CULTURA / ESPECTáCULOS
› Por Leandro Arteaga
Tal vez no sea el mejor ejemplo de su filmografía, pero Desde mi cielo permite reconocer y pensar varios de los elementos recurrentes dentro de la obra del realizador neozelandés Peter Jackson. Como si se trazara un puente, el último de sus films devuelve la atención sobre el mejor de sus títulos: Criaturas celestiales (1994) abordaba también el tema de la muerte o, mejor dicho, el de la muerte cruel. Sin ahorrar turbiedad, aquel film propuso un tour de force pesadillesco, cuyo desenlace
-conocido de antemano por el espectador se alimentaba a su vez de un miedo todavía mayor: la mismísima sombra de Orson Welles.
Cuando Criaturas celestiales se estrenó el nombre de Jackson resultó, para muchos, un descubrimiento. Mientras tanto, otros más atentos, ya conocían su obra. Desde una marginalidad total, tanto en lo presupuestario como en lo temático, Jackson se cultivó como cineasta desde un demente primer largometraje que, si se afina el recuerdo, tuvo exhibición en nuestro país: Mal gusto (1987) daba cuenta de la más asquerosa y berreta invasión extraterrestre. Un desquicio que, si se lo piensa, no se encuentra tan alejado de uno de los mejores films de la temporada pasada, producido nada es casualidad por el propio Jackson: Sector 9, de Neill Blomkamp.
Características que sabrán encontrar un justo continuará en la igualmente desquiciada, con muñecos en clave -muppets noir-, El mundo de los Feebles (1989). Pero lo siguiente fue todavía mejor. Muertos de miedo (1992) es una de las mejores comedias negras de todos los tiempos: familiares muertos vivos deben ser aniquilados hasta la última tripa. La escena de la golpiza al bebé zombie en plena plazoleta de juegos y familias es única.
Después, la cristalización oscura que supone Criaturas celestiales. Luego, otra comedia negra y de buen gusto: Muertos de miedo (cuidado al rastrearla, porque no es Braindead, sino un tonto descuido de traducción para The Frighteners, 1996), que supiera rescatar en un papel secundario al gran John Astin (Homero Addams, en la serie televisiva), como uno de los fantasmas a sueldo del detective paranormal interpretado por Michael Fox. A partir de allí, el éxito descomunal y oscarizado de la trilogía El Señor de los Anillos, más la actualización del mito King Kong.
Desde mi cielo aparece como una buena oportunidad para el repaso de Peter Jackson y una obra que, por lo visto, oscila entre la artesanía marginal (ya perdida, quizá añorada) y la megalomanía, a veces tiránica, de los grandes presupuestos. Síntoma que, justamente, parece expresar su último film.
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