› Por Rudy
¡Qué cosa, lector, estos humanos! ¡Sobre todo los norteamericanos, que son tan estadounidenses, tan unidos, tan estados! ¿Vieron que siempre, pero siempre, siempre, tuvieron un enemigo contra el que pelear? Primero eran los ingleses, para independizarse; después fueron los indios, pero como la India quedaba muy lejos para ir a pelear, y ya estaban los ingleses y no era cuestión de volver a pelearse, si ya les habían ganado, llamaron “indios” a los comanches, apaches, cherokees y a todo aborigen que pasara por ahí, y listo. Después se pelearon entre ellos, los del Sur contra los del Norte, y los del Norte contra los del Sur, porque unos querían que los negros siguieran siendo esclavos, y otros, más políticamente correctos, que se los llamara “sujetos con diversidad laboral dependiente permanente”. También se pelearon con los mexicanos, con los españoles...
Ya en el siglo XX, la Primera Guerra Mundial... bueno, ahí se tomaron un descanso: “Dejemos que los demás se maten entre ellos, y después entramos en tiempo de descuento”; lo mismo en la Segunda. Y después, Corea, Vietnam, Somalia, Irak...
Pero siempre, siempre tenía que haber un enemigo que pudiera atacar en cualquier momento... alguien a quien tenerle miedo... Los comunistas, los chinos, los marcianos, los fritos, los inmigrantes, los espías, los musulmanes, los orientales, los sea monkeys... No importa quiénes, pero siempre, siempre, el vecino de uno podía ser un agente... del enemigo
Y ahora, ahora, el enemigo es... ¡el pánico! No tiene cara, no tiene cuerpo, cualquiera puede ser un agente del pánico, y ¡atacar! Su perro, su hormiga, su abuelito, la novia de su hijo, puede causarle a usted un ataque de pánico, un panic attack.
Sí, porque además le pusieron nombre, nombre de rey inca... ¡Panikattack! O de monstruo prehistórico, o de arma de destrucción masiva, el panic attack llegó para instalarse sobre todo entre los jóvenes que se fueron a vivir a Internet para estar más seguros.
Aquellos a quienes la realidad les resulta temible, a quienes salir de su casa sin computadora y televisor les resulta peligroso, los que en alguna época hubieran sido llamados “fóbicos” o “muchachos con cagazo de lo cotidiano”, se han ganado ahora el dudoso honor de ser las prestigiosas víctimas de un panic attack, el nuevo enemigo (aunque algunos líderes de EE.UU., sobre todo los del Sur, le temen más al hispanic attack, y otros insisten con el musulmanik attack).
Y por supuesto, si ellos le tienen miedo al panic attack... ¡nosotros también! Joven argentino: si tiene usted entre 20 y 40 años y siente que ya es un viejo, que el tren bala de la vida pasó hace rato, que si no baja su colesterol (tenga el que tenga), no usa al menos cuatro medios de comunicación a la vez y no es capaz de mantener una erección durante tres horas (sea usted varón o mujer) y no es famoso en la tele, usted no existe... ¡Es usted un firme candidato al panic attack! Si quiere tener uno antes que su vecino, llame ya, llame ya, que a los diez primeros llamados le obsequiaremos una taquicardia, una hiperventilación y una leve sensación de catástrofe inminente por el mismo precio.
Véanlo en las películas, o por la tele, o en la compu, ¡es el panic attack! Exija el legítimo, no se conforme con un poquito de neurosis obsesiva, un toque de histeria, una bipolaridad leve... Exija el auténtico panic attack, para poder lucirse ante sus amigos, para poder ser envidiado por sus colegas, para ser el mejor paciente de su psiquiatra... ¡para ser reconocido en EE.UU.!
Y nosotros, pobres y tranquilos humoristas, seguimos haciendo lo que podemos... chistes.
Nos vemos la semana que viene, lector.
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