¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Tiempos difíciles, no? Bueno, quizás ya estamos acostumbrados. Digo: parece una redundancia adjetivar con “difíciles” a la palabra “tiempos”. Es como si ya fuera una cualidad, algo de la esencia misma del tiempo, el ser “difícil”. El tiempo mismo, en sí, es difícil. ¿O acaso los seres humanos no intentamos derrotarlo desde los orígenes mismos de nuestra historia, sin éxito?

Hace milenios que luchamos contra el tiempo, y siempre nos gana. Los que buscan la eterna juventud, los que quieren la inmortalidad, o los que, menos pretenciosos, simplemente quisieran llegar a fin de mes. O por el contrario, le temen a ese fin de mes en el que los gastos se reinician, como un extraño circulo de tiempo, que tampoco entendemos.

Intentamos medir el tiempo. Desde el nanosegundo de los científicos, al milenio de los historiadores y religiosos, y en el medio, los más cotidianos ”hora” “minutos” “año” “lustro” “período presidencial. Y los coloquiales “Ratito” “santiamén” “momentito” “enseguida” “poco” (como en “esperá un poco”).

Y sin embargo, no podemos, el tiempo, nos gana siempre. Ni siquiera parece competir con nosotros, no nos da bolilla, simplemente transcurre, y nos confunde.

“Parece que fue ayer” decimos de algo que pasó hace 4 décadas. “Uy, pensé que era la semana que viene” nos excusamos luego de faltar a una reunión, o al no pagar un vencimiento. “Las inversiones van a llegar en el segundo semestre” nos dicen los representantes del gobierno, intentando olvidar y hacernos olvidar que de ese segundo semestre ya pasó casi la mitad.

¿O el “segundo semestre” es en verdad una utopía, algo ideal, un “ojalá”? ¿O es una ucronía, algo que de verdad no pasó, pero se puede imaginar?

Cual novela de ciencia ficción, nos pueden pedir, a través de los medios, que imaginemos “¿qué hubiese pasado si hubieran llegado las inversiones?” Que hagamos de cuenta que llegaron, pero como estamos en una meritocracia, a nosotros ( o sea usted y yo, lector) no nos toca nada, porque… bueno ¡porque sí!

Y si no nos gusta, podemos protestar, siempre hay una valla dispuesta a escucharnos, en alguna parte.

Charles Dickens escribió “Tiempos difíciles” en la Inglaterra del siglo XIX. Charles Chaplin filmó “Tiempos Modernos” en los EE UU de la crisis del 30 del siglo XX. Quizás sea el momento en el que algún otro Charles realice un videoclip, o un GIF, o algún soporte a ser creado en estos días, que se denomine “Tiempos Alegres” y describa el país, o el mundo, de estos años. Tiempos Alegres, porque se ajusta a las imágenes del presidente bailando en el balcón, o la vice cargando bolsitas de papel, transmitiendo al resto de la población esa sensación de alegría que nos inunda desde hace unos meses, Una verdadera inundación. Con todo lo que eso implica.

Y el mundo nos mira. Sorprendido. Nos ve pasar, como si fuéramos el tiempo, de un proyecto de país, a otro. De repente. Como si en un as semanas pasaran décadas, lustros, o lo que fuera. Como si nos hubiéramos movido de continente. “Hasta hace unos meses estaban en Latinoamérica, junto con Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela, ¿Ahora? ¡No se donde se habrán ido!”

¿O será que no nos fuimos, sino que todo el continente está girando en el tiempo, junto con nosotros? ¡Uy, escribí “girando en el tiempo”! Uno tiende a pensar que girar, se gira en el espacio.

Pero dicen por ahí que este viaje es hacia el pasado, hacia los 90, o hacia el siglo XIX, o… vaya uno a saber.

El presidente fue a China y volvió, aunque dicen que “volver” es un verbo que no le gusta. La vice anda con algunos problemas legales, que tampoco le gustan. Mañana se cumplen 15 años del 11 de septiembre de 2001. Y también mañana se cumplen 43 años del 11 de septiembre de 1973. Tiempos difíciles. Y nosotros, en el mundo, tratando de ver donde estamos parados, o hacia donde vamos, de la manera que podemos y queremos hacerlo. Con Humor.

Hasta la semana que viene, lector.