LGBTTI
› Por Silvia Maddaleno
Carolina eligió una plaza formidable y colmada de árboles para encontrarnos. Me contó que bajo el árbol más petiso, hace pocos días, su novio le había propuesto matrimonio. Lleva seis años y pico con Oscar, y cinco semanas y un día de perderse en los brazos de Agustina, la vendedora de apuntes de la facultad.
–¡Energía sexual en estado puro! –soltó como adelanto apenas nos encontramos . Es ir todos los días antes y después de clases a comprar apuntes que ya tengo, o encargar para media facultad. Bueno, ahora ya no invento más, llego y le digo: “te vine a ver, preciosa”. Y ella sonríe. Después, cuando llego a mi casa no puedo creer lo que le dije. Yo, que era de esas que se avergüenzan de besarse en público con su novio. Me convertí en una zarpadita. Me la como con la mirada, y hasta la hago poner colorada. ¡Qué mujer, dios mío! Puedo estar horas con ella sin hablar, simplemente sentada al lado o acostada en la cama jugando con sus dedos y acariciándole las manos.
Carolina caminaba y hablaba al mismo ritmo. A mí me faltaba el aire. Cada tanto le pedía que nos sentáramos en un banco y accedía torturándome por mi falta de estado físico.
A Oscar lo quiero, me gusta y me voy a casar, nomás –dijo sin dudar.
El ritmo del paseo fue bajando. Nos detuvimos en la esquina.
Me dijo que Agustina está en pareja con otra chica, y no está dispuesta a dejarla, pero que ella tampoco está dispuesta a dejar a Oscar. Piensa que Agustina y ella pueden seguir viéndose, a pesar del casorio. No ve inconvenientes, todo lo contrario.
–Le dije a Agustina que me voy a casar, y me pidió que la invite –susurra con una mueca– Yo estoy bien, o eso creo. Estoy tranquila.
Ahora, se quiere casar con Oscar, de eso está muy segura. El semáforo peatonal se puso en blanco. Cruzamos. Le invité un café de paradas en el kiosco de la esquina. Me regaló un chocolate y me dijo que le gustaría que yo conociera a Agustina. Le dije que si quiere, un día arreglamos. Me pidió que lo hagamos la semana entrante. Acepté. Me mostró una lista gigante de invitados al casamiento, directorio que había que recortar por temas presupuestarios.
Me dijo que Agustina le recomendó una modista que no es muy cara, que la va a visitar en estos días. Me contó que los anillos los van a elegir con Oscar la semana que viene. El chocolate se me terminó. Caro me ofreció la mitad del suyo. Nos fuimos caminando juntas, chusmeando sin escrúpulos intimidades de chicas, y haciendo la lista de juguetes para el carnaval carioca.
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