› Por Valeria Licciardi
La semana pasada se llevó a cabo la decimosexta Fiesta de la Vendimia Gay, catalogada como el lado B de la Vendimia oficial. El año pasado fui una de las participantes, por eso, como testigo y parte, quiero hablar de la ambigüedad que yo sentí: por un lado, todo es hermoso, con paisajes increíbles, gente maravillosa, solidaria y trabajadora, pero también hay mucha hipocresía. Se podría pensar que si hay un evento todos los años referido a la elección de una reina trans es porque la comunidad gay en Mendoza se siente cómoda. Pero eso sólo es teoría o suposición de turista recién llegado. El concurso parece ayudar a visualizar e insertar a chicas trans, pero no es así. Poniendo negro sobre blanco, se trata de un negocio, un evento de productores que facturan. No me parece mal; de hecho la fiesta, lo que se genera luego de la elección, es una buena propuesta. No sugiero que los realizadores tengan que ocuparse personalmente de ayudar a que las cosas cambien, eso es de cada uno. A mí me gusta pensar en política, eso quiere decir querer un país mejor y por eso escribo.
En el mundo exterior, las reinas cumplen una labor social, comunitaria y de servicio, en el mundo nuestro, consiguen entrar gratis en los boliches.
He convivido con las chicas del concurso, me contaban que se presentaban para ganar el premio, que no era sólo por ser reina y darle una caricia al ego, sino también por dinero. Una trabajaba en una metalúrgica con su padre, no le gustaba, pero era el único trabajo que podía conseguir; otra estaba aprendiendo costura, otra hacía shows y presentaciones, y otras se dedicaban a la prostitución. Pero todas deseaban el dinero ante todo, la posibilidad de cambio estaba allí. Una de ellas me dijo: “Me quiero poner una peluquería y largar la prostitución”; otra, para sentirse más aceptada en su casa, quería ayudar a su mamá a terminar la habitación. Cada una tenía un propósito de salvación. La fiesta termina, se elige a la reina y al otro día todo sigue igual. Chicas trans discriminadas, excluidas, socialmente marginadas de día, deseadas de noche.
¿Dónde está el cambio? Elegir a la más linda, fomentar el deseo sexual. Me acuerdo que el año pasado nos hicieron hacer un video y el productor nos pedía: “Las quiero bien perras”. En una de las pasadas, obligó a todas a pasar en traje de baño, cuando sabía que muchas no se sentían bien de esa manera. Después hicimos una pasada con vestido que, en principio, iban a ser prestados por “diseñadores prestigiosos”, pero que al final, como no prestaron nada los prestigiosos, debimos pasar con un vestido de jersey colorado que no le quedaba bien a nadie. No sé si querían realzar nuestra belleza estética o fomentar el morbo.
Me parece genial la frivolidad; yo soy frívola cuando quiero, como quiero y donde quiero. Pero también me parece que hay cosas con las que hay que ir con cuidado, sobre todo si estamos hablando de seres humanos, ¿no? Seres humanos buscando un lugar en la sociedad. Buscando ser aceptadas. Siento que he crecido y no quiero esperar para comunicar mis sentimientos. Creo que uno de los elementos más destructivos en las relaciones es nuestra incapacidad para dejar traslucir lo que sentimos.
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