LUX VA A LA PRESENTACION DE TODO LO QUE QUERES SABER PARA HACERTE UN ABORTO CON PASTILLAS EN LA FERIA DEL LIBRO
Lux quiso pasar un domingo de Pascuas en comunidad y así fue como llegó a la Feria del Libro para la presentación de un ídem que es best seller sin pasar por librerías. Imbuidx por el fervor de las causas justas, arengó y se dejó arengar. Es que si de algo sabe nuestrx cronista es de dar y de recibir, que la gracia está siempre en un buen equilibrio.
No podría decir que afuera estaba exactamente frío, aunque el otoño está queriendo apretar –y hay que dejarlo, a nada ni a nadie se le puede negar un apretón–, pero que adentro estaba caliente, estaba caliente. Era como un run run, como un qué sé yo qué, un murmullo que se depositaba en la oreja como la estela de humedad de una lengua curiosa y deseosa. Pero no era un secreto eso que circulaba, era todo lo contrario al secreto: el calor y el run run eran parte de la corriente eléctrica de la información circulando de boca en boca, de mano en mano, de tète â tète. Lo escribo y me caliento, inevitable, ser parte de una causa común me arde, me prende fuego. Y así estaba derritiéndome cuando un grupo variopinto de féminas empezaron a arengar desde la tarima: que el aborto con misoprostol es un procedimiento standard en cualquier hospital, que la Organización Mundial de la Salud lo recomienda por su bajo riesgo, que todas y todxs tenemos derecho a saber cómo hacerlo, que el libro es una herramienta para salir del oscurantismo a la luz, de la clandestinidad a la luz, de la tragedia a la luz, de la elite al pueblo, “¡Y del pueblo a la Lux!”, grité como poseídx por el espíritu de grupo y porque la llamarada de la emoción había llegado ahí donde ya no puedo contenerla. Alex Freyre me bajó de un manotazo que recibí como una caricia, que compartí mientras me sentaba a su lado y él quedaba azulado porque el manotazo se lo devolví pero en las partes empujando el termómetro de la Sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro al menos dos grados. Necesitado como siempre de usar la palabra, el marido original me arrojó de sus brazos a los de cinco muchachitos que enseguida me abollaron el bollo con cierto olor ¿a naftalina? ¿a lechita cortada, tipo eructo de bebé? Eyectadx, me proyecté hacia un grupo de jóvenes tortitas feministas que sacaban cuentas como máquinas registradoras: 5 mil libros vendidos, 20 mil descargas de Internet, dos personas por libro por lo menos; no, mejor tres por libro o cuatro o cinco... “¡Aborto seguro y popular!” gritaron las chiquitas de crestas enhiestas, consigna bien recibida por el panel que presentaba el libro y que con un dejo de mínima nostalgia recordaron cuando la consigna más escandalosa era “anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Y qué cosa que un grupete de tortas haya sido el que avanzó en hacer revoluciones por mano propia, “bueno, lo de revolución me pertenece”, le dije al oído a uno de los muchachitos de la lechita acumulada que quedó tan rígido con mi cercanía que ya me estaba relamiendo cuando me entretuve charlando con Alba Rueda, que también estaba ahí con su DNI en la mano y no porque me viera pinta de rati, vade retro, eso jamás, sino de puro contenta porque ahora ahí dice su nombre. Sí, sí, de la tele; en algún noticiero había visto a Liliana Hendell, así que me abrí el escote frente a ella y le pedí que me firmara el pecho. Lástima que no encontró birome y se negó a hacerlo con la uña. Por suerte me rescató Marlene, que ya bajaba del escenario después de su alocución y me hizo sanguchito con el rey mapuche de Cristian Alarcón y así nos fuimos lxs tres escaleras abajo y felices de haber participado, sudado, abrazado y arengado la causa nacional, popular, de salud y soberanía personal cuando el muchachito de olores rancios vino volante en mano a explicarme las cosas horribles que podrían pasar en el cuerpo de una mujer si usara la pastilla que recomienda la OMS para abortos seguros. ¡Ese era el olor del joven! ¡La tenías acumulada, mi amor! Le dije al oído mientras lo arrastraba al baño y el blanco de su cuello se iba tornando de un color más amable al ojo humano. Me dijeron que sus amigos lo buscaban, él, se los dice Lux, no se dejó encontrar.
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