› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo anda? Contéstenos tranquilo, tómese su tiempo. No se trata de una encuesta, ni de un examen, ni de un estudio antropo-socio-psico-proctológico que intenta demostrar que el humor de los argentinos se modifica los sábados a la mañana a partir de diversos estímulos, entre los que se encuentra un suplemento de humor, como disparador de posibles criticas, o bien de sonidos guturales sin significado aparente alguno.
Nada de eso.
En verdad el párrafo anterior bien podría dar lugar a una interesante tesis. Una de contenido irrelevante, pero que apadrinada por quien correspondiera, podría dar lugar a un estudio de campo. El estudio bien podría ser apoyado por alguna fundación europea a la que le sobrara el dinero o bien necesitara blanquearlo de alguna manera. Se sumaría entonces rápidamente el apoyo nominal, aunque difícilmente remunerado, de una casa de estudio de inocultable renombre en tiempos lejanos, cuyo prestigio actual, caído por vaya uno a saber qué lamentables circunstancias, la lleva a la imperiosa necesidad de demostrar su existencia. Por eso le presta su sello a tesis y al estudio que en otros tiempos hubieran enriquecido el tacho de los residuos, tacho que ahora ni siquiera existe, dado que la tecnología lo hizo virtual, igual que a la casa de estudios en cuestión.
El lector puede respirar tranquilo, sobre todo después de haber leído un párrafo tan extenso, que sin duda sería inaceptable en una tesis. desaprobable en otros tiempos, pero que hoy en día sería calificada con alta nota, luego de comprobarse que al menos no se trata de un “copypaste”.
Dijimos ya que el lector puede respirar tranquilo, y cumpliremos con nuestra consigna, puesto que, como no somos candidatos a ningún cargo electivo, no necesitamos hacer promesas que luego no podamos cumplir. Nosotros, como en España y en Córdoba, ¡Podemos!
En los casi 28 años, lector, jamás le prometimos nada que no cumpliésemos luego. Bueno, lo cierto es que jamás le prometimos nada. Usted ya sabe, somos humoristas, lo nuestro es mucho más la pregunta, la incertidumbre, que los grandes logros.
Entonces, lector, ¿a qué viene la pregunta de la primera línea de esta nota?
Usted ya podría/(debería) saberlo, hace un montonazo de años que le preguntamos lo mismo todos los sábados.
Y entonces, ¿por qué lo hago? Tampoco se trata de una encuesta ni de un interrogatorio policial, ni que nos interese, a traves de este “cómo anda”, venderle un auto, moto, bicicleta, triciclo o monopatín.
No queremos venderle nada, lector. Si usted está leyendo esta nota, entonces lo que queríamos venderle ya se lo vendimos: era el diario dentro del cual viene este suplemento.
Se trata de la amistad. Se trata de una pregunta que se hacen los amigos cuando se encuentran. Porque los amigos se encuentran. A diferencia de los contactos que se mensajean, se chatean, se wasapean...
Los amigos se encuentran. Y si chatean, es para encontrarse. Saben que el otro existe, que es de carne (o de humita, para los vegetarianos) pero está.
Está “ ahí”, definiendo “ahí” como “un lugar al que uno puede tener acceso para convocarlo en tiempos de angustia o en asados de tira”.
Uno con los amigos se comunica.
Los contactos son otra cosa. ¿Son, están, parecen, existen?
Estamos en tiempos virtuales, no necesariamente virtuosos, donde la velocidad, la novedad y la soledad parecen haber ganado la batalla.
La virtualidad hace de la vida un eterno baile de disfraces, en el que cada uno muestra lo que quiere y lo hace pasar por “todo”, creyendo que el otro, que hace exactamente lo mismo, no se va a dar cuenta. Tiempos de parciaildades.
Y en estos dias de contactos múltiples, en los que todos tienen miles de amigos virtuales, por lo que se las pasan de cumpleaños en cunpleaños, sin poder parar, estos días en los que se cumplio el sueño setentista de Roberto Carlos, cuando quería tener un millón de amigos, no para hacer la revolución, sino para poder cantar más fuerte... Cada cual con sus utopías.
Pero ocurre (no quiero desilusionarlo a Don Roberto, pero tampoco quiero mentirle) que ese millón de amigos que ahora podría tener gracias a la virtualidad, no son de verdad. Son contactos, perfiles, que “están y no están a la vez”.
Y la manera de comunicarse suele ser tan virtual como ellos mismos.
Quizá puedan, si la tecnología lo permite, llegar a cantar más fuerte o armar un coro de pajaritos para que Roberto Carlos no cante solito, pero de eso no pasan.
Uy, no, ¡sí que pasan!
Esta semana, lector, quizás usted mismo haya sido una víctima inocente del virus que hace furor en la red social, ¡el video porno que te mandan tus amigos!
Uno abre ingenuamente su correo, le aparece un mensaje de un “amigo” diciéndole que si clickea un link que el /ella le envió, verá una interesante escena sexy con él/ella mismo/a en un rol protagónico... Uno se tienta... Pero si uno llegase a clickear... ¡se contagia! Y ahora son los amigos de uno los que empiezan a recibir ese mismo link, y es uno mismo el del video sexy.
Bueno, no...”uno mismo” no, pero es la foto de feisbuk, que es lo más cercano a unomismo que hay en las redes sociales. Ahí uno “es” esa foto.
Y si clickeó... ¡sonó!
Casi casi parece un virus moralista, que sólo deja afuera a los que no tengan curiosidad malsana... o sea, a casi nadie. Ojo, quien esto escribe no ha caído en la trampa, pero simplemente porque tuvo la fortuna de enterarse antes de qué se trataba
Y después, a escribirles a todos los amigos pidiendo disculpas por haberlos tentando con el mal, y ellos, y ellas, riéndose de uno, que en el montaje de su foto y el video porno debe haber salido bastante patético.
De eso nos estamos riendo esta semana, lector.
Nos vemos el próximo sábado.
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