› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Está usted piantao, piantao, piantao, y no ve que va la luna rodando por Callao? ¿O está en un cafetín de Buenos Aires, donde ella le dice, en un adiós de azúcar y de hiel, “lo nuestro terminó” (como si fueran Carrió y Pino)? ¿Y usted recuerda su desdén, la evoca sin razón y la escucha aunque no esté?
¿O está usted un poco enojado, porque su médico le dijo: “¡¿Qué querés, Cipriano, ya no das más jugo, son cincuenta abriles que encima llevás?!, junto con el pelo que fugó del mate, se te fue la pinta que no volverá; dejá las pebetas para los muchachos, esos platos fuertes no son para vos, ¡Piantá del sereno y andá pa’ la cama, que si no mañana, andás con la tos!” Y aunque le digan “sosegate que ya es tiempo de archivar tus ilusiones con esa pinta e’ mateo, desalquilado y tristón. Enfundá la mandolina que no estás pa’ serenatas”. Usted se siente un pebete para quien no pasó el tiempo del firulete. Por más que el malevaje extrañao lo mire sin comprender, usted sigue buscando lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias.
Usted sabe, lector, que nosotros somos zorros viejos y lo queremos bien. Que cada vez que lo volvemos a ver, sábado a sábado, no hay penas ni olvido. Que tenemos el alma inquieta de un gorrión sentimental, y por eso esta mañana le pedimos perdón si al evocarlo se nos pianta un lagrimón.
Usted sabe, lector, que lo queremos, así sea un burro o un gran profesor, sea usted cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.
Usted sabe que aunque el sol del veinticinco venga asomando, aunque garúe, aunque den ganas de llorar en esta tarde gris, aunque las sombras implacables que habitan en la noche pregunten y pregunten, que aunque estemos desorientados y no sepamos qué trole hay que tomar, para seguir, jamás lo vamos a mirar como con bronca y junando, como abrazado un rencor, ni le vamos a pedir que salde en la cuenta de algún otario la deuda chica que quizá sin querer se nos haya escapado.
Usted sabe que nunca vamos a jugar con usted como juega el gato maula con el mísero ratón, ni vamos a ser de esos amigos que no vienen ni siquiera a visitarlo, y mucho menos vamos a volver una noche, con la frente marchita, a decirle “mentira mentira”, mientras usted, frente al mar, frente a Dios, nos ofrece un último café y piensa que hoy vamos a entrar en su pasado.
Tampoco vamos a ser una percanta, y lo vamos a amurar en lo mejor de su vida, dejándole el alma herida y espinas en el corazón. Ni en seis meses le vamos a comer el mercadito, la casilla de la feria, la ganchera, el mostrador. Jamás le diríamos que está usted fané o descangayado, ni cantaríamos “¡Araca victoria!” si se llegara a ir con otro suplemento de humor y nos dejara solos, tristes y abandonados.
Lector, hoy lo evocamos, y vemos que ha sido un compañero noble y leal. Nos importa lo que ha hecho, lo que hace y lo que hará. No lo vemos de afuera como a esas cosas que nunca se alcanzan, sino que creemos que de usted podemos aprender filosofía (aunque por cierto no es usted lo único en la vida que nos recuerda a nuestra madre).
Sabemos que nos puede leer usted recostado en la vidriera, en San Juan y Boedo antiguo, o en la esquina de Corrientes y Esmeralda, donde cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel, o un bulín de la calle Ayacucho, en un cuartito azul, en una casa que tenía una reja pintada con quejas y penas de amor, en un bar, mientras espera que el mozo le traiga un café con leche y una ensaimada, mientras fumando espera al hombre que la quiera, o en Moscú cubierta de nieve, donde los lobos (no los fondos buitre, eh, los lobos) aúllan de hambre, y Olga... no vendrá porque rumbo a Siberia, mañana, parte la caravana...
Quizás esté usted interesado por la política, y se pregunta por qué en la misma alianza “mezclao con Stavisky van Don Bosco y la Mignón, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”, pero usted sabe que la vida se nos ha mezclao, igual que en la vereda irrespetuosa de los cambalaches, y que usted no puede, como ayer, votar sin presentir, y que si los veinte abriles lo llevaron lejos, hoy adivina el parpadeo y sabe que las rubias de New York son deliciosas criaturas perfumadas, pero de esas que hoy dan un juramento y mañana una traición. Entonces usted prefiera a la morocha, la más renombrada de esta población.
Usted se preguntará, lector, a qué viene tanta letra de tango junta. En esta columna donde en general hablamos sobre el tiempo, el espacio, la actualidad, y todo eso de lo que sabemos tan poco y nos equivocamos tanto. La explicación es más que simple. O sea, complicada. O quizá, no.
Digamos que, en estos días, en estas semanas, se esta desarrollando en Buenos Aires una nueva versión del Campeonato Mundial de Tango. Digamos que se han juntado y están compitiendo taitas, guapos, papusas y paicas, Margots que ya no son más Margaritas, Estercitas que las llaman milonguitas, Madames Ivonnes, Jacintos Chiclanas, de todo el planeta, sin distinción de continente, raza, etnia u origen, para competir bailando tango.
Digamos que nosotros, los que hacemos SátiraI12, sabemos que jamás ganaríamos otra cosa que un buen par de pisotones, si nos pusiéramos a competir. Pero, que si nos ponemos a hacer chistes, tal vez consigamos que, lector, nos acompañe en esta selecta pieza que se está interpretando.
Hasta la semana que viene.
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