HOY
› Por Rudy
Y bueno, lector, ¿qué esperaba usted después de tanto tiempo? Mire, todo debe haber empezado hace muuchos años, milenios, en el Paraíso. La serpiente tienta a Eva, y Eva a Adán, y se morfan la manzana. Y entonces Adán pregunta: “¿Y ahora qué hacemos?”. Y Eva: “Le decimos a Dios que nosotros no fuimos, que fue el oso, el mono, el cocodrilo, o la casualidad permanente; que no estábamos ahí, que no sabemos lo que es una manzana, que no escuchamos cuando nos prohibió comerla, que no lo volveremos a hacer, que no tiene pruebas, que estamos dispuestos a investigar el caso hasta las últimas consecuencias, que hay un montón de animales que podrían atestiguar que estábamos con ellos...”. “Pará, pará, que todo eso que estás diciendo son exactamente pruebas de que comimos algo indebido, aunque más que una manzana parece que te hubieras morfado diez choripanes y estás borracha de colesterol, Eva; lo que yo te preguntaba es qué hacemos con la cáscara.” “Ah, eso... bueno, podemos hacer mermelada, guardarla en un frasquito, qué sé yo...” “¡No seas acumuladora, Eva, que eso es un pecado –le dijo la serpiente, que de eso sabía mucho–, tirala, desprendete de lo que necesitás, ¡liberate, mujer! ¡Tirala a la basura!” “Pero es que acá no hay ningún recipiente –dijo Eva–. ¡Mirá, árboles, ardillas, peces, bacterias, monocotiledóneas, batracios, frutos del bosque, arándanos, blueberry, aloe vera, agua finamente gasificada, pájaros, soja, bosta, chocolate en rama! ¡Hay de todo menos cestos de basura!” “¿Sabés que tenés razón, Eva? Me parece que Dios se olvidó de este servicio...” “Bueno, bueno, bueno... ¡me voy a tener que encargar yo misma! ¡Voy a organizar una empresa recolectora y le voy a proponer a Dios tercerizar el servicio! ¡Zafé, no voy a tener que arrastrarme más!”
Dicen que así nació la cosa. La Biblia no dice nada de esto, pero, bueno, es lógico, se trata de un texto impublicable. Y que todos los días, menos los sábados (por eso de “descansarás el séptimo día”), Adán sacaba la basura a eso de las 20... o cuando salía la primera estrella, ya que de muchos relojes no disponía en esos tiempos.
El tiempo fue pasando, pero el tema de la recolección de los residuos siguió siendo históricamente importantísimo. Piensen cuántas cosas pasan a ser “desechos” luego de haber sido fundamentales en nuestra vida.
Computadoras, cáscaras, envases de alimentos, preservativos, recuerdos que no queremos que ocupen nuestra memoria. En fin, cantidad y cantidad de cosas. Y que, si no fueran recolectados, infectarían nuestras vidas en todos los sentidos posibles. Hasta la psicoterapia es una manera de organizar y recolectar las cosas en nuestra mente, separando lo reciclable, lo orgánico y lo desechable. Que está quien es incapaz de tirar nada y colecciona hasta las basuritas que se sacó de los ojos, y quien arroja todo, hasta a las personas “que no les sirven más”. En medio de ellos estamos todos, con nuestros particulares y personales matices. Piensen que el “tiralo” suele ser la respuesta al “¿dónde pongo esto?”, que desprenderse de objetos puede ser todo un caso de crecimiento, o de indolencia, depende qué y quién. Y no podemos dejar de pensar que “la recolección de basura” suele ser una de las profesiones que usan los mafiosos para encubrir sus actividades. Si alguien vio alguna vez Los Soprano, sabe de qué estoy hablando; si no, también.
Con todo esto, por todos esto, este suplemento se lo vamos a dedicar a los residuos. Y a su recolección. No podemos dejar de recordar que, en sus inicios, Página/12 tenía como lema “El diario sin desperdicio”, y que este mismo suple, Sátira/12, usaba entonces “El desperdicio”.
Ah, lector, ¿sabía que estamos en Internet? Sí, ahora nos puede encontrar allí, en el ciberespacio, y/o aquí, en el papel.
Nos vemos la semana que viene.
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