CULTURA / ESPECTáCULOS
› Por Angélica Gorodischer
"(...) Mi casa, si a esto puede llamársele casa, es amplia, confortable y oscura. Si tomara mujer, me dicen, sería luminosa. No sé lo que quiere decir esto pero sí sé que tomar una mujer abdassi está lejos de mis intenciones y haber traído conmigo a Lady Ruthelmayer hubiera sido impropio por más de una razón. ¿Dice usted que esto es un perverso galimatías? Por cierto que lo es: condenado estoy a la noche, cosa que no me disgusta del todo, teniendo en cuenta la presencia ubicua del sol asesino allá afuera sobre las arenas. Lo condeno a usted a las tinieblas de la ignorancia pero sólo por ahora: si bien yo no conseguiré la luz que necesito para leer, afeitarme, escribir, y tengo que procurármela con las velas traídas de Londres, usted irá disipando las sombras a medida que lea mis cartas. (...) Y le diré más aun: cuando esos horribles animales que no son elefantes ni son camellos pero que participan de las incomodidades que proporcionan los andares de ambos, lo dejan a uno a la entrada de la ciudad, todo lo que uno ve, boquiabierto y con el pulso acelerado por la sorpresa, es una nube (...).
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