› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, qué dice, qué cuenta, qué imagina, qué proyecta? ¿Cómo vivió ésta que vendría a ser “la última semana del año”? Ah, ¿dice usted que faltan dos semanas todavía? Es cierto... no se lo vamos a negar, pero... ¿esas dos semanas es como si no fueran parte del año, no?
Quiero decir, estamos entrando hoy, sábado 20, en esa parte del año que dura –digamos– hasta el 3 de enero, y que no se sabe si son de este año o del año que viene, llamado popularmente “las Fiestas”. Digamos que el 2014 terminó hoy, y que el 2015 empieza dentro de dos semanas. ¿Y en el medio? ¡Las Fiestas!
Son dos semanas en las que pasan las mismas cosas que en el resto: los seres nacen, crecen, se reproducen y mueren..., hay quien se conoce, quien se reconoce y quien se desconoce. Quien se enamora, quien se hace amigo en feisbuk, quien se casa igualitariamente y quien se separa...
Pero no importa lo que pase, porque por arriba de todo eso... ¡las Fiestas! Un reino particular, que no tiene espacio propio, pero tiene una clara delimitación en el tiempo, lo que podríamos decir las ubica en cierta dimensión.
Las Fiestas se dan en todo el mundo, o al menos todo el mundo sabe que se dan. Algunos levantan su copa con alegría, otros con sidra o champagne, o soda. Hay quien levanta la copa de otro, y quien dice: “Gracias, no brindo” en rara abstinencia coyuntural, militante, melancólica o idiopática (o sea, de origen desconocido).
Porque las Fiestas son el momento en el que las copas no solamente se levantan sino que además se chocan, sin romperse..., claro. Y en ese chocar se pone en juego el deseo. El más profundo, o el más hipócrita, el más solidario y universal, o el más narcisista. Alguna vez llegué a escuchar, en un brindis, a una dama, algo egoísta ella, que levantaba su copa frente a todo su familia y amigos y decía: “¡Por que a mí me vaya bien!” en meritorio discurso sincericida, en el que confesaba que, en tanto ella estuviera bien, el resto de los presentes, ausentes y televidentes le importaban menos que un rabanito, un bledo o un comino, ni qué hablar de la sumatoria de esos objetos. Podemos inaginar algunos brindis:
“¡Por el Apocalipsis!” (Lilita C.)
“¡Por que nos dejemos de robar por dos años!” (Rubén B.)
“¡Por que a mí me vaya mejor que a mi papá!” (Mauricio)
“¡Por los tipos espectaculares!” (Jaime D. B.)
“¡Por que se me ocurra alguna idea!” (Sergio M.)
¡Por Argen y por Tina! (Ricardito A.)
Por el triunfo de Capriles en las próximas elecciones (Hermes B.)
¡Por mi triunfo maravilloso en las elecciones del 2009! ¡Brindame, brindate! (Francisco D. N.)
¡Por que la izquierda pueda seguir haciendo picnics hasta la victoria! (Jorge A.)
¡Por que vuelvan los lentos! (Fernando de R.)
“¡Por que suba, suba, suba y suba!” (algunos gurúes)
¡Por la década ganada! (FpV) ¡Por la década ganado! (La Rural)
¡Porque te quiero a ti, porque te quiero!” (Serrat)
¡Por que en ninguna mesa argentina falte una botella de Tripsi Cola! (los fabricantes de Tripsi Cola)
¡Por el fin del bloqueo a Cuba! ¡Y al que asome la hamburguesa, duro con él, Fidel Fidel! (fabricantes de hamburguesas de EE.UU.)
¡Por el imperativo categórico! (Frente kantiano de Liberación)
“¡Por lo real, lo imaginario y lo simbólico! (lacaneadores unidos)
¡Por el porvenir... y el resto de los equipos! (Futboleros irredimibles
¡Por las dudas! (Obsesivos anónimos)
¿Se da cuenta, lector? Cada cual, cada cual levanta su copa, y el que no, y el que no, ¡una prenda tendrá! Porque es éste un mundo extraño, donde al don pirulero cada cual atiende su juego, y hacen así, así los liberales, hacen así, ¡así no me gusta a mí! Mientras tanto, miles de norteamericanos están pensando en pasar estas Fiestas... en Cuba, porque ya se vienen las relaciones diplomáticas, y conociendo a los de EE.UU., en cualquier momento van a insistir con los carnales. A principios del siglo XX usaban “The Big Stick” (el gran garrote) para Latinoamérica, ahora cambiaron solamente una letra: “The Big Stock” ¡Y a vendeeeeeeer!
Pero sigamos hablando de las Felices Fiestas, lector. Porque ¡son felices! Porque si no fuera felices, nadie diría “Felices Fiestas” ¿O me va a decir usted que todo el mundo disimula, y la gente se dice “Felices Fiestas”, pero en realidad no cree ni que sean felices ni que sean fiestas? ¡Nooo, lector, no puede arruinar así década, siglos, milenios de tradición y creencia sostenida en gran parte de nuestro planeta y adyacencias!
¡Las Fiestas son felices, y ya!
Eso sí, algo raro debe haber porque vio que nadie pregunta “¿dónde celebrás las maravillosas Fiestas?” o ¡De qué lujuriosa manera festejarás las gallardas y nunca buen ponderadas festividades? O ¿cómo vas a disfrutar estos días? Sino ¿dónde/cómo/con quién “pasás” las Fiestas? O sea que en el imaginario popular las Fiestas se pasan, no se celebran, disfrutan, festejan sino que se “pasan”. Y el verbo pasar como mucho es un empate, pero tiene algo de derrota, de resignación. “Bueno, esperemos que se te pase pronto”, le decimos a alguien que está enfermo, depre, malariado, mishiadúrico. En cambio, a alguien que está enamorado, feliz, satisfecho, orgulloso, no le decimos “ojalá pase”. Si las Fiestas se pasan... entonces... algo deben tener..., o algo nos imaginamos que tienen, que no nos copan tanto como la expresión “felices” devela.
Y aquí viene la posible respuesta, el “dónde” y el “con quién”. “¡Bienaventurados los que pasan las Fiestas con quienes desean pasarlas, quienes a su vez deseen pasarlas con ellos!” Ningún salmo dice semejante cosa, pero todos sabemos que tiene mucho de real. Y hay quien pasa la Navidad con sus padres, el Año Nuevo con sus suegros y Reyes con sus acreedores.
Dónde, cómo, con quién, quién trae el vitel toné, el pan dulce, la sidra, el lechón, la gaseosa, el bicarbonato, los zucchini para el primo vegano y la leche descremada para la tía que tiene alto el colesterol.
Las Fiestas, lector, las Fiestas. Entramos en ese tiempo, y allí vamos a estar todos, unidos, dominados u organizados, durante las dos semanas que vienen.
Felicidades... y nos vemos él sabado que viene.
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