ES MI MUNDO
Pionero del cine queer y undergorund de Francia, Lionel Soukaz (1953) vuelve a la carga, cámara en mano por las calles de París, mientras visita con Soy viejos reductos y recuerda aquellas películas eróticas que escandalizaron al público y avivaron a los censores de los sesenta, y que tuvieron a dos amantes suyos, Copi y Guy Hocquenghem, como actores atípicos y de lujo.
› Por Guillermo Bravo
En este restaurante japonés, donde se come bien por apenas 10 euros, el mejor menú es el Tonkasu. Me lo dice Lionel Soukaz en esta especie de guía por su ciudad y su mundo. Lionel es un personaje histórico de Francia, del cine, del cine militante gay. Director de películas como Race d’Ep (que en inglés se tradujo como El siglo gay, en argot), Maman que Man (en la que interviene Copi, en el papel de padre de Soukaz) o Ixe, que fue clasificada como XX por sus escenas de sexo homosexual, y por lo tanto marginada del circuito comercial en los sesenta. Bueno, agrega Soukaz, también Race d’Ep fue censurada, pero una carta firmada por Foucault, Barthes, Deleuze, Sartre, Simone de Beauvoir, entre otros, la sacó de apuro. Soukaz fue además en su tiempo uno de los productores más jóvenes de Francia, animándose con películas experimentales, que como era previsto, fueron una ruina económica. Salimos del restaurante japonés y nos paseamos por el barrio gay de París, vamos a Le Vagabond, lugar de drague de aquellos años... Hay otro bar, Le Sept (ahora es un bar brasileño), que también era un lugar de drague gay, pero más chic. “Del Vagabond nos íbamos al Royal, que durante el día era un bar burgués, pero de noche era para las locas.” Y allá vamos efectivamente al Royal, que está a unas cuadras, yo atrás, Soukaz adelante, quien muy seguro encara al mozo: “En los setenta ¿acá no había una barra que cruzaba en círculo? ¿Lo modificaron?”. El mozo se ríe: “En los setenta yo no había nacido”. Es en esa misma barra, que ya no es circular sino recta, que se desarrolla buena parte de Race d’Ep. En esa misma barra, Guy Hocquenghem intenta levantarse a un rubiecito que... Bueno, no voy a contar el fin de la película. Sólo agregar que en esa barra salta Copi, se emborracha, en una de sus pocas actuaciones cinematográficas. (Copi odiaba el cine y Lionel fue uno de los pocos en convencerlo).
–No es que tengan que hacer películas de homosexuales. Lo que pasa es que en un tiempo era muy reprimido y era nuestra manera de salir del closet. Además yo siempre reflejé con mi cine mi propia vida. Si mi vida es una vida de homosexual, las películas también. Los heterosexuales también hacen películas de heterosexuales. ¿No?
–Me empezó interesar el cine de chico, en la cinemateca de Chaillot, donde pasé gran parte de mi adolescencia. Además, a los 16 me ocupaba de un cineclub en el Liceo Turgot. El cine fue siempre para mí un lugar de refugio. Estar en la oscuridad, rodeado de desconocidos es una gran experiencia. Cuando éramos adolescentes, yo y unos amigos rodábamos con cámaras súper 8 de nuestras tías o parientes que usaban para filmar sus vacaciones y con eso hacíamos cortometrajes. Esas fueron mis primeras películas. En los setenta organizábamos festivales y los llevábamos de ciudad en ciudad. Yo vivía de eso. En esa época hice Boy Friend y Le sexe des anges, que fue mi coming out.
–Al principio yo me había cambiado un poco el nombre, para que mi papá pudiera decir “no es mi hijo, es otro”. Pero después me di cuenta de que no había arreglo. Mi padre lo vivía muy mal, tuve muchos problemas con él hasta su muerte. Mi madre murió cuando yo tenía veinte años. Fue muy duro para mí, ella era mi cómplice. Yo escondí mi homosexualidad hasta mis veinte años. La famosa doble vida, una de heterosexual, otra real.
–En el cine experimental hay una “experiencia”, hay algo de alguien. Además el cine experimental es más personal y más pobre y marginal. Yo siempre me sentí cerca de los marginados. Creo que los homosexuales siempre estarán del lado de las minorías. Y además hay una razón para elegir el cine experimental y es que soy muy malo para conseguir financiamiento. Con poco dinero, no queda otra. Siempre hay concesiones a hacer. Inclusive si se hace un video y se pone en YouTube o dailymotion te ponen publicidades o te censuran la mitad. Será que uno tiene que elegir qué concesiones hace y cuáles no haría nunca.
–Primero, fue mi encuentro con Guy Hocquenghem, que fue uno de los grandes amores de mi vida, junto con Copi, que también participa en la película. Fue una de las primeras películas homosexuales francesas hecha por homosexuales. Contamos la historia de la homosexualidad desde la invención de la palabra en 1860, reflejando cómo había servido para sacarnos de las prisiones y ponernos en manicomios. La película fue censurada, tuvimos que cortarle más de veinte minutos, pero así y todo pudimos hacer el film que queríamos.
–Sí, con Ixe hice todo lo que nos habían censurado en Race d’Ep. Fue una provocación, una investigación en torno de lo pornográfico. También influyó mi experiencia con las drogas. De alguna manera hice esa película para dejarlas. Una terapia. Aun hoy cuando veo la película me siento mal. Como digo, fue una terapia. Fue la más dura de mis películas. La más crítica y cómica también.
–Por un lado la ruina económica. Ixe fue un fracaso a nivel de recaudación. Estuvo prohibida en todos lados y tuve que cerrar mi productora. Pero además tuve un período muy oscuro, debido al sida. Todos mis amigos más cercanos murieron a fines de los ochenta de sida. Tuve un período de mucha felicidad y trabajo, desde los veinte a los treinta. Después, con la muerte de mis amigos, perdí las ganas de trabajar.
–Cuando mi novio Herbé se enfermó, quise registrar los últimos momentos de su vida. Después seguí con mi propia vida, con la de mis amigos. Registrar un mundo que creía se acabaría pronto. Ahora tengo más de dos mil horas de video. Siempre tengo una cámara cerca (de hecho una lucecita roja nos vigila encendida al lado del vaso) por las dudas.
–Conocí a Copi en 1977 gracias a Guy Hocquenghem y estuve cerca suyo hasta su muerte. En el grupo también estaba Raúl Escari. Muchos años después conocía, creo que en un baño, a Pablo Pérez. A través de él encontré un lindo grupo de amigos argentinos, Diego Vecchio, Cuneo, como si me los hubiera enviado Copi. Ellos me dieron ganas de volver a filmar.
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