El lugar: Zimbabue (donde desde 2006 se penaliza a personas del mismo sexo que se besen o vayan tomados de la mano en público). Los personajes: Robert Mugabe, actual presidente de Zimbabue y la política Lillian Kirenyi, del opositor Partido por un Cambio Democrático. El desafío: determinar quién es el bueno y quién es el malo en la siguiente historia, sin utilizar ninguna tecnología sofisticada para medir la homofobia ni nada.

• El primer ministro de Zimbabue mostró su disposición en octubre pasado para trabajar a favor de los derechos humanos de la comunidad LGTB y aseguró que tiene la intención de incluir dichos derechos en la nueva Constitución que se está redactando en la región (esto parece bueno).

• Mucho más a su izquierda, el Partido por un Cambio Democrático, en la actual campaña electoral, ha prometido cambios más concretos y ha acusado al partido del presidente por conservador (esto también parece bueno).

• Como típico juego de campaña electoral, el partido en el poder deja entrever para su electorado pacato y conservador que las propuestas de la oposición son demasiado liberales respecto de la diversidad sexual. De hecho Mugabe ha declarado que “encuentro exageradamente asquerosas, inmorales y repulsivas esas organizaciones homosexuales que atentan contra la ley natural” (esto no se ve tan bueno.)

• Entonces, la política opositora Lillian Kirenyi, en pleno acto de campaña, dijo lo siguiente: “Ellos nos atacan por apoyar a los homosexuales, pero el presidente Mugabe ya ha tenido sexo con su ex ministro de Información y con el primer presidente de Zimbabue” (¿Bueno o malo? ¡Ay! ¡No nos ayudes tanto, Lillian!).

• Entonces el presidente de Zimbabue ordenó inmediatamente la detención de su opositora por “difamaciones” contra su persona y por “socavar la autoridad del presidente”. (¡Ay! Menos mal que hay tanta facilidad para mandar gente a la cárcel en Zimbabue, si siguen así pronto homofóbicos y homosexuales van a estar todos adentro. ¿Bueno o malo?).