euros.
Terrible encrucijada a la que se enfrenta cada uno de ellos, cuando se trata de un respiro económico, de la posibilidad de concretar pequeños proyectos tan largamente ansiados, cuando hay hijos como posibles beneficiarios de la prima. Saber de la injusticia y de la situación de riesgo a la que empujaría a Sandra su decisión, en algunos casos no es suficiente; en otros alcanza el simple conocimiento de los hechos para tomar una decisión decidida, si vale la redundancia. Como el caso de Alfonse, quien, en una situación de inseguridad laboral por estar como personal temporario, decide jugarse por ella.
No es menos terrible y angustioso el lugar que le toca a Sandra. Sabe acerca de la situación económica de sus compañeros, que no es otra que la propia. Además ella, desde su posición melancolizada de indignidad, siente que no existe, que no tiene derecho y además, siente la humillación de tener que pedir. Aún así, alentada por su marido, sostenida en la ingesta cada vez mayor y compulsiva del Xanax, va al encuentro con cada uno, no sin angustia y dando marcha atrás en más de un momento.
La trama es la ocasión para retomar reflexiones y replanteos necesarios acerca del lugar que tiene en la cotidianidad de la vida la estabilidad laboral. El impacto en las subjetividades sean éstas consideradas vulnerables o no.
Sandra, como tantos otros sujetos tomados en las redes del individualismo, del "sálvese quien pueda", tomándose a sí misma como fracaso porque no han podido "rendir", léase ser lo suficientemente eficaces para las necesidades del sistema, atraviesa un proceso de transformación paulatino que daría en llamar el pasaje del otro como prójimo al encuentro con el semejante.
Desde el psicoanálisis discernimos al prójimo como la dimensión de lo diferente, "héteros", lo extranjero o extraño respecto de uno mismo. A tal punto que Freud se pregunta en El malestar en la cultura, si es posible el cumplimiento del mandato "amar al prójimo como a ti mismo" cuando éste se presenta como lo radicalmente ajeno y por lo tanto hostil. Aquello que inevitablemente despierta nuestra agresividad más constitutiva y arcaica. En esa hostilidad hacia lo hétero, depositamos el rechazo al núcleo propio de extimidad que nos habita. Si bien Freud se ocupa de discernir esa dimensión del prójimo, lo diferente, el extranjero, es Lacan quien se encarga de diferenciarlo del otro en términos de 'semejante' quien se constituye como tal fundado en la diferencia propia de toda identificación.
En la película queda a la vista el contexto europeo de ajuste capitalista y una clase obrera que ha perdido el recurso a la organización colectiva y sindical, presa de la lógica del neoliberalismo que deja ver su cinismo cuando pone a los actores sociales en la situación de tener que perjudicar al compañero para obtener una ganancia extra, y a la vez imprescindible.
Sandra, quien también va reencontrándose a su vez con su pareja que la acompaña y sostiene, va visitando a cada uno de sus compañeros de trabajo. Aparece desde el principio la clara muestra de la ausencia de lazos, de un individualismo que por momentos encuentra razones en los cambios de época, justificativos en necesidades económicas, argumentos en discriminaciones raciales y fundamentalmente en el temor a la pérdida del trabajo.
La carencia de la condición de semejante es lo que se va recuperando a partir de esas visitas. Porque los encuentros transcurren en los hogares, en las casas, en la cotidianidad, recurso invalorable para hacer aparecer al otro también con las propias miserias y conflictos de cada uno, lo que en más de un caso permite la identificación con la protagonista, el acercamiento. Se disuelve la distancia y extrañeza al punto de encontrar refugio en Sandra y su marido frente a los maltratos y violencia física sufrida por una compañera.
Lo que en un principio estaba centrado y focalizado en un rasgo como elemento de segregación y exclusión, lo que de alguna manera justificaba votar por su despido esto es su posición depresiva, se va disolviendo en la diversidad de problemáticas y enfrentamientos que estaban latentes en cada uno de los actores comprometidos en la coyuntura.
La película muestra de manera impecable el proceso de transformación de la depresión y la angustia en lucha, pero no sin ese encuentro con el par, el semejante. Fundamentalmente un testimonio más acerca del inexorable detrimento de la subjetividad que implica la precariedad laboral y el desmantelamiento de las redes de lazo social.
Tiempos actuales en los que es indispensable pensar en términos de explotación y de propuestas perversas del pragmatismo patronal. Sin lo cual se tiende, como le pasa a la protagonista, a pensarse, tomando nota de su subjetividad depresiva como la causante de su situación. Lo interesante es cómo las respuestas que va encontrando en algunos compañeros, no sin dejar de sorprenderla, acompaña un proceso de restitución subjetiva a partir de la solidaridad y los efectos que su lucha tiene en los otros.
*Psicoanalista. Docente Facultad de Psicología, UNR.
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