CODIGO RETRO
› Por Malva
Fue una tarde de perros, dicho vulgarmente. El frío calaba los huesos e hizo que el clima por momentos se hiciera insoportable. Pero valió la pena desafiarlo en esa explanada enrejada ya que nuestra Presidenta firmaría la puesta en práctica de la ley de casamiento igualitario. Bienvenido sea para los homosexuales este momento que nos promete una vida mejor. Vi entre la gente allí reunida a pocas caras conocidas y muchas desconocidas, pero evidentemente todas estaban ahí con un fin: celebrar el nacimiento de otro modo de vida dentro de un marco de igualdad. Percibí que a todxs los animaba un deseo: el de vivir de aquí en más una existencia distinta, con respeto por el otro, y que la aversión por el diferente sexual llegue a su fin. Percibí que después de que Cristina firmó la resolución, quedaba atrás una larga etapa de oprobio en que el desprecio y la rabia hacia nosotrxs, los homosexuales, dejaban de existir. Confieso que tuve ganas de llorar, pero de alegría. Había llegado para mí algo impensado, tal vez utópico, podía hablarles y mirarles a los que por largos años fueron mis enemigos: la policía. ¡Qué paradoja!, pues aquellos que en otros tiempos me llevaban presa por maricón, en ese momento me abrían solícitos las puertas de la Casa Rosada. ¡Cómo es esta vida y cuántas vueltas tiene! Bastó una ley para que nuestra identidad sexual fuera tomada en cuenta dentro del marco del respeto humano y, lo que es más importante, el derecho a vivir dentro de un Estado donde no existan los obstáculos. “Bendita sea la democracia cuando es participativa”, fue mi primer pensamiento, ojalá se afiance para no volver más a sistemas tabernarios. En ese momento de alegría no pude menos que recordar a todas las maricas que como yo vivimos épocas oscuras y que por dictados de la vida no pudieron disfrutarlo por no estar más en este mundo. ¡Cómo lo habrían disfrutado! Recordé las conversaciones que teníamos en Devoto, presas, injustamente humilladas. Esta alegría que en este momento siento debo compartirla con Provinciana, Lidio, Pantera... y los cientos y cientos de mariconas que no pudieron llegar a participar de este fausto acontecimiento. Desde el lugar o mundo en el que se encuentren, es posible que estén disfrutando junto a mí. Ellas, como yo, que tanto anhelamos la igualdad, pero que muchas se quedaron en el camino sin llegar a vivirla. Doy gracias a la vida que puedo estar entre quienes hoy la disfrutamos. Cuando llegue al mundo de los desencarnados, se lo contaré al detalle. Bienvenido sea para los homosexuales esta promesa de un mundo mejor, muchas gracias a todos los que, despojados de los eternos prejuicios, se animaron a decirle sí a esta ley. Es posible que traten de entorpecer su práctica, pero es cuestión de tiempo, pues llegará el momento en que el acostumbramiento vencerá a la duda. Vuelvo a reiterar, doy gracias a la vida por haberme dado la posibilidad de vivirlo a mi modo.
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