ES MI MUNDO
Larry Levan en los años ’70 anticipó el protagonismo que el DJ ganaría como figura central en la discoteca. El Paradise Garage fue su base de operaciones y marcó un cambio definitivo en la historia de los clubes bailables, un emblema de la cultura queer de Nueva York, que funcionó entre el ocaso de la música disco y el nacimiento del house.
› Por Gustavo Lamas
Arribar a ese mojón ineludible para la cultura gay y disco que representó el Paradise Garage, con su inseparable figura emblemática Larry Levan, fue el resultado de un proceso que atravesó la historia de varios refugios de la diversidad que sentaron las bases de la cultura clubber y queer en la Nueva York de principios de los ’70.
La magia del local de la calle King Street no nació de un repollo y fue la cumbre de un derrotero que comenzó con Francis Grasso en The Sanctuary, quizás el antecedente más lejano del Garage. Para muchos, él es el pionero y principal antecedente del DJ tal como lo conocemos hoy, capaz de mezclar los discos y afrontar la pasada como una narración. Fue uno de los primeros eslabones en la cadena de los DJs y aquel club uno de los primeros en convocar al público gay que hasta ese momento no terminaba de encontrar espacios de pertenencia.
La salida del closet encontró nuevos estímulos y el público gay fue clave en la historia de lugares como The Sanctuary, The Loft y The Gallery, hasta desembocar en el mítico Paradise Garage. Imposible despegar esos clubes o tratar de entenderlos fuera del contexto cultural de la diversidad. Clubes que acompañaron la transición que pasó del extremo que prohibía a dos hombres bailar juntos, incluso a riesgo de ser detenidos por esa razón, hasta la gran liberación al encontrar en estos nuevos espacios un espacio de libertades inéditas donde los hombres se amontonaban en la pista para bailar en cueros como nunca antes. Empezaba la hora del salto hacia la visibilidad de la escena gay que se destapaba y alcanzaba un grado de libertad inédito hasta el momento.
Larry Levan, junto a su amigo inseparable Frankie Knuckles, giraban en torno a esta incipiente escena clubber. Así conocieron a otro de los pioneros, Nicky Siano, DJ residente del Gallery. Gracias a él, Larry pudo experimentar con las bandejas por primera vez. Sin embargo, su influencia más notoria fue Dave Mancuso, DJ y mentor de The Loft.
Ahí tomó conciencia de la importancia y el lugar que ocupa en el club el recorrido musical de la noche. Además, The Loft marcaría la diferencia en la forma de convocatoria que hacía funcionar por invitación y lejos de la parafernalia propagandística de los clubes convencionales. Era otro de esos espacios mágicos que facilitaban un entorno ideal para el encuentro entre las tribus de la diversidad. Por el criterio narrativo de sus sets y la forma de pasar discos, Dave Mancuso fue una de las principales influencias para Larry Levan: contar una historia, evocar sentimientos y crear una atmósfera en la pista, más allá de la técnica puntillosa o el enganche a la perfección. Esas sensaciones y experiencias vividas en aquel club fueron absorbidas tanto por Nicky Siano como por Larry Levan. Esa es la escuela a la que pertenecían y de la que se sentían orgullosos de continuar. Por eso, desde que era menor, Larry acudía al Loft para estudiar a Mancuso y su habilidad para generar una atmósfera musical nueva con la que te llevaba de la mano adonde él quería.
Si bien desde un principio Larry Levan apuntaba a introducirse en el mundo de la moda, en poco tiempo comenzó a prestar más atención a lo que podía generar desde una cabina y la combinación entre discos. Al momento de tomar finalmente las bandejas, ya había pasado por otros roles dentro de un club. Había aderezado el ponche en The Gallery y manejado las luces en el Continental Baths. Cuando tomó el mando como DJ contaba con una visión integral de la experiencia que significaba la discoteca. Ponía toda su personalidad al servicio de sus sets. Te terminabas dando cuenta si estaba de buen humor, cansado o con ganas de fiesta.
Para los habitués del Paradise, la discoteca era un micromundo en el que todos se dejaban llevar por la atmósfera y el viaje que proponía el DJ. Una comunidad movilizada por el baile, el sentimiento de hermandad y el espíritu de supervivencia al hostigamiento del mundo exterior.
Copiando el ejemplo de The Loft, la convocatoria se sostenía gracias al boca en boca. No existía la publicidad y eso es lo que determinaba su carácter under. Era literalmente un club porque debías tener carnet y número de socio.
Básicamente no importaba qué hacían esas personas fuera de ahí, o de dónde venían. Lo importante era que todos estaban unidos, juntos para disfrutar esa música tan única como maravillosa. Un lugar donde finalmente te podías sentir vos mismo.
Las estrellas del momento, cuando optaban por concurrir al Paradise, lo hacían lejos del glamour que imponía Studio 54. Acá no se trataba de una gran vidriera, sino de experimentar otras sensaciones, aquello de ponerle el cuerpo a la música. Grace Jones o Diana Ross podían estar en pleno dancefloor. Yoko también era habitué y su “Walkin on the Thin Ice”, el último tema que grabó junto a John el día del trágico asesinato, solía sonar en el Garage. Cuando Prince sacó “1999”, quería ir a escucharlo en el tremendo sistema de audio del Garage y en manos de Larry Levan. Se sentó tranquilo a esperar que sonara su música, pero el DJ lo tuvo esperando más de una hora sin tocarlo. El promotor discográfico que formaba parte de la movida le dijo a Levan que se iban a retirar y entonces el DJ no dejó de pasar temas de Prince durante una hora. Boy George cuenta en su biografía: “Nos hicimos amigos de Larry Levan y estábamos con él en la cabina donde se divisaba la pista de baile. Ahí era donde estaban todas las drogas. Me metí mi primera raya de coca en aquel oscuro capullo disco”.
El estilo de Larry Levan era bastante desprolijo y, muchas veces, optaba por los cortes bruscos entre tema y tema. Pero lo que lo hacía distinto no era su técnica puntillosa, sino su capacidad de narrar a través de la selección de discos. Se trataba de atravesar por distintos estados: el drama, la emoción y la euforia en una misma noche. Impresionar de alguna forma. A veces los excesos le hacían difícil mantenerse en pie durante sus sesiones, incluso podía abandonar el set en pleno para ir a tomarse algo y cuando volvía ponía de nuevo el mismo disco. Su público ya estaba preparado para este tipo de licencias que sólo se las permitían a él. O cualquier otra salida insólita, como esa vez que en lugar de arrancar pasando discos decidió poner una película con el club abarrotado de gente obligada a ver Un viaje alucinante al fondo de la mente.
Cuando Larry era residente en el Garage fue el boom de los 12”. Con ese formato explotó la idea de las versiones extendidas y las remezclas comenzaron a cobrar importancia como nunca antes. Levan no tardó en de-sarrollarse como productor y remixer. Por muchos años, su nombre en los créditos se convirtió en una garantía. Lo que él tocaba se transformaba en éxito: por ejemplo, una de sus producciones “Heartbeat”, de Tanna Gardener, era demasiado lento y al ponerlo vaciaba la pista. Pero Larry insistía en ponerlo. Al poco tiempo, todos amaban ese tema y en la disquería de la vuelta del club se vendían miles de copias.
El Paradise Garage abrió en 1977, en el pico de éxito masivo de la música disco (1977). A los pocos días se estrenaba Fiebre de sábado por la noche, y el furor iniciaba su declive. El DJ debía alejarse de lo que terminó siendo una música comercial, para bucear cada semana en sonidos nuevos. La resaca del disco fue una inspiración y la libertad de poder recurrir a distintas fuentes. Se abría un mundo de posibilidades. Por eso Larry armaba su combo con los clásicos de la era de oro de la disco music que habían sonado en El Loft y The Gallery: rock, pop, electrónica incipiente y música negra soul, rap o funk y las ediciones post-punk disco de principios de los ’80. Esa mixtura también empezó a denominarse como sonido “Garage”. Un gran paquete en el que convivían Yazoo, Lolettah Halloway, Steve Miller Band, Grand Master Flash, Gwen Guthrie, Marianne Faithful, Talking Heads y ESG, entre muchos otros artistas. Por eso Levan no tenía limites y sorprendía a los clubbers con temas inesperados y cosas que sólo él se atrevía a poner.
Los primeros trabajos en estudio de Larry como productor no se alejaban del sonido disco característico de otros productores de la época. Sin embargo, a principios de los ’80, al igual que otro pionero y amigo como François Kervorkian, comenzó a introducir máquinas de ritmo y sintetizadores. Así nacieron los Peech Boys, su trío que se completaba con Michael de Benedictus en teclados y Bernard Fowler en voces. De ellos nació un clásico de los clásicos de puro funk digital: “Don’t Make me Wait”. Esa es apenas una muestra del frondoso legado que dejó como remezclador y productor.
Para entrar en su mundo es básico remitirse a las pocas grabaciones que quedaron y se editaron de sus sets, incluido su kilométrico set final en el Paradise Garage. Pero lo imperdible está en sus cuantiosas producciones para Salsoul Records (Lolletta Halloway, Salsoul Orchestra, Instant Funk) y West End Records (Tanna Gardener, Loose Joints, Peech Boys, Sparque). Todos clásicos que siguen impresionando y siendo alta inspiración de la música bailable para siempre.
El Paradise Garage anticipaba la revolución del house así como también aparecieron riesgos inéditos en la escena que opacaban la utopía del amor libre y marcaban un límite en el uso de estimulantes. El sida, palabra desconocida por el momento, terminaría cobrando muchas vidas entre los clubbers, entre ellas la de Michael Brody, dueño del Garage, que decidió cerrar el mítico club en 1987 poco antes de su fallecimiento. La despedida del club fue una fiesta que duró dos días. El cierre fue fulminante para L.L., que pronunció su problema de adicción al punto de vender toda su colección de discos para poder seguir consumiendo. Hubo varios intentos de rescate, como cuando lo llevaron a Londres a tocar en el Ministry of Sound en el ’91 y una pequeña gira por Japón en el ’92 junto a Kevorkian, quien recuerda esos sets plagados de una nostalgia infinita y armado en base a canciones que anticipaban su despedida. Así fue nomás. Poco tiempo después, en ese mismo año, murió por una afección cardíaca alentada por el constante exceso de sustancias. Rápidamente se trasformó en mito. Siempre las muertes jóvenes son un atractivo para la mitología musical. Por eso, Danny Tenaglia afirmó que Larry Levan fue el Jimi Hendrix de la música dance. No se equivocó y así como el incendiario guitarrista sigue siendo un referente ineludible a explorar y experimentar para cualquiera que agarre una guitarra, nadie que se atreva a poner música en un club debería obviar fácilmente su historia.
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