› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Qué nos cuenta? La verdad es que esta semana nos metimos con un tema complicado, porque había que meterse, porque si uno no se mete con él, él se mete con uno, y cuando él se mete con uno, es agresivo, violento, decididamente nefasto.
Estamos hablando del acoso, de la insistente burla, acompañada muchas veces de violencia, repetida, contra otro, por el hecho de ser... diferente. En las escuelas se lo suele llamar bullying, o quizá tenga otros nombres, pero todos –lamentablemente– sabemos lo que es.
El gordito, el de anteojos, el triste, el hincha de Deportivo Pedorro, el nerd, el fóbico, el bajito, el muy flaquito, el que tiene la nariz más grande, más chica, más ancha. El de padres separados, el único de padres no separados, el dientudo, el que repitió de grado, el nerd, el que huele distinto, el que se traba al hablar. El que se sabe de memoria las formaciones de los equipos de fútbol de 1942, el que se chupa el dedo, la del aparato de ortodoncia, la pecosa, la de las trencitas, la petisa, la lunga. El gay. El que “parece algo”. El judío. El musulmán. El agnóstico. El psicoanalizado. El que hace dieta. El tímido. El acelerado.
Todos, todas, pueden ser blanco de las burlas de sus iguales. Manera rara de adquirir identidad grupal, a través de señalar al que no pertenece. Y culparlo, y castigarlo.
Fuera de la escuela, el acoso sigue. Puede ser sexual, de género, económico, religioso, empresarial, geopolítico.
Ni los humoristas estamos exentos. Nunca fuimos mayoría (ni siquiera cuando estamos solos), siempre marcando los absurdos, más de una vez... los humoristas son víctimas del bullying por parte de aquellos que no se animan a reírse de sí mismos, que no toleran que alguien, desde otro lugar, les marque cierta ridiculez que todos, hasta los más solemnes, y sobre todo los más solemnes, tenemos, nos guste o no.
“No sería socio de un club que aceptara socios como yo”, decía Groucho Marx, y sabía de lo que hablaba. La exclusión.
Me dirán que el bullying no es sólo exclusión, y tendrán razón: la violencia es otra cosa, pero también es exclusión.
Me dirán que el tema es demasiado grave para tratarlo en un suplemento de humor. Responderemos que porque es demasiado grave no podemos ni queremos no tratarlo. Mostrarlo, mostrar sus absurdos.
Nos vemos la semana que viene, lector.
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