DANZA
Dos pesos pesado de la danza contemporánea local e internacional presentan sus trabajos en el Teatro San Martín. Oscar Aráiz consigue que los géneros se disuelvan en el aire, mientras que Mauricio Wainrot deja oír las voces de un amado ausente.
En Escrito en el aire (con el Concerto Grosso Nº1 de Alfred Schnittke de fondo), Aráiz despliega una vez más su delicadísima gramática de signos inasibles, aéreos, perteneciente a una estirpe propia. En esta revisión de su propia carrera reaparecen Stelle, Numen, La nuit transfigurée, Pléyades y su recientemente estrenado Poema del ángulo recto, de Le Corbusier. Nunca mejor colocado un título. Sus estructuras compositivas recrean permanentemente el espacio y, por tanto, el foco del espectador se desplaza y cambia constantemente. Una acertada variación en los matices impide el agotamiento ante el espesor de la información kinética que viene del escenario: profusa, discontinua, pero sumamente coherente; conjugación de un verbo muy académico con una sintaxis muy posmoderna y de ruptura. Por cierto, todo se puede reconocer, pero no identificar: no remite a nada por fuera de la obra. Se construye un dinamismo autónomo de cualquier referente. Eso que ocurre allí existe sólo allí. Como el movimiento de las estrellas o de los átomos. El eficaz (como siempre) vestuario de Renata Schussheim, pone en juego una casi total indefinición de géneros, que colabora aún más con esa construcción de signos que parecieran narrar las instancias de una biografía vasta y apasionada, aunque serena, enormemente serena. El texto musical de Schnittke, muy sabiamente elegido, en su carácter neobarroco, provee una estructura sólida, por momentos tensa y vibrante, por momentos con la delicadeza del cristal o con el chiste de dos pasajes tangueados. Como muchas veces ocurre con la obra de Aráiz, se entra en una especie de estado de hipnosis observadora; eso que se mira ocupa toda la atención, toda la emoción, pero de una manera críptica y misteriosa, que se abre como una flor nocturna y rara para envolverlo en una especie de mareo, cuando el espectador serena su diálogo interno y se deja ir.
En Voces del silencio, sobre la Música Dolorosa für Streichorchester, de Peteris Vasks, por el contrario, se despliega un rastro profundamente sensorial y emocional. Evidentemente, el gran dolor por la muerte de Carlos Gallardo afirmado por el propio Wainrot en el programa: “Su imborrable recuerdo y su presente ausencia han sido el motivo e inspiración para crear”, se adueñan de esos cuerpos y esas combinaciones coreográficas. Una estructura muy reconocible de ballet, con desarrollos de cámara, seguidos de grupos de chicas y/o muchachos y culminados con tutti, que se recrean constantemente, no disminuyen en ningún momento su intensidad. Como habrá sido, seguramente, el dolor constante y sordo de la pérdida del compañero. El impresionante dúo de amor de varones que se transforma en ritornello es sencillamente inolvidable, por su exacta energía masculina puesta en el juego erótico. Imposible no recordar All that Jazz y la partida de Bob Fosse en manos de la bella Muerte, con un final ad hoc de Voces. Ha sido un gran amor el que ha perdido Wainrot. Y nos lo hace saber de manera bella, desesperada, clamorosa, sin que por un momento decaiga, siquiera descienda un ápice, la enorme actividad que exhiben todos los desarrollos. Impresionante la posibilidad de que semejantes emociones puedan llegar a escena sin pecar de melodrama o cursilería. El vestuario, una selección hecha por Wainrot de trajes “que Carlos Gallardo creó para otras producciones que, en su momento, no llegaron a concretarse” aportan cromática y estilísticamente una enorme firmeza, como de la tierra o la piedra. La pieza de Vasks es de una complejidad y de una polifonía que termina de completar todos los rincones y grietas de la sala. Impresionante, como se dijo. Todo un homenaje al costado más doloroso de la pérdida de un amor.
Mucho se ha dicho sobre la contemporaneidad del ballet contemporáneo y muchas clasificaciones se han ensayado para la estética desarrollada por Wainrot: que neoclásico (what?), que ballet moderno de creación (what?) que escuela belga, etc.
Lo cierto es que ocurre un fenómeno en el que abrevan numerosos componentes: unos compositores con vocabularios súper definidos y atravesados por temas que recorren su historia, unos bailarines que despertarían la envidia de cualquier agrupación de danza de las más caprichosas coordenadas, un teatro entero dedicado a este fenómeno y puesto a su servicio, en fin, el paraíso a veces está acá.
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