› Por Rudy
¿Cómo va eso, lector? Usted me preguntará, ¿qué es exactamente “eso”? Pero, querido lector, ¡es obvio! “Eso” es “ eso”, o sea, lo que no es “esto” ni aquello” ni “lo de más allá” ni “algún lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”. Es como si alguien le dijera “Yo tomo para olvidar” y usted le preguntara “¿De qué te querés olvidar?” y le respondieran “No sé, ya me olvidé”.
Así se construyen las conversaciones cotidianas, lector, esas que hacen la vida más amable, o al menos más anodina, que permiten que un filósofo diga: “La vida fluye, es como el agua” (o sea insípida, incolora e inodora). O que hace algunas décadas, hace ya más de 50 años, se impusiera ese tema que dice “Qué nos sucede vida que, últimamente, ya discutimos por pequeñeces , y todo aquello que hasta ayer nos quemaba, hoy la rutina ya le dio sabor a nada”.
¿Se acuerda, lector? Si tiene usted más de 55, la escuchó por ese cantante luego devenido empresario, político, gobernador, candidato a vice y... si es usted más joven, quizá escuchó la versión de Vicentico, o alguna otra. Pero fue, y quizá vuelva a serlo, un hit, y es un clásico.
Pero no vamos a hablar aquí de lo anodina que puede ser la vida (ya que también puede ser divertidísima, gozosa y juguetona, depende del día, la coyuntura, la circunstancia, la neurosis, la meteorología y otras variables que no recordamos). Sí, digamos, en todo caso, que estamos, como todos los años, a fines de enero.
Y a fines de enero suele pasar que se viene febrero. Y capaz que usted vuelve de sus vacaciones, o se va de vacaciones, o las dos cosas, o ninguna de las dos. O que esté usted pasando mucho calor, o frío (nuestros lectores del otro hemisferio), lluvias, sequías, brisas: por suerte tenemos lectores en todo el universo, incluidos algunos Alfacentaurinos, Tritones, Emoticones, Veganos y Eteceterales.
Pero si vive usted cerquita de acá y tiene niños en edad escolar, entonces, entonces... usted está viviendo una situación muy especial.
Porque es posible que usted haya tenido que inscribir a sus hijos por Internet, con el nuevo sistema Mauribook, que seguramente le respondió con un mensaje en el que decía:
“Queremos informarle que su inscripción ha sido realizada con éxito. Por motivos ajenos a nuestra idoneidad, se le ha adjudicado una vacante en Mataderos a su hija mayor, en Parque Saavedra al del medio y en Recoleta a la más pequeña. Como usted dice vivir en Caballito, nos parece justo porque las tres escuelas están igualmente lejos de su domicilio, de modo que no hemos privilegiado a ninguno de sus hijos por sobre los otros.
Con el mismo criterio, le hemos adjudicado al mayor una vacante por la mañana, al del medio por la tarde y a la más pequeña, por la noche, de manera que usted tenga tiempo de llevar a uno y a otro en distintos momentos del día.
Si usted cree que su horario de trabajo no le permitirá llevar a sus hijos, sólo avísenos y le prometemos hacer todo nuestro esfuerzo para lograr que lo despidan, así tendrá usted tiempo libre para dedicarse a la educación de sus pequeños.
En caso de desear usted que los tres chicos vayan a la misma escuela, en el mismo turno, y que ésta esté ubicada cerca de su propio domicilio, queremos recordarle que somos humanos, no podemos hacer milagros, y que nuestra gestión es resultado de un acto electoral en el que hemos sido elegidos con su propio voto, o el de sus vecinos, amigos o contertulios.
No obstante, ante cualquier duda, consulte su médico.
Le solicitamos que confirme usted la aceptación de las vacantes haciendo click en la opción que dice ‘Grande, Mauri’, de color amarillo. En caso de no aceptarlas, queda usted librado a su propia capacidad de obtener y pagar vacantes, pero no diga que nuestro gobierno no ha hecho todo lo neoliberalmente posible para ayudarlo. Gracias. Este mensaje le será facturado en su próxima boleta de impuestos de la ciudad”
O quizá no recibió usted una respuesta de esta calaña, sino una mucho más cordial y eficiente. O ninguna. O varias, contradictorias entre sí. Así va la vida.
Pero al caos internético que ha poblado como nunca las escuelas de nuestra querida Ciudad Autónoma, actualmente además Capital de la República, se le suma un nuevo fenómeno que, seguramente (ojalá que no, pero ...) podremos ver este año, en todos los barrios, o al menos en los más humildes de esta urbe cosmopolita: “Las escuelas container”.
¡Yes, sí, oui! Ante la falta de aulas para cubrir todas esas vacantes que Internet nos legó, la idea que aparece es: “¿Y si metemos a los pibes en unos containers y capaz que ahí aprenden algo?”.
Creíamos que ya no nos iban a sorprender, y ¡Mauri lo hizo!
Y de eso, lector, de eso mismo, se trata este suplemento. Ojalá lo lea usted hoy, en su casa o en sus vacaciones, en la playa, la sierra, la terraza o la vereda. Pero no en un container.
Hasta la semana que viene.
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