SOY POSITIVO
› Por Pablo Pérez
Cada año en enero vengo a cuidar la casa de un amigo en Monte Grande. Pienso que la soledad me va a venir bien para terminar una novela que empecé a escribir hace muchos años. Este verano me di cuenta de que es una novela que no tiene remedio; o tal vez el que no tiene remedio soy yo. La sensación de soledad que me acompaña durante todo el año se agiganta en esta casa donde todo parecería ideal: un fondo con árboles, una pelopincho, aire puro y todo el día libre; momento y lugar adecuados para encontrar un compañero.
“Cuando me levanto temprano a la mañana, me tomo unos mates y riego las plantas” canta Celeste, pero en mi caso, apenas termino las dos tostadas con queso crema y el mate empieza a lavarse, una sensación de vértigo se apodera de mí, entonces me meto en la casa, enciendo la compu y me pierdo en el ciberespacio: reviso el correo electrónico donde no tengo más mensajes que el aviso de un vencimiento del online banking o las ofertas de Club Cupón que nunca uso. Entro en Facebook para ver si encuentro un “me gusta” en alguno en mis estados, fotos o comentarios y sonrío si aparece un mensaje de uno de esos amigos que no conozco, por más anodino que sea. Del Facebook paso a las páginas de contactos gays, una de ellas es Manhunt, donde abrí un perfil específico para cuando vengo a Monte Grande, en el que indico la locación correspondiente, partido de Esteban Echeverría. La única decisión importante que tomé este verano fue cambiar en el perfil mi “estatus de VIH”, donde en vez de la opción “preguntame”, puse “positivo”.
Ya en Manhunt, me pongo a mirar perfiles y al rato me encuentro ideando una loca estadística sobre el conurbano bonaerense: está lleno de perfiles de Hurlingham, Morón, Vicente López, Temperley, Quilmes... En Esteban Echeverría hasta ahora encontré solo cinco. Cuando en mi “estatus de VIH” indicaba “preguntame”, de los cinco podían contestarme cuatro. Desde que puse “positivo” casi no recibí mensajes, excepto por uno de un chico de Quilmes que dice “yo también soy positivo”. Si contamos el tiempo de viaje de Quilmes a Monte Grande, aunque ambos partidos son de la zona sur, es casi lo mismo o más de lo que tardo en llegar a Constitución en tren, claro, son ramales diferentes, para venir desde Quilmes hay que hacer transbordo en Temperley. El mismo pibe de Quilmes al rato me envía una solicitud de amistad por Facebook. ¿Cómo me encontró? Soy un puto conocido, algunos dicen que famoso: son fanáticos de la película Un año sin amor y/o vieron mi cara en algún reportaje. En cualquiera de los casos me siento en desventaja: los que me contactan saben mucho sobre mí, yo muy poco sobre ellos. Una fama de morondanga, porque no implica dinero. Me acuerdo de un chiste que me contaba mi abuela gallega: Quevedo está cagando en el bosque y un paisano que pasaba por ahí lo ve y se pone a gritar: “¡Qué vedo! ¡Qué vedo!”. Y Quevedo se queja: “¡Hasta por el culo me conocen!”. Entonces me pongo paranoico, cambio las fotos de culo y pija por fotos más decentes. Y en este constante boludeo se me pasan los días.
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