Chloé es algo más que una película con escenas lésbicas y algo menos que un canto al deseo entre mujeres.
› Por Lilian Laura Ivachow
Empecemos por Julianne Moore o bien por esa belleza sin par que trasunta Julianne Moore en el último film de Atom Egoyan. No es frecuente encontrar en las películas imágenes femeninas libres de estereotipos. A lo largo de su historia, el cine ha magnificado enormemente a la mujer, pero más “para ser vista que para ser escuchada”, y ha construido imágenes oscilantes entre la “virgen” y la “bomba sexual”. Lo que se plasmó en la pantalla fue una mujer omnipresente, pero tan omnipresente como desdibujada.
Esto no sucede en Chloé. Con la mirada extraviada, lejana o concentrada, con el pelo recogido o suelto, con gestos precisos y de vertiginosa indecisión, Julianne Moore parece abrirse dentro de la película y crear otra dimensión.
Al momento, Chloé (remake de la francesa Nathalie X, dirigida hace siete años por Anne Fontaine) se está promocionando como película con escenas lésbicas. Siempre consciente y sólida con respecto a temáticas de género y sexualidad disidente, Moore ha participado en los últimos años en Las horas, Lejos del paraíso, la más cercana Un hombre solo o la aún no estrenada The Kids Are All Right; películas que en forma central o tangencial remiten a la homosexualidad.
Operación de promoción aparte, más que a las vicisitudes de las relaciones lésbicas, Chloé se ciñe a una atmósfera de permanente homo-flirteo regida por la prostituta que encarna Samantha Seyfried. Dentro de los espacios cool y calefaccionados que la película propone, todos los seres que habitan el film —sea el hijo de la protagonista, su secretaria o alguna camarera circunstancial— aparecen ostensiblemente sexuados. No en vano no hay ancianos y la prostitución se muestra como trabajo glamoroso. En este sentido, Chloé se queda en este permanente juego de seducción a veces mecánico, previsible y vacuo, y en un homo-flirteo que parece hecho para complacer al voyeurismo-masculino. Sin embargo, además de esta increíble Julianne Moore, hay otros aspectos para rescatar. La creciente tensión del film y el encuentro sexual de sus protagonistas que alcanzan, aun dentro de todos los convencionalismos propuestos, un delicado mundo propio.
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