LUX VA A THE PALE BLUE DOOR
El amor a lo ajeno, lo extranjero y lo importado condujo a nuestrx cronista hasta un restaurante inglés en pleno San Telmo con anfitriona griega, chef americano, maitre chileno y, como postre, carne argentina.
Aeropuerto Internacional de Ezeiza, se anuncia el arribo de mi vuelo desde London, una ganga a no ser por las tres escalas y todas las escaras que me sacaron las 36 horas de espera. El que quiera celeste que le cueste, “y que se moje el culo”, agrega mi agente de viajes, siempre dispuesto a pasarme la esponja por poco presupuesto. Cuando el remisero munido con un cartel que decía SR (tachado con una cruz), SRA (tachado con la misma cruz) y Luz (con la z hecha una X) me vio llegar, me tomó por una mesa plegable para picnic y se me sentó encima. Luego de desatascar la pierna más proclive a los calambres y de argumentar cual promotora de ONG que soy un ser humano como tantos que no lo parecen, por fin me subió al carruaje donde me esperaban Gaby y Alvaro, uno de los dúos más chic en el mundo de las Putics Relations, como a ellos les gusta presentarse. “Qué necesidad de someterte a esta masacre de vuelo, Lux de mi Sohos.” Dijo uno. “Para qué ir a Inglaterra cuando Inglaterra no hace otra cosa que venir para acá.” Y esto rebalsó mi vaso patriótico del bicentenario: “Si me lo dicen, témpanos de la frivolidad argentina, por los ingleses que vienen a llevarse el petróleo de nuestras Malvinas, desde ya me parece una broma de pésimo gusto.” Never de los jamases, Lux, te juro que no sabemos de qué hablás y que no hay relaciones internacionales en la carrera de relaciones públicas, me dijo Gaby extendiéndome una invitación top y secret para el restaurante inglés e itinerante del chef, diseñador y bombón angloparlante Tony Honrecker. “De la realeza a su mesa”, me calmaron ambos dos. Porque Tony Hornecker, acotó Alvaro con su mejor cara de Google: “Es un reconocido artista inglés que suma adeptos gracias a su creatividad y a su talento para el diseño. Tony creó The Pale Blue Door, un elogiado restorán plegable, que luego de haber conquistado Londres, desembarca en Buenos Aires.” Cuando acotó que no hacen publicidad y que sólo llegan los del pequeño círculo, dije patitas pa’ qué te quiero y me puse tan cool como mis diseños de animal planet y mis tacones de corcho me lo permiten. Fue llegar a San Telmo, a la casona derruída mal, las mesas armadas mal, pálido fuego de lo que supo ser nuestro Sergio De Loff en los ochenta y ver a los comensales exclusivos, tan clase media piquetera asombrarse por el bulto de la drag queen asomando entre entrada y principal, y pedir a los gritos mis anteojos de Avatar. “Todo comenzó cuando Tony, seco como Lux, convirtió su propia casa en una instalación e invitó a unos cuantos amigos a comer. Bifecito en el baño, postres en el cuarto de servicio y ensaladitas en el lechio nupcial. Tragos, canilla libre a bidet abierto hicieron delirar al público londinense.” Con paciencia e imaginación, uno de los colaboradores étnicos de Tony me doraba la píldora mientras mis anteojos y el vinito me hacían ver todo lo viejo, lo repetido y lo usado, en 3 D.
Está visto que el ansia consumista abreva en lo freak, me lamenté ante los anfitriones quienes me aseguraron que cuando vaya a London, el restaurante va en serio y ahí sí que voy a ver lo que es bueno. . .
The Pale Blue Door se desarrollara entre el 25 y el 28 de marzo
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