ES MI MUNDO
Lo primero que hace José Cuneo cuando entra a una casa es mirar por la ventana en busca de un nuevo paisaje, y siempre dirá que le encanta, aunque no sean más que unos techos sin interés. De ese optimismo y de otras experiencias parisinas saca la luz que luego pone en sus cajas luminosas, que actualmente se presentan en galerías de Francia, Holanda y Suiza.
› Por Pablo Pérez
Todavía quedaban algunos años del gobierno socialista de François Mitterrand, durante el cual, entre otros logros, se había despenalizado la homosexualidad. La cantidad de locales con la bandera gay a la vista crecía a diario: sex-clubs, cuartos oscuros y bares leather, lugares donde se vivía una libertad sexual que por aquella época en Buenos Aires apenas se podía intuir en el famoso “Túnel del Amor” de Bunker. En los bares del Marais, el barrio gay, era frecuente que un desconocido te invitara una copa sólo para conversar y que a la conversación se sumaran otros desconocidos que a su vez invitaban otra ronda. Noches de borrachera. Todavía flotaban en el ambiente los fantasmas de Barthes, Foucault, Guy Hocquenghem, Copi y otros intelectuales que la muerte se había llevado (ya sea por el sida o por otras visitas inoportunas), aunque seguían ejerciendo su influencia en la lucha por los derechos de la comunidad homosexual y en las páginas de la mítica revista semanal Gai Pied, donde Cuneo retrataría tan bien los destellos y sombras de aquella París bohemia.
Cuneo tenía 20 años cuando comenzó su viaje. Su primer destino era la Feria del Libro Infantil de Bolonia. En Buenos Aires había trabajado para la revista Anteojito e ilustrado varios libros infantiles de Marta Mercader. Después de recorrer varias ciudades europeas llegó a París en 1986, y muy pronto empezó a trabajar para la revista Pif, una especie de Anteojito en versión francesa y comunista, que dejó de existir tras la caída del Muro de Berlín.
Al poco tiempo, Cuneo ya dibujaba historietas para adultos en revistas como L’Echo de Savanes y Metal Hurlant, y tuvo un encuentro decisivo: “Yo ya había dejado de hacer cosas para chicos –cuenta– y me encontré con Alejandro Jodorowsky; él escribía los guiones para Moebius en Metal Hurlant y había visto mis historietas; fue él quien me convenció de abordar la temática gay, y fue gracias a él que hice mi outing en el comic.”
Copi había muerto en diciembre de 1987 y en la revista Gai Pied seguían llorando su pérdida y buscaban sucesor para sus páginas. Lo encontraron en Cuneo, que mostraba con un humor desopilante el ambiente gay parisino: los dark-rooms, personajes vestidos de cuero, tertulias de locas en los bares, saunas, playas nudistas, yiro en la vía pública, sex-shops y sida: “El sida era algo cotidiano, en la revista todos los meses se moría uno, y por entonces en las campañas de prevención era imposible hablar de preservativos porque te acusaban de proselitismo, de fomentar el sexo por el sexo. Pude hacer la primera campaña de prevención del sida en el ’94; habíamos hecho pruebas en el ’90 y ’91 y no pasaron porque en el Ministerio de Salud no las aceptaban”.
Todos aquellos dibujos se inspiraban en las salidas nocturnas de Cuneo. “Un tema muy apasionante, que además me obligaba a salir todo el tiempo a buscar material. Me decían: ‘¡Otra vez estás yirando!’. Y yo les contestaba: ‘¡Estoy trabajando, estoy trabajando!’. Así que me pasaba hasta altas horas de la noche ‘trabajando’. El fruto de todos esos años de ronda nocturna, sexo desbordante y alcohol salió publicado en un volumen de historietas, Y’a plus d’hommes.”
En octubre de 1992, una noticia conmocionó a los gays de toda Francia: el cierre de Gai Pied, que ya no daba ganancias y se sostenía apenas gracias al minitel, versión francesa del chat anterior a Internet. A los pocos meses apareció una nueva propuesta, la revista Têtu, una especie de Para Ti gay que parecía pensada para poder ser leída en la oficina o en el metro sin que nadie se enterara de las preferencias sexuales de su portador. Las historietas de Cuneo no encontraron su lugar ahí: “No tanto porque lo que yo hacía tuviera sexo explícito, o fuera zarpado, sino porque era humor, era sátira, y la sátira es muy difícil hoy en día en las revistas de glamour, porque justamente convertís el glamour en motivo de risa, tomás distancia de eso y te reís de vos mismo; no era ésa la política editorial de Têtu”. No obstante, Cuneo siguió dibujando historietas, algunas de las cuales logró publicar durante los tres meses de existencia del primer intento del diario Perfil en 1998, y luego todas juntas en un nuevo libro, Le mariage de Roberto (París, 1999): la intimidad de una pareja gay viviendo en París, una loca argentina y su chongo italiano y futbolero, vista a través de los ojos de su perro al que mandan al psicoanalista.
Después de muchos años de haber publicado historietas, Cuneo sintió la necesidad de un cambio: “El tema es que estaba saliendo mucho, la noche y el exceso de alcohol ya no me servían de inspiración, todo lo contrario, no podía hacer nada, no encontraba matices; entonces empecé a trabajar el color y la forma, la materia, la pintura”.
El resultado son sus cajas luminosas, que hasta ahora pudieron verse en algunas galerías de Francia, Holanda y Suiza. Si los temas de las legendarias historietas en blanco y negro de Gai Pied eran el descontrol, el sexo, las borracheras, los anuncios de contactos, en estas cajas tridimensionales y desbordantes de luz y color encontramos paisajes urbanos o bucólicos representados hasta el más mínimo detalle, los canales de Amsterdam transformados en pistas de patinaje sobre hielo, las callecitas de París, donde se pasean Divine y Rosy de Palma, los gays van de la mano y conviven en armonía con las señoras que vuelven de hacer las compras, los niños jugando y gatos paseando por los tejados. Cada caja es un pequeño mundo ideal, donde cada personaje vive su presente y detrás de cada ventanita podemos espiar una historia. Hasta que podamos tener las cajas en la Argentina, entren a la página de Cuneo, busquen los videítos de las cajas en YouTube y disfruten.
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