CAFE CONCERT
Llegada desde Brasil, desde París, desde el más allá, la artista travesti Divina Valeria se presenta en el restaurante Lelé de Troya y arde ídem cuando ella canta y pasea su glamour, tan cerca, mesa por mesa.
› Por Fernando Noy
Dentro de la fulgurante historia del arte travesti, Divina Valeria aparece en Buenos Aires convertida en una figura internacional definitivamente mitológica. Quienes tuvimos el placer de descubrirla, sabemos de lejos de dónde vienen esa voz y esa figura excepcionales con las que fascina hace décadas. En 1964 formó parte de Les Girls, el primer grupo de artistas transformistas, ahora legendario, de Brasil.
–Ese mismo año fue el golpe militar. Pero a pesar del horror, el éxito del espectáculo fue increíble. Nos fuimos a Uruguay, descubrí allí Punta del Este, teníamos dos funciones diarias de viernes a domingo. Por supuesto, intentamos debutar en Buenos Aires, pero aquí en 1966 fue imposible.
–Al tercer año decidí irme sola a probar suerte a España. En mis valijas llevaba un arsenal de plumas, joyas, strass, vestidos maravillosos. Pero allí, de nuevo lo mismo. España sufría la feroz dictadura de Franco y había una ley que prohibía específicamente los espectáculos con figuras travestis.
–Bueno, ella ya se había operado, y además de ser reconocida internacionalmente, tenía documentos de mujer, incluso estaba casada por Iglesia y todo. Podía hacer lo que quisiera.
–Bueno, en plena rambla de Barcelona existía el night club llamado Panames, y allí el dueño me propuso cantar. Pero vestida de hombre. Acepté, qué iba a hacer. Ahora pienso que esa fue en realidad la única vez que practiqué el travestismo...
–Porque al poco tiempo me invitaron a La corte de Nerón, un espectáculo donde justamente aparecía Coccinelle. Ella vino una noche a mi camarín y a los pocos días recibí una recomendación firmada por ella para trabajar nada menos que en El Carroussele de París, templo universal del arte travesti. Viajé, debuté enseguida y a los seis meses ya estaba de gira por Japón, Bangkok, Teherán, Beirut y, por supuesto, toda Europa. Más que un sueño.
–A mi amiga Jean Seberg, esa especie de icono de la Nouvelle Vague que ya había protagonizado la versión de Buenos días tristeza, de Françoise Sagan, y militaba a favor de las Panteras Negras. Era una criatura irresistible que me traía regalitos y flores siempre y luego salíamos a trasnochar. Recuerdo también a Anita Ekberg, con quien hicimos un desfile en Roma sobre una carroza tirada por cinco caballos blancos.
–Hubo un flechazo mutuo con cierto conde italiano. Hasta que me mudé a su residencia. Disfruté del lujo y de los nuevos amigos. Un día estábamos por Venecia y me acuerdo como una revelación que mientras mi novio cantaba, yo no podía dejar de mirar al gondoliere que me guiñaba un ojo. “¡Ahora qué hago con el conde!”, me dije. El amor es el rídiculo de la vida, dijo la genial Dalva de Oliveira y por algo lo dijo.
–Bueno, para eso vengo ahora. He insistido muchas veces, no te creas que no. Sofovich, por ejemplo, quiso contratarme hace años como vedette para el Maipo, pero ni siquiera él logró el permiso en plena dictadura. En esos años, Buddy Day, dueño del Teatro Liceo, me contrató para viajar a Chile con la extraordinaria Fetiche, estrenamos con gran suceso en el clásico BimBam Bum. Estuve casi un año sin revelarle a la prensa mi secreta condición.
–Igual, en el fondo, yo me considero una artista totalmente independiente de su sexualidad. Cuando subo al escenario, o incluso cuando subo a la vida real, nunca me ando cuestionando si soy hombre, travesti o mujer, me siento un ser humano con el don de cantar y eso es lo que le ofrezco al público. A la vez creo que tantas limitaciones y luchas me terminaron haciendo más fuerte. Hubo muchos obstáculos pero terminé haciendo siempre lo que yo quería, aunque para eso tuviera que volar de país en país y dejar al conde a un lado. Ahora todo ha cambiado por suerte.
–Mi amigo Antonio Gasalla seleccionó un repertorio que espero disfruten como yo. Sin saberlo, Antonio convocó al pianista Gerardo Spano a quien yo quiero tanto y había trabajado hace mucho. Así que estoy en familia. ¡Gerardo tiene una hija a quien le puso mi nombre! Como ves, todo se conjuga de una forma mágica. Espero lograr ahora que esta ciudad, o al menos un cachito de ella, sea para siempre mía.
Yo soy el show se presenta miércoles y jueves a las 22 en Lelé de Troya. Costa Rica 4901. Reservas: 4832-2726.
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