CINE
Flamante ganadora del Teddy en el Festival de Berlín, la película The Kids are All Rigth encara con humor y densidad las peripecias de un matrimonio de lesbianas con dos hijos adolescentes concebidos con donante anónimo.
› Por Diego Trerotola
Ya no queda ninguna duda de que Lisa Cholodenko rockea como pocas. Ya en el centro de Laurel Canyon (2002) había una madre rockera, fumona, interpretada por Frances McDormand, y también una banda sonora impecable que incluía desde T-Rex y Roxy Music hasta Butthole Surfers, y aunque no sonaba Joni Mitchell, no hacía falta, porque el título de la película, un lugar que fue mítico en el surgimiento del rock de Los Angeles, era un homenaje explícito a un disco de ella que abrió la década del ’70. Ahora, para The Kids are All Right, el gran éxito de los festivales de Sundance y Berlín, Cholodenko insiste con Mitchell, incluyendo la canción “All I Want” del álbum Blue, aunque el título de esta nueva película refiera a The Who, a ese pequeño himno mod convertido en un hit que partió al medio la década del ’60. Para algunos, los Who habían sublimado el homoerotismo que había en el movimiento mod a través de la letra de la canción “The Kids are All Right”, por eso parece más que apropiada la referencia de Cholodenko a la hora de plantear su película. Aunque lo de ella no es la sublimación porque la directora ya había salido del closet a lo grande, con su ópera prima High Art (1998), que sintetizó todas las potencialidades del amor queer surgido en el cine de los ’90, a través del romance de la editora de una revista con una fotógrafa adicta a la heroína en una Nueva York que no estaba para nada en sincronía con la purga de la marginalidad que Rudy Giuliani quería instaurar por esos años. Aunque está lejos de un cine provocador, la mirada de Cholodenko incomoda en general, es una pequeña fuerza de choque con la que un cine radicalmente indie se opone a la fuerza de la derecha estadounidense por obturar las posibilidades de expresión, relacionadas tanto con la cultura de las drogas recreativas como con la sexualidad diversa. Sin embargo, lejos de ser dogmática en términos ideológicos, ni tener un idealismo infantil, Cholodenko se especializó en las “dramedias”, un tipo de relato entre el drama y la comedia, porque ilumina las dos caras al mismo tiempo: si bien sus películas celebran las formas de vidas alternativas, relacionadas mayormente con la cultura rock, también ilumina la intimidad dramática de esas situaciones. Si en Lauren Canyon ya planteaba un modo no hegemónico de maternidad, retratando una familia alejada del american way of life de sitcom, ahora con The Kids are All Right llega el turno de la familia homoparental, y va hasta el fondo de la cuestión con su “dramedia” sobre un matrimonio de lesbianas, Nic y Jules, que tiene dos hijxs adolescentes concebidxs por inseminación artificial. Y ésta es la primera vez que, en cine, actrices de fama global como Julianne Moore y Annette Bening interpretan a madres lesbianas. Esto no es un logro menor, considerando que esta película fue producida de manera totalmente independiente por Antidote, compañía que además de películas anteriores de Cholodenko, apoyó otras de peso queer como Mysterious Skin (2004) de Gregg Araki. Y el nombre lo dice todo: la productora es un antídoto al veneno homofóbico con el que todavía se maneja gran parte del mainstream hollywoodense. Por eso, a causa de las complicaciones para encontrar respaldo para desarrollar este tipo de temática, Cholodenko tardó siete años en terminar esta película. Aunque ya existen varios documentales sobre la homoparentalidad, que siguen a las personas desde la concepción hasta la crianza, o se centran en lxs niñxs de familias diversas, la ficción casi no había llegado a representar la homoparentalidad como centro de las películas. El silencio de Oliver (Hollow Reed, 1996) de Angela Pope es uno de los pocos antecedentes, película que en la Argentina se estrenó en 1997 con dos minutos menos, censurando el homoerotismo de la pareja protagónica. Y no fue la única película censurada de manera homofóbica en los ’90, pero al menos ésa se estrenó, a diferencia de todas las películas de Cholodenko que nunca circularon en la Argentina. Con The Kids are All Right pareciera que no pasará lo mismo luego de la suerte que tuvo hasta ahora en los festivales de cine. En su estreno en Sundance, la película se convirtió en el hit para el público y la crítica. “The Kids are All Right califica como uno de los retratos más convincentes de un matrimonio estadounidense, independientemente de la sexualidad, en la historia del cine”, escribió Andrew O’Hehir tras la función en Sundance. Como la película tiene una producción independiente, aún no tenía garantizado el estreno comercial en Estados Unidos, pero Focus Features, que había estrenado Brokeback Mountain, compró los derechos para hacerlo, incluso fuera del país, lo que le garantiza una exposición importante para el resto del año. Y en el estreno internacional de la película en el Festival de Berlín, The Kids are All Right se llevó la estatuilla diversa más preciada, el Teddy de la mejor ficción Glttbi, por ser un “bien elaborado y humorístico acercamiento sobre las situaciones enfrentadas a la maternidad lésbica contemporánea, la complejidad de la sexualidad y las relaciones y los lazos familiares”. Y, justamente, la película de Cholodenko tiene que ver con una familia establecida como una red compleja que se dispara cuando Joni, la hija mayor de Nic y Jules, decide averiguar quién fue el donante de esperma anónimo para que sus madres pudieran engendrarla. Ahí aparece el motoquero Paul, como un nuevo integrante de la familia, y se arma una suerte de triángulo queer. El personaje de Joni (otra referencia a la Mitchell) es interpretado por la ascendente Mia Wasikowska, la Alicia en la flamante adaptación de Tim Burton del País de las Maravillas de Carroll, y ella también parece querer sumergirnos de nuevo en un país que, por ahora, sigue paralelo, porque los superficiales retratos familiares que el cine estadounidense multiplica, quieren que continúe oculto subterráneamente. Y el de la Cholodenko es un país amplio, donde el primer verso de la canción-que-sabemos-todxs de The Who (“No me importa que otro chico baile con mi novia”), adquiere también connotaciones lésbicas, sentido del humor, tristeza y una gama de ideas como para reescribirlo como un nuevo himno del rock diverso.
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