NOTA AL PIE
› Por Raúl Trujillo
André Courrèges joven, recién salido de los talleres de alta costura de Balenciaga en París, amante de los deportes y seducido por los nuevos materiales sintéticos, su plasticidad y transparencia, su alucinante colorido y su resistente levedad, proponía al mundo su moda para la “era espacial”. Vogue lo reconocía así en el ‘64, ubicándolo en el imaginario al mismo nivel que el fenómeno causado una década antes con la llegada del New Look de Dior. La era espacial se imponía mientras la era del petróleo había puesto broche de oro a su monopolio, que ahora alcanzaba también a la industria de la indumentaria.
Tan copiados como los elementales modelos Courrèges, la silla Ball y la Tulip —1955 y 1960, respectivamente— del diseñador finlandés Eero Aarnio, con su estilo futurista, alimentaron el imaginario que luego los haría Pop. Hoy se encuentra en versiones de nuevos materiales o revisionadas como en las colecciones en policarbonato Louis Ghost de Strack, sin perder el acento vintage.
Saint Laurent decía a mediados de los ’60 que “el mundo no sería el mismo después de la presentación de la era espacial de Courrèges”. Y al otro lado del mundo nacía Astroboy, considerada como la primera serie de animé (1963). Un robot espacial con cuerpo de niño y sentimientos humanos creado por Osamu Tezuka, llamado “el dios del manga”.
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