¿Se acuerda, lector, de “la bolsa de las compras”? Esa con la que su mamá, su abuela, su tía, partían de caza, y no volvían hasta que la bolsa estaba llena de maravillosos tesoros de carne, pollo, leche, huevos, galletitas, fiambre, aceitunas..., todas maravillas destinadas a acallar los aullidos feroces de los estómagos familiares, transformadas en milanesas, albóndigas, tortillas, buñuelos, sopas, ensaladas, pasteles, usted sabrá.

Y esas cosas se adquirían en almacenes, y se pagaban una vez por mes, el día siguiente al cobro de sueldos, al contado, luego de haber sido cuidadosamente anotadas en “la libreta” del almacenero, su arma más preciada.

¡Qué cosa el pasado, lector! De pronto, supermercados en los que la caza era simple, el pago era con tarjetas, y las bolsas eran... de nylon... Y la abuela, la tía, la vecina reemplazaban la calle por la góndola como sitio de reunión. Y de pronto la política fue reemplazada por “¿dónde está el arroz?” como tema de polémica. Y de pronto, abuelas, tías, tiabuelas, vecinas, madrinas, padrinas, golondrinas, todas de aquí para allá, viendo dónde era más barato el azafrán importado de Bielorrusia, condimento imprescindible en la mesa de los argentinos. Y la tiabuela y la buetía corrían de aquí para allá, sin “la bolsa de las compras”, ya que las bolsitas de nylon son gratis.

Pero... ¡todo vuelve, lector, todo vuelve! Y resulta que ahora los supermercados han adquirido de pronto conciencia ecológica, y se dieron cuenta de que las bolsitas de nylon son dañinas para la biósfera, los animales y los bolsillos, así que convocaron a todas las tiabuelas y les dijeron: ¡Doña Juana, doña Inés, doña Rosarosalamaravillosa, doña Blancayradiante, doña Michelle Mabel, agarren sus bolsas y ¡al ataque!!

Sí, no les van a dar más bolsitas de nylon, al menos ¡no gratis!

Y nosotros, hacemos chistes, sin bolsita.

Hasta la semana que viene, lector.