TEATRO
Leandro Gazzia se hace cargo de la herencia perdida del café concert y palabra trans palabra, sin descanso y sin tregua, donde pone el ojo pone la crítica.
› Por Leandro Ibáñez
Desbocado, autoría y dirección de Gazzia, retoma el género setentoso, hoy reemplazado por el importado stand up y el trivial café musical, y con pasión verborrágica lo actualiza y le suma valor. Escenario desnudo, un único micrófono en el centro y algunas sillas que van y que vienen, son elementos suficientes para darle marco a un show inteligente y mordaz. Un grupo de cuatro elegantes bailarinas lo acompañan, que con destreza y gracia llevan el ritmo de las coreografías que el mismo Gazzia elaboró.
Con la ligereza verbal que caracterizaba a los protagonistas cómicos de los años `70, este sucesor no ahorra saliva y pone en evidencia a toda esa nueva farándula vedetonga que busca sus quince minutos de fama durmiendo con tal, soltando una teta en el horario central, siendo filmada succionado el miembro de fulano o denunciando el acoso recibido por mengano, y todo esto siempre frente a la justicia de la no-ciega cámara televisiva. El discurso político no está ausente, como en todo buen café-concert, y aquí la demagogia de los presidentes y funcionarios es puesta en ridículo y bastardeada una y otra vez. Hasta una exuberante caracterización de la Argentina se hace presente y pretende ingresar al plantel del Primer Mundo en un hilarante concurso pop. Por suerte los credos religiosos, los clásicos y los modernos, tampoco quedan fuera del ojo crítico, y los cachetea en las dos mejillas. Entre monólogos y pasos de baile, Gonzalo Alvarez y Vanesa Martínez —el dúo de voces que completa el elenco—, cantan de viva voz y actúan la letra de Benedetti, poema inmortalizado por Mihanovich, para destripar frente al público al amor especulativo, al amor mentiroso.
Continúa el protagonista con gallardía y cintura y mientras sigue dialogando con sus atentos espectadores, se trasviste como el más hábil de los transformistas. Cueros y látex, stilettos y corsé, se vuelve una dominatrix, una remembranza de aquella curvilínea Victoria Abril vestida por Jean-Paul Gaultier para el film de Almodóvar, Kika. Y con semejante erotismo y sex appeal, como no podía ser de otra manera, el sexo y el placer toman el control del cuadro musical.
Gazzia se define a sí mismo como un ser raro, diferente, distinto al resto de los artistas y de la gente. Es en Desbocado que juega con esa imagen propia y donde, sumando lo mejor de sus predecesores a su originalidad creativa, manifiesta la mirada ácida con la que ve el mundo. Una mirada crítica que sale de todo cauce —desbordada, desbocada—, que a todo llega y a todos moja.
Desbocado.
Jueves 21 hs.
Molière Teatro-Concert. Balcarce 682
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