ENTREVISTA
Al cierre de este suplemento, el juez Félix Igarzábal, titular del Juzgado Nacional en lo Civil Nº85, ordenaba la anulación del matrimonio entre Damián Bernath y Jorge Salazar, por considerarlo contrario al Código Civil. La jueza Elena Liberatori, quien dio lugar al amparo en la ciudad de Buenos Aires, reflexiona aquí sobre esta saga judicial. Un juego de enredos que deja al descubierto la urgente necesidad de que el Congreso debata la reforma de la ley de matrimonio civil.
—Antes que nada te quiero decir que estoy muy contenta con mis amigos y colegas de Chubut por la decisión de autorizar el aborto a la chica violada. Sobre el amparo, te digo que hay una cuestión central, que son los derechos fundamentales de las personas, y además la incorporación a la legislación interna de todo un plexo normativo internacional también referido a los derechos fundamentales. Nuestra misión más importante es otorgar vigencia y eficacia a esos derechos, que están reconocidos a todas las personas desde la Constitución Nacional, nuestra Constitución porteña y por todos los tratados que al respecto existen.
—Fue una decisión natural y no presenta ninguna excepcionalidad porque nuestra tarea es poner en acto los derechos fundamentales.
—Y... no tienen suerte (se ríe). La cuestión acá es la presión enorme de la Iglesia Católica y también una presión interna dentro de nuestro propio Poder Judicial, porque el Ministerio Público Fiscal ha tenido una actitud errática en este tema. En mi caso, está teniendo una posición contradictoria con la que tuvo en el caso de la jueza Seijas, o sea en ese momento no apelaron, éramos competentes. En mi caso, la fiscal Giocco primero dictaminó que soy competente, pero no obstante eso apeló la sentencia.
—Es un mamarracho jurídico porque un juez está estructurado en las leyes, en qué competencias tenemos y cuáles son las vías procesales que se deben respetar. La remisión natural de mis decisiones la hace mi cámara en lo contencioso administrativo. Ahora, que un juez, como en este caso, civil de la nación, pretenda anular una decisión de este juzgado, eso introduciría un entrevero fenomenal.
—No hablemos de contradicciones. Acá hablamos por un lado, de una Justicia de la ciudad de Buenos Aires que hace las cosas como corresponde y de una Justicia de la Nación que no está haciendo las cosas como debe. Es un proceder indebido de este juez que desconozco quién es. Ahora bien, desde la sociedad, es cierto: ¿qué credibilidad puede tener la gente en la Justicia si los jueces arman estas jugarretas?
—Lo hacen para dañar la decisión tomada y el hecho producido, que es el matrimonio de esta gente. Esto está hecho para perjudicar, y lo más condenable de esta actitud es que se hace no por principios jurídicos sino por una creencia religiosa. Con respecto a que mi fallo viola el Código Civil, que digan lo que quieran, todos podemos decir lo que queramos y al respecto no tengo nada que agregar. Me gustaría señalar que la postura del otro juez no aporta nada, yo le preguntaría cuál es su propuesta para que estas personas tengan su derecho eficaz, porque acá lo único que advierto son críticas pero ninguna propuesta. Si ellos anulan mi decisión porque tienen una mejor en función de los derechos de estas personas, estaría de acuerdo, pero sé que no es así.
—Nadie me llamó, pero sí la Corporación de Abogados Católicos ha hecho presentaciones en el expediente, me dicen que yo debo hacer tal o cual cosa pero no aclaran qué intervención procesal van a tomar. Un expediente se sujeta a reglas procesales, no a lo que cada uno de nosotros se nos ocurre. Cuando les digo que adecuen su presentación a las reglas procesales no contestan y van a juzgados civiles donde se me obliga a entregar el expediente. Hay una petición concreta de estos abogados pidiendo que yo remita en 24 horas el expediente a la fiscal Giocco. Yo entiendo que eso es una presión directa hacía mí y hacia la fiscal Giocco.
—Claro, en la realeza se casaban por los bienes y por las guerras. Hay una serie muy linda, Los Tudor, donde se ve cómo se pactaban las uniones desde los 4 años de edad. Ahora estoy esperando la cuarta temporada. Lo que yo sostengo, y por lo que respondí eso sobre el amor, es que no hay ninguna complejidad en este caso. No me produce complejidad una cuestión que atañe a los sentimientos de las personas. Tenemos, por un lado, este sentimiento de amor y, por otro lado, tenemos algo muy valioso, que es el afán de esas personas de encuadrar su vida privada en la ley, cuando justamente siempre decimos que los argentinos somos un país poco aferrado a la ley. Muchas veces se ha hablado de la anomia como una característica de la idiosincrasia argentina, entonces que las personas quieran conformar su vida de acuerdo con la ley me parece que es un valor a tener en cuenta.
–Exacto. Es gente que quiere vivir conforme a la ley, pero esa ley no los ha contemplado, y el Código civil establece qué se hace con los casos no contemplados. No pueden quedar casos irresueltos. Y para eso las propias normas se pueden interpretar, como en este caso. La jueza Seijas lo detalló en su sentencia, yo tomé parte de su sentencia, me remití a su fallo.
—Sí. Vinieron al juzgado a notificarse. Uno de ellos es médico veterinario, una profesión que me hubiera encantado tener. Ellos contaron que hace 12 años están juntos, su abogada tiene una relación de dos décadas con ellos.
—Sí, por supuesto. No siempre conozco a las partes, pero hay ciertos casos entrañables y éste es uno. Me parece siempre muy delicado esto de incidir en la vida privada de las personas. Hay una expresión latina que dice fumus boni iuris, que es algo así como “hay olor a buen derecho”, estas personas están planteando algo que tienen razón. Yo le digo a la gente del juzgado que no perdamos de vista que atrás de los expedientes hay personas. A mí me importa mucho además reparar la imagen de la Justicia en la gente. Cuando la gente acude a las instituciones es porque está en una situación desesperada o necesitada, y eso es muy importante. Que el que acude encuentre un servicio de justicia.
—Hay proyectos legislativos para actualizar el Código Civil al respecto, en función de todas estas normas que nos hablan de no discriminación por razón de sexo. Porque ésta es una cosa que se soslaya, es cierto que el Código Civil alude a la unión de mujer y hombre, pero estamos viendo de que hay otras uniones de amor: esos casos tienen una condición superadora en común, y es que se trata de seres humanos. En base a ese esquema sencillo es que solucioné el caso sin declarar la inconstitucionalidad del Código Civil. Lo que sí es cierto es que no puede ser que cada vez que una pareja homosexual desee casarse, deba acudir a los tribunales: ése es un tema que el legislador debe tener en cuenta y hacerse cargo.
—Pero no por eso de que “estamos colapsados”, porque nosotros siempre estamos funcionando, sino porque es una ineficiencia en general de la sociedad y es una mortificación para ciertas personas por tener que, por sus cuestiones privadas, el tener que acudir a los tribunales a resolverlas, y dependiendo del juez que les toque. Eso es tremendamente injusto, como en una época se planteaba con el divorcio. Se trata del derecho de otro y de la felicidad de otro.
—Las reacciones generales fueron de apoyo pero hubo gente, que me conoce mucho y sé que me aprecia, que me criticó fuertemente. El domingo hubo una reunión familiar y no se tocó el tema. No se habla porque hay posiciones, en mi familia hay pensamientos distintos y deslindamos estas cuestiones. ¿Para qué hablar de esto si va a haber pelea? Por otro lado, mucha gente confunde este tema con el de León Ferrari, pero no tienen nada que ver. Aquel caso, con todos los palos que recibí, tiene un backstage que muy pocas personas conocen: yo nunca propuse la censura, de hecho cuando me decían que era cuestión de sacar alguna parte de la obra, yo me oponía. Lo que entendí en ese momento es que había gente que se sentía ofendida, y para mí eso resultaba verosímil y el Código Civil lo contempla. Yo sigo defendiendo ese fallo.
—Esas preguntas no las contesto. ¿Ustedes por qué hacen esas preguntas? Eso es un afán de buscar etiquetas. Ustedes quieren saber si tengo hijos para preguntarme “si tiene hijos y es creyente, ¿qué pensaría si fuera gay”?
—En algún momento, la CHA hizo una crítica horrible de mí, ya no me acuerdo por qué, pero la hicieron. Ellos se acordarán. No tengo trato con las instituciones, por supuesto que vivo en la realidad y conozco gente que su preferencia sexual es ésa pero nada más. A nivel profesional, no es una materia de la que yo me haya ocupado. Ahora tengo otro amparo de dos mujeres, me provoca un interés especial porque sé que estoy ayudando a correr la alambrada pero como tema en sí no me apasiona, mis temas siempre han rumbeado para el lado del derecho público.
—Sí, por supuesto. El año pasado ordené a la ObSBA cubrir un tratamiento de fertilización de dos mujeres que podían tener un hijo en común, una puso el óvulo y la otra la gestación, con lo cual era maravilloso. Espero que tengan suerte. Y la adopción también, porque hay tantas familias “normales” que viven en un ambiente de violencia doméstica aterrador, y está visto que no pasa por la condición sexual, sino por cómo son esas personas. Hay familias ensambladas, familias tipo, esto ha cambiado mucho. En algún momento a mí me dio un remezón interno: porque yo decía estas dos palabras “mi familia”, y me daba cuenta de cómo habían cambiado a través de mi vida. A los cinco años no es la misma que a los 25 y no es lo mismo a los 40 y no es la de hoy. Tuve una familia de un modo y hoy tengo una totalmente distinta, ya sea por las ausencias, por los que vienen. Entonces no es un concepto estático, es algo dinámico que está siempre cambiando. Y a eso agreguemos lo sociológico. Yo lo tomé de Seijas en la sentencia, sin duda la decisión puede ser considerada por alguien como una afrenta en función de sus creencias religiosas, pero los derechos fundamentales no pueden ser reconocidos en la medida de una creencia religiosa. La medida de los derechos no está puesta por la Iglesia, como en este caso. Los derechos fundamentales son para los católicos y los no católicos. Yo fui excluida, yo fui discriminada y es horrible, así que “Let it be”, como decía Lennon, dejemos ser al otro.
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