Heterofriendly

La chica de lentes oscuros estaba sentada delante de mí en el coche de la línea de colectivos 151. Conversaba animosamente con su compañera de viaje, la ponía al tanto de las novedades laborales mientras que mandaba sms sin parar a sus nuevos clientes de la semana.

–Es que ahora estamos haciendo descuentos para parejas de gays y lesbianas; a los recién casados que nos contraten para la organización del casamiento les regalamos la noche de bodas.

–Qué bien, che. ¿Ahora conviene ser gay entonces?

–Bueno, mi jefe dice que tenemos que decir que somos heterofriendly.

–¿Ah, sí? ¿Y eso qué quiere decir?

–Quiere decir que somos heterosexuales, pero amigables con los putos y las tortas.

Las divinas

Los dos señores mayores más elegantes del barrio tomaban café y leían el diario, como todos los días en el bar de la esquina. Cuando levantaron la vista para pedir otra ronda, el mozo de rastas ordenadas y muy ceremonioso se acerca y propone como si de pronto se hubiera convertido en el dueño del local:

–Si me invitan a los confites, hoy está todo pago.

A lo que uno de los señores responde en voz alta, casi a los gritos:

–Antes éramos los putos del barrio, ahora somos “las divinas”. Ojalá mi madre viviera para oír estas cosas. Preparate para enero, así nos llevás los anillos...

No me dejen afuera

Con la mirada puesta en los churros crujientes, el pensamiento se detuvo en la fatal disyuntiva de si compraba con dulce de leche o pastelera. Mejor de los dos. La saliva ya me inundaba la boca cuando la señora panadera suelta uno de sus comentarios matutinos, especie de yapa que otorga siempre de generosa que es:

–Parece que Florencia de la V ya puso fecha para el casorio. Mi sobrino Alejandro, el que viven en Santa Fe, se casa en noviembre también. Yo dije: las chicas de la esquina ya deben estar por casarse. ¿No? ¡No se olviden que mis sandwichs de miga, son los mejores de la zona, eh! Les hago un buen descuento, no se preocupen.