¡Guau, y reguau!, ¡cómo cambió todo! ¡La Policía Metropolitana parece el casting de una de terror! ¿Quién será el jefe, el que te pincha los teléfonos o el que encubre los atentados? (¿o son la misma persona?) ¡Los supuestos encargados de nuestra seguridad son los que nos dan miedo! Como en esas películas en que la asustada víctima le dice al sospechoso: “¡Váyase o llamo a la policía!”, y el malo le responde, con esa voz única de los malos cuando dicen este tipo de cosas: “Yo... soy la policía”.

Y ahora, los famosos se hacen cargo de la seguridad, o de la inseguridad, y dicen que ¡así no se puede vivir! ¡Y tienen razón! ¡Nuestros queridos famosos, nuestros faranduleros de la primera hora, esos que en el menemismo mostraban sus mansiones sin miedo a los ladrones de la AFIP... ahora son víctimas de una campaña sin precedentes!... A la hora de la banalidad, del sinsentido y de la pavada, los noticieros , que antes eran serios, o al menos trataban de no ser ridículos, o al menos trataban de que no se notase... demasiado... ¡les están haciendo la competencia a la hora de hacer chow, de mostrar en exclusiva y en cámara lenta, en regodearse con la violencia (que nadie niega, pero esto es otra cosa), quitándoles parte, sino tooodo el rating a nuestras figuras señeras de la pavada vernácula!

Así no se puede... ahora no se sabe dónde termina el noticiero y empieza el show, dónde termina el show y empieza el periodismo, dónde termina la papada y empieza la cara, dónde termina la cara y empieza el botox!

Por eso, nosotros nos hacemos eco de esta verdadera farandulización de la noticia, y... ¿¡qué vamos a hacer nosotros!? Les presentamos nuestro suplemento, en primicia exclusiva.

Hasta la semana que viene, lector.