Dom 17.09.2006
rosario

CIUDAD › LA VILLA LOS ANDES, DONDE PRENDIO LA TUBERCULOSIS

El peor de los mundos

Después que dos meses atrás un grupo de chicos contrajera tuberculosis, las condiciones de vida no han mejorado en Travesía y Juan José Paso. El cierre de un comedor y de un centro de salud profundizan las carencias sanitarias de 400 familias.

› Por José Maggi

Las 400 familias que habitan villa Los Andes (o Barrio industrial), en el noroeste de la ciudad, vienen de mal en peor. Hace dos meses un grupo importante de chicos contrajo tuberculosis. Todos iban al Centro Crecer Nº 10 que se emplaza en el corazón de esta barriada pobre delimitada por avenida de la Travesía, Juan José Paso y las vías del ferrocarril. Sospechado por los propios padres -y negado por las autoridades sanitarias como el lugar de contagio-, muchas familias optaron por dejar de enviar a su hijos de entre 2 y 5 años el centro de salud donde recibían además alimentos. No más de diez comen a diario en el lugar, según las propias madres del lugar. Pero para sumar una nueva desgracia, la Nación cerró el único comedor que diariamente daba raciones a 300 personas. Hoy asoma en ese rol la Corriente Clasista y Combativa, manteniendo a duras penas una cocina que funciona solo los fines de semana. Por si fuera poco, en las últimas semanas otro temor sobrevuela el barrio: los vecinos denunciaron que el único centro de salud que mantiene la provincia, en Juan José Paso y las vías, cerrará sus puertas el mes próximo "porque se venció el contrato de alquiler". La última semana la situación hizo eclosión en una -dos veces fallida- reunión con las autoridades sanitarias locales y provinciales y la comisión de salud del Concejo, que debían encontrarse -bajo la mecánica de las sesiones en los barrios- en el Club Reflejos de Génova y Travesía. Pero solo los ediles Alfredo Curi y Juan Rivero fueron de la partida. Y no la pasaron bien.

Juana Carolo tiene 74 años y hace 29 años que vive en el barrio. "Vivimos como los chanchos, cuando llueve me entra el agua hasta la mitad del dormitorio", confiesa con dolor y con bronca. Sobre el Centro Crecer también tiene críticas. "Hoy (por el viernes cuando Rosario/12 recorrió el lugar) no dieron de comer a los chicos, pero no se porqué. Parece que por el festejo que tuvieron al mediodía por los cuatro años que cumplió el coordinador que esta ahora, que se disfrazó de payaso y les repartía torta al personal, pero los chicos no comieron. Acá se taparon todos los casos de tuberculosis que había en el Crecer, y si no hubiese sido por las madres que se movieron y llevaron a los chicos al Centro de Salud Nº 47, nunca se hubiese sabido nada".

Pero las críticas no tienen una sola dirección, sino varias. Marta Aballay le apunta a la Nación "porque hasta hace ocho meses tenía el comedor del barrio por el FORPAR, donde comieron 300 chicos durante casi tres años. En ese tiempo me dieron la plata para comprar los materiales asi que construí el salón comedor pegado a mi casa como me dijo el arquitecto. Pero resulta que al mes siguiente me lo cerraron porque dijeron que no podía funcionar en una casa de familia. No entiendo, ahora no quedo ningún comedor en el barrio". Mientras "no más de diez pibes menores de cinco años lo hacen en el Centro Crecer" asegura Mirta. Miriam tiene ocho hijos, que hasta hace pocos tiempo almorzaban en el Crecer, "Pero no los mando más porque tengo miedo que se contagien".

Hugo Centurión tiene 24 años, es vecino del barrio y tiene un chiquito de 4 años discapacitado que se contagió de tuberculosis. Su padre está convencido que fue a través de la maestra en el centro Crecer, pero las autoridades lo niegan de plano. "Parece increíble, pero tenemos chicos con tuberculosis, HIV, desnutridos, pibes que se drogan en cada esquina, abuelos que vienen a retirar la única comida del día, muchos en estado depresivo, en total abandono... y cierran el comedor. Acá hay un abandono de persona tanto del Estado nacional, provincial como municipal, eso está claro: tanto en el tema alimentario como en la salud". El único comedor que funciona lo hace los viernes y sábado, con presupuesto para cien bocas, y que gracias al esfuerzo de un docena de mujeres lo hacen alcanzar para 300. Marta Avallay es madre de otro de los chiquitos contagiados de TBC y se queja porque como consecuencia de los reiterados paros no le dan los medicamentos diariamente a su hijo. Y cuando los consigo y se los doy lo vomita, y no me encuentra solución".

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