› Por Diana Sacayán
Una Ley de Identidad de Género no me va a cambiar la vida.
Pero sí va a ser una bisagra para reclamar otros derechos de los cuales nosotrxs no gozamos.
El texto de la ley que se trató el miércoles es uno de los más avanzados en el mundo. En el proceso de su redacción, la militancia trans avanzó y produjo objetivos y demandas que estaban en nuestra agenda. Creo que somos uno de los movimientos más políticos, por lo menos de Latinoamérica, pero también me parece que este texto de ley sigue respondiendo a los parámetros de la binariedad hombre-mujer, con todo el costo que esto nos significa a nosotrxs: la violencia, las agresiones, nuestra identidad travesti latinoamericana y pobre vulnerada.
No creo que exista un movimiento trans.
Pero sí existen militantes, activistas, personas que pelean por esto. Somos un grupo de personas que sin denominarnos bajo una sigla hemos realizado un trabajo colectivo que deja como resultado esta ley. Desde el activismo hegemónico nos querían imponer un proyecto de ley que por supuesto no representaba nuestros deseos, somos pocxs los militantes trans que hicimos presión, pero lo logramos y eso nos cambió.
Nosotras desde el Frente Nacional para la Ley de Identidad de Género hemos discutido mucho para que en el proyecto se incluya la eliminación de la palabra sexo del documento, pero por algunas cuestiones y por mayoría ganó la otra posición, pero por supuesto que acompañamos.
Somos pocxs activistas: Lohana, Marlene, Mauro Cabral, Fernando Rodríguez, y nuestras aliadxs Paula Viturro, Claudia Korol, Diana Maffía, por nombrar algunxs. Gente que nos ha ayudado a pensarnos y repensarnos como personas trans. Este Frente sintetiza la necesidad de poder reunirnos y como tal representa este proyecto de ley.
Pero la vida sigue. Me preocupa que mis compañeras travestis tengan tantas dificultades en su salud por la aplicación de silicona industrial: este proyecto de ley asistiría a través del servicio de salud para que estas muertes dejen de suceder (una de las primeras causales de muerte en la población travesti y trans). Pero después va a haber mucho trabajo para hacer, con los médicos, con los residentes, de manera que la ley es un paso nada más, después va a venir un arduo trabajo para demandarle al Estado el acceso a los derechos básicos.
Esta es una ley de derechos humanos. En este sentido nos hemos podido pensar, porque en el imaginario travesti no existe atravesar el paso por una institución de salud.
Violar nuestros derechos es también violar los derechos humanos.
También tenemos que avanzar en el reclamo para otros derechos, como el empleo. Nosotras hemos creado la cooperativa de trabajo Silvia Rivera y el Estado nos otorgó un número de cooperativa, ya tenemos una personalidad jurídica, estamos en pleno tratamiento para tomar los cursos de capacitaciones, pero no lo podemos hacer porque no tenemos un espacio físico. Esto tampoco va a cambiar, de manera que, como dije, mi vida no va a cambiar con la ley.
Nuestro deseo ideológico y profundo no se va a concretar con esta ley: nuestro deseo es ser libres.
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