En líneas generales, al atravesar la pampa sojera no se ven grandes masas arbóreas, a lo sumo cortinas de casuarinas y algunos montecitos de varias especies en medio de los cultivos, como islotes. Por mi experiencia de andar haciendo mesuras en zonas rurales sé que la gente que trabaja en el campo y vive en las ciudades las llama "taperitas". Se trata de pequeñas arboledas que, casi siempre, guardan todavía en su enmarañado corazón los restos de una casa que fuera habitada por chacareros inmigrantes, ancestros del informante. Algunas veces en estas taperitas se ve algún árbol autóctono, de los que ya no estamos acostumbrados a ver, pero la mayoría de las veces los montecitos están conformados por palmeras, paraísos, álamos, eucaliptos, cipreses y demás especies exóticas. Alisos y ceibos que colonizan el territorio arcilloso hay al borde de los ríos. La vegetación arcillosa de las márgenes del Carcarañá, por ejemplo, es mayormente exótica y ha sido cultivada con fines decorativos, incluso en áreas como Villa la Ribera, y no por especialistas en plantas sino por arquitectos, en el mejor de los casos, cuando no por abogados amantes de la naturaleza disciplinada de los jardines.

(Eugenio Previgliano, La tierra perdurable, páginas 42 y 43)