ENTREVISTA INéDITA
Copi concedió esta entrevista en el año 1971 en París a un estudiante universitario (Michel Buteau) que preparaba su tesis sobre la historieta en Francia. El autor, quien para entonces era muy reconocido como dibujante por su tira La mujer sentada, que se publicaba en Le Nouvel Observateur, responde aquí, casi como un monólogo, a preguntas sobre su vida y la de su personaje
Traducción: Guillermo Bravo
Nací el 22 de noviembre de 1939 en Buenos Aires. Copi es un sobrenombre que heredé de infancia, no sé por qué pero es una costumbre muy argentina ponerles a los niños sobrenombres que no tienen nada que ver con nada, nombres inventados, como los nombres de perros. Mi padre era diputado. Cuando él era joven, se dedicaba a la política. Dirigía un diario en Argentina, se llamaba Crítica, un diario radical de izquierda en los años... Bueno, antes del ‘45. Estuvo exiliado durante todo el período de la presidencia de Perón, durante toda la dictadura peronista. Es por eso que me fui de la Argentina cuando tenía seis años. Vivimos en Brasil un año, en Uruguay algunos años y después vinimos a París. Lo de Haití es un invento de Cournot (1). Cournot es muy fantasioso... Los dos años en París fueron mi quinto y sexto año, en una escuela que se llamaba Cours Chaveau, al lado de Jeanson de Sailly. Después volví al Uruguay y con la caída de Perón volvimos a la Argentina con toda mi familia, en esa época mi madre y los tres hermanos. Yo soy el mayor. Mi hermano es fotógrafo y vive en Argentina. Mi otro hermano pinta, trabaja en la publicidad un poco, dibuja muy bien y vive en Argentina.
Mi padre no ha parado nunca. Quiero decir, después de nueve años, volvió a la política, y mientras estaba exiliado, era pintor, después se dedicó a la escultura, escribió dos o tres libros, y ahora está escribiendo una obra de teatro. Es muy bueno.
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía quince años. Los dos se casaron nuevamente. Mi padre varias veces, esta es la tercera. Los dos son muy cambiantes.
Casi no he ido al Liceo. Creo que he hecho solamente un año completo. Hice dos años enteros de escuela en total. Un año entero aquí, el sexto. Un año en Uruguay y el resto... Mis padres siempre decidían mudarse en la mitad del año escolar. En Argentina pasé todos los exámenes sin haber ido nunca al Liceo. En aquella época yo tenía una memoria monstruosa, que perdí después. ¿Autodidacta? Sí. Desde la edad de trece años siempre he escrito. Era muy malo, evidentemente.
Creo que no tuve una infancia muy feliz. No sé, una infancia infeliz burguesa un poco reprimida. Yo no era desdichado en el sentido de que mis padres fueran unos monstruos o algo así, al contrario. Creo que tuve una infancia infeliz como todo el mundo, como todos los burgueses. Lo único un poco particular de mi infancia es que nunca estuvimos estables en ninguna parte. Mi papá es alguien que tiene una especie de locura por los viajes, realmente es algo insensato: pasa su vida instalándose definitivamente en diferentes lugares. Eso le dura más o menos un año y después se va a recomenzar su vida en otra parte. Por ejemplo, a mi padre se le ocurre hacerse pintor y se deja crecer la barba y vivimos en un taller polvoriento en Montparnasse, lo que hace para mí y mis hermanos como un divorcio con ciertas cosas, ciertas tradiciones. Y después, pasás de Montparnasse a la burguesía uruguaya, que es la más idiota que yo conozco, donde teníamos que vestirnos siempre con una corbata azul y un traje gris, con gomina, cuando todavía usábamos pantalones cortos. Eso te da una manera de ver las cosas que es un poco particular a esa edad.
Es lo único extraño que tuve en mi infancia burguesa, porque finalmente fue una infancia muy burguesa. Creo que soy homosexual desde que tengo memoria, más o menos, sacando algunos periodos... Bueno, es un poco complicado, no se puede hablar de esto en un reportaje.
Aprendí francés cuando estaba en la escuela, a los doce o trece años. Mi lengua natal es el español pero lo perdí después de casi ocho años que casi no lo hablo. Escribo siempre en francés. El español argentino es una lengua que cambia todos los días, cambia constantemente. Si tuviera que traducir una de mis piezas escritas en francés al español argentino, me costaría, no sabría hacerlo, porque ya no conozco la lengua. Quiero decir, hay diferentes lenguas, que pertenecen a diferentes clases.
A los veintidós años, más o menos, pensé en pasar un año en París, cosa frecuente en los jóvenes sudamericanos que tienen veintidós años más o menos y a quienes los padres les pueden pasar doscientos dólares por mes. Después de un año en París mi papá me cortó los víveres porque quería que volviera y es así que empecé a vender mis dibujos en la calle. Los primeros los hacíamos con una especie de materia plástica, que se vende en Galerie Lafayette, plastilina maleable. Parecía como pintura al óleo, pero laqueada y sobre papel, era muy brillante y yo hacía un dibujo humorístico sirviéndome de este color, siempre había una parte del dibujo que era una mancha que representaba un árbol o una mariposa... Los vendíamos en el Pont des Arts en el verano de 1963 y los continué vendiendo, porque yo no tenía la intención de dibujar para los periódicos, de hecho, nunca mostré mis dibujos a un periódico, hasta un día que alguien me compró algo, era la mujer de Jean-Claude Fournet que estaba preparando la salida de Twenty, ella me llevó a ver a su marido y yo le mostré los dibujos que hacía y es así que comencé a dibujar en Twenty y después en Bizarre.
Eran más o menos los mismos personajes, muchas veces había una mujer, que no estaba siempre sentada, a veces estaba parada. Mi universo se desarrolló un poco más y al mismo tiempo se estableció una especie de técnica. Pero siempre fueron animales, las chicas y damas de una cierta edad.
El primer dibujo mío aparecido en Le Nouvel Observateur era el de una mujer parada, no me acuerdo para nada de eso. Olvidé muchos de mis dibujos, los olvido sistemáticamente. ¿Si encuentro mis dibujos graciosos? Mirá, no sé, yo puedo ver la reacción de algunos que los leen, mis amigos, pero nunca he visto al lector, esa abstracción, nunca lo he sorprendido riéndose a carcajadas en el metro mientras lee mis dibujos y ni siquiera he mirado. Nunca me ha pasado mirar a alguien que lee mis dibujos sin saber que yo lo estoy mirando, pero creo que eso no le ocurre a nadie.
A veces me han rechazado dibujos, creo que tres veces, en seis años. Me acuerdo una vez de uno, que era la Femme en una conversación con la luna. Yo quería hacerlo en una página y Serge me dijo que era malo. Era muy hermético, un poco surrealista si querés. La Femme hablaba con la luna y la chiquita le decía: “mirá como la luna se parece a tu prima Therese” y la Femme se ponía a hablar con la luna y decía “¿Cómo te sentís siendo luna?” No había ni siquiera una caída. Era un dibujo muy largo y no estaba en la idea que el público se hace de mí. Era un poco confuso. Creo que es la razón por la que Serge lo rechazó. Hace poco encontré ese viejo dibujo en un baúl y me di cuenta de que él tenía verdaderamente razón.
Después, no hace mucho, me rechazaron un dibujo pero yo insistí, y después de una discusión, pasó. No me acuerdo que hayan rechazado otros.
Tengo influencias surrealistas, como todo el mundo. Es imposible escaparme, y es muy, muy importante. Pero la gente que hace simplemente surrealismo no me interesa. Lo único que he hecho en el sentido del non-sens, si me atrevo a llamarlo así, es el libro en la editorial Tchou, que consistía en una especie de frases surrealistas, aunque creo que han envejecido mucho. Esas ilustraciones no tienen ninguna relación con el texto, es lo único que he hecho en el non-sens. Hacer non-sens hoy en día no tiene ningún sentido y a la vez es un lugar común. “La cerveza es mejor con azúcar porque la sal sube” no tiene ninguna fuerza. Lo tenía en un cierto momento, donde las cosas eran más estrictas, el lenguaje era mucho más estructurado, entonces era importante romperlo.
La primera vez que hubo una mujer sentada tenía el mismo ritmo, la misma técnica que hoy; quizás el dibujo era más torpe. Era en una revista argentina que hoy ha desaparecido, yo tenía 16, 17 años. La mujer sentada no es ni siquiera un personaje, es más bien un estado de ánimo, no es ni siquiera un estado de ánimo, más bien una manera de mirar las cosas. Es alguien que está sentado, es una mujer pero no tiene edad. Un día ella es marquesa, al día siguiente es una portera, al otro no es nadie, al otro es una vieja, al otro una abuela que tuvo 90 hijos y después es una católica virgen y después una puta. Ella ni siquiera tiene nombre; sí a veces tiene un nombre, pero lo olvido enseguida, y al otro día tiene otro. No es un personaje, no es la mujer de Bellus. El personaje, creo que ni yo lo conozco.
La gente que hace el mismo personaje durante años hace como una delimitación, por ejemplo Peatnuts: siempre el perro es un mitómano que no acepta su condición de perro, y es más inteligente que los otros niños alrededor de él. Tiene mucha más imaginación y piensa que en el interior de su caseta de perro hay un juego de billar, mesa de pool, cuadros de Goya, cosas así. Siempre en la burguesía, es un poco mitómano. La niña es una niña, quiero decir que es una caricatura de la dama americana matriarcal, siempre las reacciones son las mismas, entonces él piensa en chistes en el interior de eso. Cuando yo dibujo no invento un personaje. Lo que yo invento es una situación: hay un personaje simplemente porque es la manera más simple, la más inteligente de llevar lo más a fondo posible un espacio de 30 centímetros por 7. Utilizar al personaje para contar una historia que quizás es cercana a una cierta sensibilidad moderna como es la mía. Antes, al principio, los dibujos los separaba en cajas, y no estaba mal porque ahora nos hemos habituado a ver los espacios blancos entre cada dibujo, hace seis años era chocante, la gente se había acostumbrado a ver cada dibujo en una caja y no sabía cómo leerlo.
Entonces hay un personaje sentado, hay una persona que entra, que se acerca mucho al cabaret por el espacio escénico, es limitado verdaderamente al espacio de una caja, porque es lo mínimo de espacio que un personaje puede tomar. Hay alguien que entra y que sale porque entrar y salir quiere decir algo; hay silencios que dicen ciertas cosas con ciertas expresiones. Ahora, por ejemplo, voy a hacer una historia que sigue durante muchos dibujos, encontré algo que me hace releer mucho, que tiene silencios que no terminan más. Es la historia de una mujer que se está casando: está la mujer y su hija le tiene la cola del vestido de novia, hay un pequeño pollo vestido con una especie de frack, un smoking, algo así, y un sombrero, y van a la iglesia y de repente la mujer se detiene y le pregunta a su hija ¿desenchufaste la plancha? Entonces ella dice “no” y la novia corre a la casa para ver si ella ha desenchufado la plancha y la casa se prendió fuego. Entonces la mujer le dice: “Esperá a que yo me case y te voy a dar una” y después continúan yendo a la iglesia, no llegan nunca a la iglesia y eso me divierte mucho y después la niña es tan distraída que le arranca la cola del vestido, nunca llegan a la iglesia. Pero es una idea que no puede hacerse en 15 dibujos ni en 20. Yo quisiera continuarla durante muchos números.
Pienso que sin duda me deben gustar los animales, sí. Me gustan los perros. Siempre he tenido perros en mi infancia, no muchos gatos. No hace mucho yo tenía un gato que me gustaba mucho, ahora está en Italia, pero no me gustan particularmente los animales, no soy alguien que adore los niños ni los animales, para nada. Pero me gustan mucho mis hermanos: tengo dos medio hermanos que tienen 9 años, uno de la parte de mi madre, y otro por mi padre. Me llevo muy bien con ellos, ellos me quieren mucho. Tengo buenos amigos que tienen 10 años y me llevo muy bien con ellos, hijos de amigos míos, quiero decir.
¿Misógino? Escuchame, me han preguntado seguido eso pero yo creo que no, personalmente creo que no soy misógino, porque no lo soy en la vida. Pero yo trato muy seguido temas misóginos porque la misoginia es una cosa que está presente, creo que la misoginia es algo tan enraizado en la moral de la gente que a veces yo me siento misógino, es cierto que hay muy pocos hombres en mis dibujos, yo no sé qué quiere decir eso, cualquier psicoanalista te lo podría decir mejor que yo, pero yo no creo que eso tenga una importancia enorme en mis elementos. La introspección no me interesa.
Yo nunca pensé en tener una tarjeta de prensa. Y nunca he hecho un dibujo sobre la actualidad. Cuando tomo la actualidad, siempre lo hago poniéndola un poco de lado. Por ejemplo, hace poco hice un dibujo, aburriéndome un poco, sobre la historia de una monja. La pequeña monja le dice a su madre: “Me han vendido a un convento en la India”. Y en eso trabajo con los lugares comunes, hay por ejemplo un lugar común según el cual todas las monjas son putas, entonces yo trabajé con eso porque está fresco en la imaginación de todo el mundo, pero tampoco hablaba de la actualidad exactamente. Eso es inevitable en un sentido, creo que es algo que está muy claro, no hago una crítica de la burguesía, hay simplemente ciertas cosas que me fascinan, de las cuales no puedo salir, y son ciertas relaciones entre la gente, es todo. Hago la misma cosa en el teatro. Que es un nivel burgués, es evidente, no es un arte subversivo ni revolucionario, quiero decir que no digo que los burgueses sean cerdos y que debemos matarlos, ¿entendés? Digo simplemente a un nivel burgués hay esto que es ridículo y esto que es idiota o esto que está muy bien, o hay esto que me cansa. Simplemente hago como una inspección de ciertas cosas, siempre en el interior de la burguesía porque ¿qué otro publico tendré yo, no?
En Mayo 68 no tiré adoquines, porque, en realidad, no soy lo suficientemente fuerte para eso, pero hice todas las manifestaciones y tengo que decir que nunca hice nada. Me acuerdo que en ese momento dibujaba para un diario, L’etrangé. Y que fui varias veces a verlos, para decirles: “Hago lo que ustedes quieran, pero yo no tengo la más mínima idea revolucionaria”. En Combat le dije lo mismo a Philippe Tesson: “Vengo a tal hora, vemos lo que pasó durante el día y encontramos un dibujo que sea efectivo, que sirva para algo”. Y así lo hice durante una semana: fui de un diario al otro y nunca encontré un dibujo, porque yo, personalmente, no podía encontrarlos, lo único que podía hacer era a partir de ideas de la gente de redacción. Yo podía hacer el dibujo y firmarlo, es todo. Y muchas veces pasó que nadie reconocía allí mi estilo. Evidentemente, yo no soy un revolucionario, lo único que hice durante la revolución fue tomar la bicicleta que me había prestado un amigo e ir de punta a punta de París, porque no había nafta, a una imprenta que imprimía afiches para un comité de la Sorbona, como tengo como un ojo, estoy habituado a ver, sé cómo tiene que ser un afiche, entonces hacía eso, es todo. Nunca adherí a ningún comité. A los artistas del Mayo Francés los encuentro bastante insoportables, muy confusos. Cuando pensamos en la palabra comprometido, burgueses como somos, cuando queremos nos sentimos comprometidos, nunca podemos estar seguros de no estar haciendo exactamente lo contrario de lo que queremos, muy seguido.
Hay reaccionarios de izquierda, sí, de la misma manera, que no hablan mejor de los reaccionarios de derecha, que de los anarquistas de derecha. De hecho, es más o menos lo mismo, es un problema que yo no planteo. Sí puedo plantearme los momentos duros para hacer política en América latina, lo que no puedo es plantearme el problema de ir a dibujar en un diario que sea más de izquierda o de derecha, y todo eso porque verdaderamente son todos exactamente lo mismo. Trabajo en un diario de izquierda porque es más inteligente que los otros y porque de todas maneras yo creo que mis dibujos son más de izquierda que de otra parte, digamos.
Hay algunos que detestan mis dibujos, evidentemente. Mi editor, Christian Bourgeos, le pidió a Michel Foucault un prólogo para uno de mis libros, él estuvo absolutamente hermético, dijo que no. A mí me dijo que preparaba algo pero por lo que entendí es un estudio sobre uno solo de mis dibujos. El público, de todas maneras, es una abstracción, porque por ejemplo vos podés decir que yo recibo muchas cartas de los lectores y poco después no recibo ni una. Una vez una mujer me escribió (y sumaba los dibujos para probarlo) que su nieta podía hacer lo mismo que yo. La gente que escribe a los diarios es un poco trastornada en un sentido u otro. Quiero decir que la gente que escribe a un diario no es el público, no es el lector, el lector son doscientas cincuenta mil personas y la persona que escribe, escribe siempre por razones personales, o te dice: Yo también escribo, como usted. O bien: Odio sus dibujos. Porque él no entiende, cuando se identifica no puede aceptarlo o bien porque es genial o porque le hace pensar en una vecina suya. El público es una abstracción, de la misma manera que hay algunos que pueden transformarse en muy amigos tuyos o gente que es muy inteligente que ama tus dibujos porque los entiende muy bien. Eso no es el público tampoco. El publico son las doscientas cincuenta mil personas que leen mis dibujos todas las semanas, trescientas mil o cuatrocientas mil, no sé cuánto. No podés sentirte cerca o lejos de la misma manera que en el teatro no te sentís cerca del público, para nada. Podés sentir que cierta escena funciona mejor o no, pero el público no existe. No sé qué es.
Yo, lo que hago es escribir teatro, hago sketchs de teatro dibujado, teatro de cabaret dibujado.
(1) Michel Cournot había publicado este dato en la edición del 29 de diciembre de Le Nouvel Observateur (N.d.T.).
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