› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? Sí, ya sé que hace una semana le pregunté lo mismo y que, de hecho, se lo pregunto casi todas las semanas. Pero le aseguro que no es por rutinario, repetitivo, rumiante ni obsesivo. Tampoco es porque no tenga otra cosa que preguntarle (se me ocurren mil preguntas para hacerle, muchas de las cuales me resolverían dudas existenciales en caso de que usted las quisiera responder, claro).
No, lector, no es nada de eso. Se lo pregunto simplemente porque me interesa saber cómo le va, cómo anda. Y se lo pregunto semana a semana, porque creo que cada semana (de hecho cada día, cada hora, cada minuto) a usted le puede ir distinto, puede andar de otra manera. Y además lo hago con la esperanza de que a usted esta semana le vaya mejor que la anterior y peor que la que viene. Así de optimistas estamos.
¡Mire, esta semana estamos más optimistas que Mauricio diciendo piropos!
Y creo que usted ya lo sabe: no es porque estemos en abril. Fíjese que en estos días se recuerdan dos eventos que no deberían haber ocurrido nunca: la Shoá (el genocidio nazi durante la primera mitad de la década de 1940), que causó más de 20 millones de víctimas, 6 millones de las cuales eran judíos. Y el genocidio de 1915 en el que fueron asesinados más de un millón y medio de armenios, y que aún no ha sido reconocido oficialmente por los victimarios.
Y está bueno que lo recordemos. Usted ya lo sabe, lector: más de una vez nos toca, en esta columna, en este suplemento, hablar de hechos que preferiríamos que jamás hubieran pasado.
Y seguimos, mire usted, hablando del tiempo. Y hace unos pocos días falleció un escritor que podríamos decir que “marcó una época”. Nos estamos refiriendo, usted ya lo sabe, a Gabriel García Márquez.
Y también sabe, lector, que muchas de sus obras tienen que ver, al menos en sus títulos, con el tiempo (Cien años de soledad, La mala hora), o con el fin de los tiempos (Crónica de una muerte anunciada, Los funerales de la Mamá Grande), o con el transcurso del tiempo (Vivir para contarlo, El otoño del patriarca).
Bueno –me dirá usted–, así es muy fácil. ¡Cualquier cosa, cualquier texto, cualquier acto, puede remitirse al tiempo! Y como siempre tendrá usted razón, lector. Porque usted ya lo sabe, desde siempre, desde hace 27 años (no de soledad, claro) nuestro lema es: “El lector siempre tiene razón”.
Pero este suplemento no es sobre García Márquez. Porque creemos que nuestro lector ya lo conoce. Y si no lo conoce aún, está a tiempo de hacerlo a través de su obra, sus libros, sus testimonios, sus entrevistas y de hecho le recomendamos hacerlo. Ese sería, para nosotros, el homenaje.
Pero, obvio es decirlo, cuando alguien prestigioso, reconocido, ganador de un Premio Nobel, una persona con el peso (incluso político) de García Márquez fallece, nada queda donde estaba. Se pone en movimiento “La Homenajeadora”.
Y entonces, durante un tiempo, todos son, somos, seremos, algo de Gabo. Y no faltarán los testimonios.
“Recuerdo cuando mi tía Eulalia salió del baño con un ejemplar de El otoño del patriarca. Nunca la había visto así. Aún tengo esa imagen en mi retina. Así fue que conocí a García Márquez” (Juno, de Villadura).
“Una vez, estando en la Feria del Libro, sentí la necesidad urgente de ir al baño. Y no me lo va a creer, pero... ¡al lado mío había un hombre que tenía en su axila un ejemplar de Cien años de soledad!” (Pero, de Remediantes).
“Hace cuarenta años, un muchacho, no demasiado lindo ni demasiado prolijo, se me acercó y me dijo: ‘¿Sabés una cosa? Vos tenés ojos de perro azul’. ¡Hoy en día es mi marido!” (Lina, de Pronto).
“Estaba yo de gira presentando mi nuevo disco, ¡y pasé a unos 300 kilómetros de Aracataca! ¡Qué cerca estuve de García Márquez” (Luisito, de Campofucsia).
“Conocí a mi esposa leyendo Cien años de soledad. Cuando nos casamos, un testigo tenía en sus manos El amor en los tiempos del cólera. En el juicio de divorcio, varios años después, su abogado estaba leyendo Crónica de una muerte anunciada” (Pepo, de Perequeteque).
Y algunos medios repetirán y replicarán éstos y otros testimonios, a la espera de alguna noticia sobre la seguridad, los miedos, los fantasmas, una nueva vacuna contra la memoria, un nueva unión política de cara a las elecciones de hace treinta años (cuando quizás eran creíbles, o desconocidos, o ambas cosas). Y otros recordarán la vida y obra de García Márquez con respeto, cariño y/o admiración.
Y nosotros esta vez queremos, en el contexto de este suplemento, “homenajear a los homenajes”, haciendo lo que nos gusta y esperemos le gusten a usted: chistes.
Hasta la semana que viene, lector.
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