› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Está pensando cómo respondernos, qué palabras elegir, qué decirnos? Claro, lector, lo entendemos, porque ésta es una semana muy particular.
Alguna vez dijimos, por ejemplo, que esta semana, la cristiandad conmemora la Semana Santa, que termina mañana, domingo, con el festejo de Pascua, que se caracteriza por sus deliciosos huevos de chocolate. Y sus roscas. Además, todos los que se habían ido en procesión turística suelen volver, y la ruta más de una vez se transforma en un verdadero calvario.
También dijimos, esa misma vez, que en esta misma semana los judíos festejan Pesaj (que muchos llaman “la pascua judía”, porque coincide en el tiempo, y otros le agregan una “i” y la llaman “Peisaj”), en la que se celebra el fin de la esclavitud judía en Egipto, y el Exodo, conducidos por Moisés, al único lugar sin petróleo de todo Medio Oriente. Los judíos comen matza (o matze), que es como un pan sin levadura; guefilte fish (pescado relleno), leikaj (una torta que suele ser de miel), mina, kibe relleno, tabule y un montón de delicias más, que a veces pueden terminar en una verdadera procesión gastronómica.
Y también comentamos que sumadas las roscas y huevos cristianos a las comidas judías (los agnósticos en ese sentido no nos privamos de nada) se llega a un verdadero banquete ecuménico. Más de uno termina implorando: ¡Dios mío, qué manera de comer! (tenga la religión que tenga o sin tener ninguna).
Les deseamos entonces, a todos nuestros lectores, ¡buen provecho! Y que celebren todo lo que quieran celebrar (incluida la paz mundial, el alta psicoanalítica, el aniversario de casamiento o de divorcio, el nacimiento, comunión, bar mitzvá o aumento de sueldo, una noche de lujuria, de gula o de pereza, etcétera).
Pero más allá de todas esas circunstancias muy festejables, los argentinos estamos festejando un evento muy particular, estos últimos 15 días. Me refiero al Encuentro Federal de la Palabra, que se está llevando a cabo en Tecnópolis, hasta el domingo 5.
Quiero decir entonces que estas dos semanas, nuestras palabras, aquellas que usamos o dejamos de usar cotidianamente, se van al encuentro. Entonces nosotros somos libres, ya que, se dice, “el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. Así que, lector, aprovechemos estas vacaciones y esperemos que cuando vuelvan del encuentro, las palabras estén muy contentas por lo que vivieron y nos traten bien, porque a veces las palabras nos tratan mal y, peor todavía, no solamente a nosotros, que finalmente somos sus esclavos, sino también a los demás. Sí, lector, a veces nuestras palabras tratan mal a otros. Y uno debería poder controlarlas, porque para eso somos personas, y no peces. Porque “el pez por la boca muere”, pero la gente, dicen que no. Aunque algunas personas parecen peces, cuando dicen
Con democracia se come, se educa y se cura
A vos no te va tan mal, gordito
Síganme, no los voy a defraudar
Hay que parar de robar por dos años
Acá rige la doctrina de la casualidad permanente
Yo no puedo ver ni un pajarito enjaulado
En una hora y media llegamos a Japón por la estratosfera
Con Bush somos del mismo palo
Saludos a todos los terrícolas
Voy a ser el maestro de los maestros, el médico de los médicos
El que puso dólares recibirá dólares
Mi voto es no positivo
Si lo agarro a mi hijo con un porro, lo cago a bifes
Se viene el Apocalipsis
Hitler era un tipo espectacular
Esas palabras mejor ni encontrarlas, ¿verdad, lector? O, en todo caso, no a todas juntas. Pero, decíamos, las palabras se encuentran y se pueden decir, preguntar, comentar unas a otras:
¿qué tal, cómo te va, siempre con el mismo acento?
Acá soy una caja, pero en inglés soy todo una “box”
Ultimanente ando medio mal del diptongo
¿Sabés dónde se puede conseguir una buena diéresis o crema?
¿Hace mucho que usás esas comillas?
¡No sabés el adjetivo que me dijeron hoy!
A mí me tratan como objeto, y quiero ser sujeto
Un verbo me está acosando
Soy “viejo”, pero me voy a sacar la “i” y poner una “n” para ser “joven”
Y tanto más.
Buenísimo que las palabras se encuentren y que las personas que las dicen, también. Y que palabras del sur se encuentran con otras del norte, y asá, a lo largo, a lo ancho, a lo alto y a lo gordo de la patria. Porque eso ayuda a que nos entendamos, que nos encontremos, también, las personas. A conocer al otro. Y a uno mismo. Una misma. Une misme.
Pero este suplemento no es solamente sobre eso. Aunque sí es sobre la palabra, la expresión. El habla, la escritura.
Es sobre cómo nos entendemos, y sobre cómo no nos entendemos. Sobre cómo las diferentes generaciones hablan y escuchan distinto. Lo mismo, los barrios, lo mismo, las jergas profesionales.
Hay palabras nuevas que vienen de lo techno, de lo virtual, de la música, de los más jóvenes. Entonces tenemos: Guglear, postear, stalkear, spoilear, troll, viralizar, fisurar, pegar, quemar (la cabeza), chocolatar (por sangrar), machear (por hacer una cita), pegas (por conseguir), pintar (por “se dio la oportunidad”), los fasos no son más de tabaco y las “altas llantas” son las zapatillas caras. Y se puede “empoderar”, lukear, tunear, bloguear...
Y seguramente van a surgir otras. “Mauricear” va a ser aumentar una tarifa; “cletocobear” va a ser decir que algo es no positivo (una especie de “troll” de la política) , “lilitear” es amenazar con el apocalipsis, y “onuresis” es “hacerse pis por Onur, el de las Mil y una noches”.
Así es, lector, las palabras están en todo, hasta en los clichés “palabras más palabras menos”, “te doy mi palabra”, “te tomo la palabra”, “palabra de honor”, “la última palabra la tiene...”, “malas palabras”, etcétera.
Lector, esta semana, tenemos un suplemento sobre las palabras nuevas, las viejas, las de siempre, las de ahora, los malos entendidos, y todo eso. Que lo disfrute
Hasta la semana que viene.
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