Se acaba de estrenar en San Francisco el documental de Daniel Weissman We were here (Nosotros estuvimos aquí), que recupera para los más jóvenes un testimonio crudo de lo que fue “la era del sida”.
Por pudor, por dolor, por no echar más leña al fuego del estigma, los años en que hubo más funerales que cumpleaños han quedado bastante relegados de los registros documentales y también de las ficciones. Pasar los 30 años parece ser una buena medida para activar el trabajo de la memoria sin que tiemble la mano de lo políticamente correcto. We were here documenta el impacto del sida en la comunidad de San Francisco a través del testimonio de cinco personas que amaron y perdieron amores en esos años. Un artista, un activista, un florista, una enfermera, un voluntario que se ocupó de acompañar los últimos momentos de quienes fueron condenados a morir ante el terror de los mismos médicos. Uno de los testimonios más desgarradores cuenta que perdió dos novios y prácticamente a todos sus amigos. La enfermera, que se ufanaba de no haber llorado nunca en su vida, se descubrió entonces llorando al menos una vez por día por cada muerto. Mucho dolor, muchas tumbas y mucho espíritu vintage en este documental que se destaca sobre todo por la intención o las consecuencias del trabajo, que el mismo director esgrime: “Creo que los jóvenes que ven esto se encuentran con un mundo desconocido. Y que además es el mundo que no saben cómo explicarles a sus novios actuales, esos viejos que fueron jóvenes en los ’80. Da tedio y muchas veces pudor comentar el pasado con palabras de ex combatiente. Los chicos hoy saben que tienen que usar preservativo y han oído hablar de una frase que para nosotros era ciencia ficción, “el sexo seguro”. Pero no tienen idea de lo que fue convivir con la muerte, esa sensación de estar en el medio de una guerra”. Los tratamientos exitosos cambiaron la perspectiva y levantaron la condena de muerte, pero eso no significa que cierta complacencia, falta de discusión y problematización sobre el tema haya disminuido. “Creo que lo que más les asombra es la potencia comunitaria de esos años, eso es algo que tampoco se puede contar. A su vez, como el look de los ’70 se parece bastante a lo que se usa ahora, en un punto, ellos pueden verse reflejados en la pantalla y preguntarse, de pronto, “qué habríamos hecho nosotros”. En lo que vino después, en lo que se hizo con el sida, con la epidemia y con su estigma, justamente está la clave del futuro mejor que hoy todos conocemos.
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