ENTREVISTA
Tango, Poesía, Patria, Pueblo, Snob son algunos de los nombres de las colecciones que ha venido presentando Pablo Ramírez tanto aquí como en las pasarelas del mundo. La inspiración, el azar, el deseo, el amor y el matrimonio como un modo de hacer justicia son algunas de las cuestiones que ponen negro sobre blanco a la hora de hacer una historia personal, ahora que su marca cumple diez años.
› Por Damián Leonardo Martino
–Estoy preparando algo especial, porque este año se cumplen 10 años de mi primera colección con marca propia. Es por eso que voy a centrarme en esta década de trabajo, algo así como una especie de mirada introspectiva donde incluya un poco de todo y combine varios estilos. De alguna forma quiero hacer un festejo, ya que sobrevivir en esta realidad social y económica no es nada fácil.
–Simplemente, quiero que mis diseños vayan más allá de las épocas y las modas. El blanco y el negro garantizan que mis obras van a sobrevivir al paso del tiempo, porque son colores que nunca dejaron ni dejarán de estar vigentes.
–En realidad, mi pasaje a Francia fue gracias a un concurso que gané, organizado por la empresa Alpargatas. Para aquella ocasión diseñé uniformes escolares en tela de jean y la propuesta generó una excelente respuesta en el jurado, que compró toda la obra, me contrató y me trasladó a París. Yo quería trabajar, pero jamás pensé que mi entrada en el mundo de la moda se iba a dar de esta manera.
–El sello Pablo Ramírez llegó muchos años después y fue en marzo de 2001. En ese momento trabajaba para tres marcas diferentes, pero de todas ellas me despidieron. Es así como, sin saber qué hacer, me fui a Nueva York con una fotógrafa para estudiar y perfeccionarme, pero mis amigos me aconsejaron que arme un porfolio y salga a buscar trabajo. Así fue como empecé a dedicarme a eso, hasta que me llamaron de Argentina con una propuesta fuerte de empleo y decidí volver. Ya en el país me presenté en otro concurso, en el que utilicé los diseños que había hecho para el porfolio, pero no gané. Sin embargo, se hizo una subasta de los trajes que desfilaron, y el mío fue el más cotizado. A mí me llamó mucho la atención porque venía de trabajar con los lineamientos de la tendencia y lo que se usa, pero este traje surgía de algo que tenía que ver con mi fantasía; no respondía a ninguna necesidad de marketing. Por este motivo, la productora de ese concurso me dijo que yo tenía que presentar colecciones por mi cuenta y me dio un espacio para el desfile. Como tenía bastante plata ahorrada, no lo pensé mucho, compré las telas y empecé la colección.
–Mi primera colección se llamó Casta y en ella busqué un tema que me hiciera sentir bien y conforme. Por eso, armé una historia con una temática basada en el hábito monacal, de colores negros, súper elegante y con una profunda carga de misterio y sexualidad encubierta. Este era mi objetivo: la libido contenida en un cuerpo totalmente tapado. Aquello era todo lo contrario a una estrategia de venta, si no que conformaba parte de mis deseos y esencia. Así es como presenté la colección y fue recibida con pavor. Casta fue la primera de una sucesión de colecciones monocromáticas.
–Además de Casta, la temporada que más satisfacción me dio fue la dedicada a Manuel Puig. Mi intención era rendirle homenaje a este escritor que admiro profundamente y ha marcado mi infancia, adolescencia y despertar sexual. Es así como produje trajes que denotaran el principio de los ’40 y la vida mundana de la ciudad, utilicé un maquillaje que recreara Boquitas pintadas e incorporé varios elementos de fantasía.
–Desde muy joven leo sus novelas y me apasionan en todo sentido. Realmente, me siento muy identificado con él y siento que en su mirada reconozco la mía; la de un niño gay de pueblo que sueña con triunfar y hacerse visible o la de aquel homosexual que pretende cambiar las cosas, por medio del arte, en este mundo súper chato. Ese universo me parece súper fascinante. El homenaje tuvo que ver con esa identificación y con la intención de unir a los dos mundos.
–Sinceramente, yo fui siempre de la misma manera. No me ocultaba ni disimulaba lo que me pasaba, ya que siempre pensé que la homosexualidad formaba parte de mi naturaleza. Es por eso que muy pocas veces tuve que hacer aclaraciones o hablar con alguien acerca de mi orientación; todo ese tema fue algo que, por lo menos en mi entorno, se dio naturalmente y se percibió desde un principio. Obviamente, con mucha gente tuve que resistir y aguantarme gritos, golpes e insultos, pero a todos les pasa. Yo siempre tuve en claro que no iba a cambiar y siempre me moví en esa línea, aun cuando veía afectada a mi familia por las cosas que me decían.
–No, todo lo contrario (risas). Me enamoraba fácilmente de los chicos, pero con ninguno pasaba nada. Llegué a tener un número indefinido de amigos con los que tenía onda, pero nunca se producía el acercamiento (risas). El tema es que yo soy super tímido y cuando era más joven la única manera de engancharse a alguien era en un boliche. Como no encaraba y me mostraba inseguro y cerrado, no había forma de que nadie me venga a hablar. La pasaba pésimo y no entendía los códigos de la noche. Realmente, siempre me sentí de más y con una incapacidad tremenda para ponerme de novio.
–Sí, pero no puedo contar muchas historias más. Antes de mi actual novio tuve un brevísimo melodrama súper fugaz que sólo duró cuatro meses, pero fue la primera vez que alguien se enamoró de mí, lo cual me marcó enormemente. Hoy las cosas son bastante diferentes.
–La historia es bastante larga (risas). A mi actual novio lo conozco hace más de veinte años. Un amigo que tenemos en común nos presentó y yo quedé enamoradísimo. La cuestión es que a él no le pasaba lo mismo y, como solía suceder, se sumó a mi numeroso clan de amigos. Así fue como nos relacionamos durante mucho tiempo, aunque yo sentía que él era el hombre que siempre había buscado, aun antes de conocerlo. Años después ya estaba completamente resignado, más todavía luego de verlo casarse con una mujer y comenzar una nueva vida. Eramos muy amigos y él me confiaba todo, por eso no dudó en venirse a vivir conmigo cuando se separó de su casi flamante esposa.
–No. Comenzamos a convivir, pero él no tenía idea de lo que a mí me pasaba, ni tampoco había reflexionado sobre su vida y lo que deseaba de ella. Es así como, varios años más tarde, me encaró y me confesó lo que hacía rato le pasaba conmigo.
–Fue todo muy raro. Inmediatamente, su declaración me desconcertó; yo venía de mi anterior relación que, aunque fue fugaz, me marcó en muchos aspectos y no tenía en mente que algo así me fuera a suceder. Sin darme cuenta, había canalizado todo lo que me pasaba con él en la otra historia. Por otro lado, me pareció que su confesión estaba movida por la histeria y que él me buscaba cuando yo ya estaba ocupado. De todas maneras, no hicieron falta muchos días para que me decidiera a empezar con esta relación (risas).
–Sí, pero ése es un objetivo a largo plazo. Realmente, no me gusta para nada todo el tema del festejo y el quedar en el centro de todo, pero me casaría para hacer justicia. Considero y tengo bien en claro que los homosexuales debemos tener los mismos derechos que todos. Además, las parejas entre personas del mismo sexo existen, y que su unión no se encuentre protegida por la ley me parece un prejuicio bastante peligroso y muy complicado de vencer.
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