ES MI MUNDO
Ciento por ciento divas: esculturales, alocadas y con egos desproporcionados, triunfaron en todos los escenarios, desde el mítico teatro Olimpia hasta el Carrousel de París. Pero además fueron luchadoras incansables de la causa trans y no dudaron en prestar sus cuerpos para las investigaciones médicas que permitirían, con el tiempo, la creación de las terapias adecuadas. Aquí, las historias de Christine Jorgensen, Coccinelle, April Ashley y Bambi, divas inigualables, verdaderxs pionerxs trans que escandalizaron al planeta por su sexualidad y lo maravillaron con su increíble belleza.
› Por Ariel Alvarez
En la década del ‘60, las revistas de moda más importantes de Europa querían tener a April Ashley en sus portadas. Su belleza misteriosa era ideal para retratar las fantasías más exóticas. Al nacer en el año 1931, era uno de los seis hijos “varones” de un padre tremendamente católico. No pasó mucho tiempo hasta que April se mudó a París, la ciudad eternamente más liberal. Allí, en la década del ‘50, se unió al elenco del mítico Carrousel de París, donde conoció a Coccinelle, su gran amiga. Fue ella quien le habló de Casablanca, de su operación y del Dr. Burou, y fue él quien le advirtió que el procedimiento podía incluso causarle la muerte. April siguió adelante y fue la novena persona en ser operada por el médico marroquí. Después de la intervención decidió retornar a Inglaterra, donde se convirtió en una de las modelos más importantes del país, apareciendo en publicaciones como Vogue, Queen, Harper’s Bazaar, entre otras.
Como actriz comenzaba a hacerse notar, había participado de la película The Road to Hong Kong, junto a Bing Crosby y Bob Hope, pero su nombre fue eliminado de los créditos cuando en 1961 el periódico Sunday People reveló que era transexual. Dos años después se casó con Sir Arthur Corbett, y se retiró. El matrimonio fue anulado por la familia de Corbett, debido a su gran fortuna. Esto sentó precedente para el régimen jurídico de lxs transexuales en Inglaterra hasta que la Ley de Reconocimiento de Género se aprobó en 2004.
A los 75 años, April Ashley sigue siendo dueña de una belleza increíble. Alejada del mundo del espectáculo, regentea un restaurante en Hay-on-Wye, un pequeño pueblo de Gales famoso por ser el “Pueblo del libro”, dada la gran cantidad de tiendas que venden libros usados. Haciendo honor al lugar, April publicó su autobiografía La Primera Dama en 2006 y da charlas sobre su experiencia. Se habla de una película acerca de su vida para este año, con Catherine Zeta Jones en el papel de April.
Cuando Bambi se unió al elenco del Carrousel de París en 1954, nadie dudó que llegaría a ser una gran estrella. Sólo con verla la gente quedaba asombrada. Su increíble belleza, mezcla de inocencia y mujer fatal, iba más allá de todo sexo. Nació en 1935 y su vida estaba en constante oposición: por un lado su deseo de ser una mujer y por el otro la dura condena de Isser, el pequeño pueblo argelino en donde vivió hasta los 16 años. Por aquel entonces en una ciudad muy cercana se presentaba una gira del Carrousel, con Coccinelle como cabeza de compañía. Se trataba del destino.
Tuvo que abandonar la secundaria, en el colegio las humillaciones eran constantes. Por las tardes se encerraba en su habitación a leer y estudiar, y a “esperar que un milagro hiciera de mí la mujer que era”. Todo eso quedaba atrás. En París triunfó de inmediato. Bambi (este fue el nombre elegido, ambiguo e inocente) debutó en el Carrousel a los 18 años y estremeció a todos. En 1960, dos años después de Coccinelle, viajó a Marruecos, donde se hizo operar.
Luego de la guerra de Argelia, Bambi regresó a su país decidida a cumplir sus deseos: quería su estado civil femenino, cosa que las autoridades argelinas conceden de inmediato. Se convierte en Marie-Pierre, nacida con sexo femenino. Mientras continuaba con sus shows pudo terminar la secundaria a los 33 años y logra entrar a La Sorbona. Tras dos décadas de actuación, abandonaba el Carrousel. En 1974 se recibió de profesora de Literatura en Cherbourg y dos años más tarde comenzó a enseñar en Garges–lès-Gonesse, ciudad en donde se casó y vive actualmente. En 2006, en reconocimiento a su carrera docente y a su lucha por la causa trans, fue condecorada con la Orden de las Palmas Académicas.
“Ex soldado se convierte en una belleza rubia”, decían los titulares de los periódicos de EE.UU. cuando Christine Jorgensen llegaba a Nueva York en febrero de 1953. De lado quedaba la guerra de Corea, el flamante gobierno de Eisenhower y la paranoia roja que abría las puertas a la Guerra Fría. Las palabras “cambio de sexo” en primera plana se transformaban en una obsesión de interés nacional que convertía al cuerpo de Christine en un nuevo campo de batalla. Los medios afirmaban que Jorgensen era el destinatario de la primera operación de cambio de sexo, cosa que no era cierta. Ya en la década del ‘30 se conocían las historias de algunas personas que en Alemania, de la mano del Dr. Magnus Hirschfeld, se habían sometido a estas intervenciones: la famosa artista danesa Lily Elbe era el caso más conocido. Lo diferente en Christine fue la terapia hormonal que recibió antes de las primeras intervenciones quirúrgicas en Dinamarca. Muchos años después se realizó una vaginoplastia, llevada a cabo por el Dr. Harry Benjamin, cuando el procedimiento estuvo disponible en EE.UU.
La historia de Christine fue una sensación en los medios, que comenzaron a escarbar su vida sin piedad. Desde cómo ese joven “frágil” del Bronx se había enrolado en el ejército para combatir en la Segunda Guerra Mundial hasta las preguntas más vulgares: “¿Las partes que se quitó están almacenadas en algún lugar como piezas históricas?”. Con su carácter directo y brillante, Christine daba batalla. La mujer que no dudó en ofrecer su cuerpo para las terapias glandulares y hormonales, que con el tiempo permitieron la creación de los tratamientos correctos, hacía frente a la guerra mediática: “No necesito las opiniones de los demás, yo tengo la mía propia”. Convertida, sin quererlo, en una celebridad, Christine comenzó una carrera como actriz de teatro y como cantante presentaba sus shows a lo largo del país. Fue la inspiración directa de Ed Wood para la película Glenn or Glenda y su autobiografía de 1967 se convirtió en el film La historia de Christine Jorgensen de Irving Rapper. Pero también usaba su fama para ayudar a otros. Participó en Paraíso no en venta, documental sobre la transexualidad del danés Teit Ritzau y convertida en activista durante los años ‘70 y hasta su muerte de cáncer en 1989, recorrió las universidades norteamericanas para hablar sobre sus experiencias: “Estoy más decidida que nunca a luchar por esta victoria. La respuesta no debe estar en pastillas para dormir, en los suicidios que parecen accidentes o en sentencias de cárcel. Está en la vida y en la libertad para vivirla”.
A mediados de los ‘60, en pleno franquismo, Coccinelle paseaba por Madrid en un deportivo descapotable. Estaba de gira y era su época dorada. Ciento por ciento diva, deslumbraba al público con sus actuaciones. Cuenta el mito que al finalizar sus shows no había aplausos, los espectadores se quedaban mudos. Ese era el efecto que causaba la belleza de Coccinelle y lo que la llevó a ser la primera transexual de fama mundial.
Nació en París en 1931. Cuando finalizó la escuela, a los 15 años, comenzó a trabajar como peinadora y a dar sus primeros pasos como bailarina. En 1953 debutó en Chez Madame Arthur y fue una sensación. Ese mismo año debe interrumpir sus actuaciones cuando es llamadx a cumplir con el servicio militar. Para ese entonces ya había cambiado su nombre a Jacqueline-Charlotte y había comenzado un tratamiento hormonal.
Una vez fuera de las filas del ejército, continuó con su carrera hasta que en el año 1958 viajó a Casablanca, Marruecos, para someterse a una intervención realizada por el Dr. Georges Burou. Su regreso a Francia fue un fenómeno mediático y social. Coccinelle (palabra en francés para “mariquita” que tomó como nombre artístico) cambiaba el paradigma de los símbolos sexuales de la época: era la estrella máxima del famoso Carrousel de París y el cantante italiano Ghigo Agosti le dedicó la canción “Coccinella”, provocando una gran controversia, pero sobre todo un descontento generalizado entre sus fanáticas. Su consagración llegó en 1963 cuando protagonizó la revista Cherchez la Femme en el Olimpia de París, donde llegó a compartir escenario con Edith Piaf. Grabó discos y actuó en las películas Nuit d’Europe, Interpol Attaque y Les Dons Juans sur la Côte d’Azur. En 1962 se encontraba en la Argentina haciendo revista en El Nacional cuando Enrique Carreras la convocó para protagonizar una escena del film Los viciosos: allí se la ve jugando con muñecas cuando un hombre le pregunta si no está muy grande para hacerlo, y ella responde: “Es que hace tan poco tiempo que soy nena”. Pero por sobre todo fue una luchadora incansable de la causa transexual. Fundó la organización Devenir Femme (Convertirse en Mujer) para brindar ayuda a las personas trans y también creó el Caritig (siglas en francés del Centro de Ayuda, Investigación e Información para la Transexualidad e Identidad de Género). Además formó el primer sindicato transexual en ser reconocido por el Estado de Francia y entre sus logros destaca la legalización del matrimonio para las personas trans, cosa que Coccinelle, como toda diva, supo aprovechar con sus cuatro matrimonios. Murió a los 75 años de un accidente cerebro-vascular.
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