LUX VA A MARLENE
Después de Contramano, Lux cambia de rumbo y se pierde en un local invisible que todas conocen y en donde se encuentra con la sorpresa de que no está solx a la hora de portar armas.
Yo no te puedo decir que a las chicas se les para, pero te juro que dura se les pone, se quedan duras como estacas, no hay Ricky Martin que las saque a la pista, almidonadas parecían las tortas en cuanto empezó el show de las strippers sobre la barra de Marlene. Porque las chiquitas, vamos, dos chicas en ropa interior deportiva que bailaban como si trataran de quitarse de encima el polvo que les caía quien sabe de dónde: un rato se sacudían las tetitas —al lado de ellas yo podría cubrir el desabastecimiento de todas las góndolas de Boedo—, en otro se agachaban para mostrar el culín y un tercer rato a hacer de cuenta que se tocaban sin tocarse. ¡Y podés creer que las miraban como si fueran Angelina Jolie y la Coca Sarli envueltas en llamas! Yo que me moría de amor por un cuerpo de cien kilos y un metro de pelo hasta la cintura solx en la pista, abandonadx, despreciadx por esas flacas que antes de besarse son capaces de hacer pucherito. Ahí fue cuando me atacó. Es que me atacó, no lo puedo decir de otra manera. Yo insistía con la cadera de mis sueños, la cadera de mis sueños se babeaba en la barra y detrás siento una voz de barítono que me moja la oreja. ¡San Sebastián de las cien porongas incrustadas! ¡Un chongo aquí, de corbata y zapatos lustrados! Algo así, no exactamente, muy sexy el/ella con su camisa explotando los botones del pecho. Aproveché el convite, si antes no la había calado era porque estaba en una mesa donde podría haber jugado al tute mi tía Enriqueta, que si algo tiene Marlene es un arco iris de edades que van de los 20 a los 75. Pero, oh sorpresa, calzaba arma mi galán/a, directo de la fuerza venía y no la puede dejar en el guardarropas, me dijo. Que me perdone, pero yo soy Lux de armas tomar en un sentido figurado, ni más ni menos. Así que enfilé otra vez a la barra, a ver a la chica del chalequito abierto, aunque la mayoría tenía chalequito abierto, o remera apretada y camisa arriba, mucho jean en esta noche, las tortas se habían empeñado en hacer destacar mi lamé dorado. Crucé entre las piernas deportivas de las del show y como en un pase mágico aparecí sobre la barra, que por suerte al lamé le había puesto zapatillas. Ahí estaba mi chica sin nombre, chalequito abierto, pelo corto. Decí que había ido con mis amigas sociólogas, más duras que tortas mirando un show. Qué sabrán ellas, por más trabajo de campo que tengan hecho. Vamos Lux, vamos, que vas a hundir la barra, me dijeron las muy sociólogas despechadas porque nada habían levantado. Y tuve que ir, porque yo soy así, amigx hasta en las peores circunstancias.
Marlene, Boedo 770, todos los días desde las 20.
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