SOY POSITIVO
› Por Pablo Pérez
El aire acondicionado empezaba a provocarle piel de gallina. “Tengo frío, señor”, dijo P suponiendo que T estaría ahí con él. Tras su queja, fue desatado y, siempre con los ojos vendados, fue guiado hasta una cruz de San Andrés. Reconoció la estructura en forma de X contra su cuerpo desnudo, su espalda quedaba expuesta. Se sintió tranquilo cuando sintió el picoteo que le provocaban la tiras de cuero de un flog, era el látigo de T que ya conocía y soportaba bien, T aumentaba la intensidad de a poco. Pero de repente sintió un latigazo que lo hizo sacudirse, era un látigo largo, siguió una larga sesión que resistió estoico: las marcas le ardían, el dolor lo hacía gritar, los gritos lo liberaban. T se detuvo y le sacó la venda de los ojos, lo desató y lo abrazó por atrás. El cuero contra su espalda fue el mejor bálsamo del mundo para P. Master X miraba todo sentado en un sillón, fumando un cigarro. A un costado, el esclavo español le lamía las botas a su Master inglés. La situación era la más morbosa que había vivido. Master X se acercó y P no pudo contenerse, se tiró al piso a lamer botas, parecía un perro cuando sus amos llegan de unas vacaciones. Lo pisotearon un rato y lo dejaron disfrutar hasta que Master X decidió que era el momento de un break. “Deseja comer algo ou beber?” “No, gracias, señor. ¡Quiero seguir!” ¿Querés ir al baño? —preguntó T—. Te tenemos una sorpresa, vas a quedar inmovilizado por varias horas.” “Sí, señor, quisiera mear.” Con la autorización de Master J, lo dejaron descargar su lluvia sobre el esclavo español. Ahora sí, el alivio era supremo. Después de una meada larguísima, Master X y T lo llevaron hasta una camilla sobre la cual había una funda de látex. “¿Y esto qué es?”, preguntó P, algo asustado. “Es una vacuumbed, no tengas miedo, yo te cuido”, dijo T. Lo hicieron entrar en la funda, le pusieron una máscara con un tubo para respirar, le pasaron la pija que quedó expuesta a través de un orificio, y la funda, por acción de una bomba de vacío, empezó a ajustársele al cuerpo hasta dejarlo inmovilizado. Por la máscara alguien le hacía aspirar poppers mientras otro lo masturbaba. Cuando estuvo a punto de acabar, lo dejaron ahí; el frío se le había pasado por completo. En aquel vacío sintió una gran soledad. Se puso a pensar en sus encuentros de bareback, nada era comparable a esto que ahora estaba experimentando, el mejor sexo que había tenido en su vida. Su mente empezó a divagar, pensó en el test de HIV que tenía que hacerse cuando regresara a Buenos Aires, en la sífilis que se había agarrado... la calentura empezaba a desvanecerse cuando sintió que a través de la máscara le llegaba el humo de un cigarro y una oleada más de poppers; una mano enguantada en cuero que lo masturbaba, una fusta que le golpeteaba las tetillas, una lengua que le lamía los pies a través del látex...
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