› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Está pensando detenidamente que nos va a contestar? Es posible que usted piense que de su respuesta depende lo que hagamos en este suplemento, y no solamente en éste, sino en todos los SátiraI12 que vengan de acá hasta el 2019.
Capaz que hoy usted se acercó muy lentamente, suavemente, al kiosco. Que sentía que, al pedirle a su canillita el diario que contiene este suplemento, estaba “cantando su voto”. Pero él, cual fiscal militante, le dio el diario sin preguntar nada, porque sabe que usted siempre nos elige a nosotros. O nos elegiría, como dicen ahora, en potencial.
Ese momento ya pasó, lector. Si nos está leyendo es porque usted ya fue al kiosco y nos eligió. O el canillita se lo mandó directo a su casa. O nos eligió por la vía virtual.
Volvamos entonces al presente. Usted está pensando responder a nuestra pregunta, como si fuera algo muy importante.
¡Y lo es, lector, lo es, claro que lo es!
Lo que usted elija es importante. Lo que sí, no es definitivo. Eso no. Quiero decirle que tiene usted la chance de decirnos que “está mal” y la semana que viene, cambian las cosas y nos dice “estoy increíblemente bien! O puede decirnos:
- Estoy más decepcionado que radical después de la última convención.
- Estoy más desorientado que Binner buscando boletas de Capriles en el cuarto oscuro.
- Estoy más aburrido que De la Rúa después del 2001.
- Estoy más flasheado que Lilita proclamando el Apocalipsis now.
- Estoy más contento que Mauricio aumentando tarifas.
- Estoy más conservador que Gabriela y Horacio juntos.
- Estoy más vintage que Duhalde diciendo que el que puso dólares recibirá dólares.
- Estoy tan desmemoriado que no me acuerdo los cinco últimos partidos en los que estuvo Pato B.
- Estoy más partido que la izquierda.
Porque usted puede estar así, asá o asó. Tiene derecho. Y, por suerte, tiene cada vez más derechos. Puede casarse con quien quiera, siempre que ese/a también quiera casarse (con usted) y no esté casado/a con otro/a al mismo tiempo/a. Y que no esté usted mismo/a casado/a con otro/a o con el mismo/a simultáneamente/o.
Y también puede divorciarse, aunque en este caso solamente de quien se haya casado previamente. Todo tiene límites.
Ya llegará el día en el que uno pueda divorciarse de alguien sin tener que casarse primero con esa persona. Que pueda usted casarse con uno/a, y luego de un tiempo, divorciarse de otro/a. Todavía hay mucho que conquistar, lectores y lectoras.
Pero hemos avanzado mucho, pero mucho.
Miren si no el mundo. Ayer mismo se recordaban (tal como lo señalamos la semana pasada), los 100 años del genocidio sufrido por los armenios, sin que los responsables del mismo lo reconozcan.
Hace solamente una semana, un barco con casi 1000 personas en él se hundió en el Mediterráneo. Los pasajeros eran de Libia, y querían llegar a Italia, porque esperaban que en Europa se los tratase mejor. Se ve que esta gente sabía muy poco de las costumbres europeas sobre cómo tratar a quienes no son, o ellos no consideran, europeos.
Quizá los del barco no sabían nada del genocidio de los armenios. Ni de la Shoá. Ni tanto más. Quizá lo único que supieron es que hace tres años la Unión Europea recibió el Premio Nobel de la Paz y pensaron: “Si les dieron el Premio Nobel de la Paz, no deben ser mala gente”. No lo sabemos, solamente nos queda lamentar, y recordar.
Porque hay quien elige recordar, y hay quien elige olvidar, lector: ésas también son, cuando lo son, elecciones.
Y todos elegimos. O creemos que elegimos. Porque a veces, como dicen algunos medios “capaz que elegimos” o “se dice que elegimos” o, peor que eso, “elegiríamos”. Le voy a confesar, lector, que cada vez que yo leo esos títulos en potencial yo siento que están eligiendo burlarse de mí y de usted. Fíjese:
- Según nuestras encuestas, todo concluye al fin, no es eterna la vida.
- “Estarían tratando de conseguir su nombre, su lugar, su dirección, y si le han puesto teléfono, también su numeración.”
- “Le advertirían a una muchacha, cuyos ojos serían de papel, que no debería correr más, ya que su tiempo, al parecer, sería el actual.”
- “Según nuestros datos, serían eternos los laureles.”
Así no se puede creer en nada, en nadie.
Y la paradoja es que, para elegir, en algo hay que creer. Que el candidato va a hacer un buen gobierno, o al menos uno mejor que los otros candidatos, o al menos no tan malo como los otros, o al menos no va a ganar.
O que es un buen tipo/buena tipa, porque tiene el mismo nombre que mi tía, o fue al mismo colegio que mi sobrino, o una vez jugó al truco en la plaza con mi papá (y no le mintió demasiado).
O que sale lindo/a en las fotos. O al menos no hay nadie atrás haciéndole los cuernitos, lo que quiere decir que la gente que trabaja con él lo quiere. O que sí hay alguien haciéndole cuernitos, lo que quiere decir que es un tipo con sentido del humor y se la banca.
Algo hay que creer.
Pero, si no le cree demasiado, no se preocupe, lector, tiene más de un mes para conocerlo y, valga la metáfora más que nunca, reafirmar sus votos, en poco más de un mes. Usted decide ahora, pero nuestras leyes son tan buena gente que le permiten volver a hacerlo en poco tiempo más. ¿Se imagina si se pudiera hacer lo mismo para el casamiento? Primero las PASO, después la luna de miel, y a la vuelta, ahí sí. ¿Será así en el futuro?
Mañana votamos los porteños, lector. Elegimos a quiénes vamos a elegir. Y a quiénes no. Y de esto trata este suplemento.
Nos vemos la semana que viene, si nos elige.
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