Vie 20.08.2010
soy

Duelo de progres

› Por Dardo Cátedra

Puerta de la Casa Rosada, 21 de julio. Se promulga la ley, hacemos cola para ver de qué se trata. Como si faltara un milagro, allí está ella. Donna se maquilla como siempre, tiene el mismo peinado de siempre y una sonrisa fija que no puede destinarle a nadie porque nadie la reconoce... Me vino a la memoria esa canción que le gusta a Pinti, “quedan los artistas, quedan los artistas” y por eso le di charla a Donna Caroll. Como retribución, recibí el triple de charla, no de ella sino de su marido (Oscar López Ruiz), a quien ni yo mismo reconocía, pero no importa, porque él lleva un CV bajo la lengua: porque el trabajó con “todos”, desde Susana hasta la Lobato, y por su trabajo siempre supo de esto, “nosotros hemos visto esto desde siempre, muchas parejas. Por eso sabemos lo importante que es”. A continuación pone en funcionamiento el “homofobómetro” para detripar a sus colegas que lejos están de su nivel de progresismo en sangre. Como rosa rococó de la torta, obvio, cae Mirtha. ¿Escuchó lo que le preguntó a Piazza?

Donna Caroll: –Mirtha siempre fue igual, le hizo la vida imposible al hijo Daniel.

Yo: –Lo que dijo Mirtha me dio rabia y tristeza. Me acordé de Daniel, que me hacía llegar a través de Delia Garcés los libros fotocopiados de Silvina Ocampo que estaban agotados. Y ella me dio pena. No se olvide que algunos homófobos también sufren. La homofobia es tan perversa que no perdona ni a quienes la practican.

Oscar López Ruiz: –(Con asco) ¿Así que para usted los homófobos pueden sufrir por discriminar? Nunca escuché eso. ¿Qué está diciendo?

Yo: –(Primer esfuerzo profesoral) Mire... por ejemplo, mi mamá tiene y tuvo miles de actitudes homófobas y, sin embargo, sufre mucho por no poder comunicarse conmigo... Eso les pasa a miles y miles de mamás y papás. El caso de Mirtha puede ser el mismo, con el atenuante de que –tal vez– a esta altura esa anciana no pueda controlar los esfínteres mentales, pero con el agravante –muy importante– de que es una fundamentalista anti-Kirchner y que ese día se vistió de anaranjado, como los fachos que habían ido al Congreso el día anterior.

O.L.R.: –(Más terco que Catita) Si esa mujer cargada de joyas no hablaba del hijo en la televisión era porque lo discriminaba, y no me diga que ella sufría por esto.

Yo: –Disculpe, señor, pero justamente es lo que quiero decir: ¿no cree que el ocultamiento le causaba sufrimiento? Le puedo asegurar que muchas veces los familiares homófobos son más víctimas de la homofobia que los mismos gays (que a veces, en comparación, la pasamos bárbaro).

O.L.R.: –Usted está confundido. El que discrimina, no sufre. Me parece que si una persona no tiene predisposición para estas cosas, jamás podrá identificarse con esta causa.

Yo: –Pero mire que la predisposición no es algo psicológico. Uno se predispone a pensar ciertas cosas cuando se comienza a hablar de esas cosas. Si no, no se entiende cómo es que cada vez más gente se identifica con el tema de la diversidad sexual. En la Primera Marcha del Orgullo éramos 200 personas.

O.L.R.: –¿Usted se cree de verdad que la gente acepta esto? No las acepta porque no son progresistas.

Yo: –Puede ser, pero están confundidos. Estar “confundidos” es un gran avance.

Finale. Antes de que me expulsara acusándome de protector de homófobos, intervino un pastor evangélico, de los buenos, dando un sermón en voz alta y dándome por lo bajo a entender que había onda conmigo. ¡Gracias, Donna! Para ir redondeando, hablamos un poco del país y del gobierno. Ahí fue cuando OLR me dijo que viven “a dos cuadras de Libertador” y que “hace tiempo que no veo más cartoneros”. Yo le dije que si le interesaba, podía verlos en el resto de los barrios de la Capital. “Bueno... pero esto es un avance... tampoco le podemos pedir todo a este gobierno” dijo muy convencido. Nos despedimos con besos y abrazos, unidos por la consigna de que hay que aunar esfuerzos para que Cristina o Néstor ganen las elecciones en 2011. El progresismo también es una bolsa de gatos.

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