Vie 03.02.2012
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A LA VISTA

La decisión de Cynthia

Se lo dijo al New York Times y levantó polvo allí donde sólo había que soplar un poco: “Yo elegí ser gay”, le dijo Cynthia Nixon (la abogada de Sex and the City, tal vez el personaje más parecido a alguien de carne y hueso de aquel cuarteto glam) a la revista del diario más famoso del mundo. La postura implícita en la declaración sugiere que se elige la orientación sexual, así como se decide ser lesbiana, se puede decidir dejar de serlo, dando tela para cortar al ejército de organizaciones, líderes políticos que prometen curar la homosexualidad como se cura un resfrío. Wayne Besen, activista de Truth Wins Out, una ONG que se encarga de detectar y denunciar programas que prometen curar la homosexualidad puso el grito en el arco iris. Tildó a Nixon de frívola e irresponsable: “No midió las consecuencias de sus dichos, que pueden ser utilizados cuando un chico o chica salga del closet y sus papás pretendan que vaya a uno de esos campamentos para borrar su homosexualidad. Mientras tanto, Nixon va a estar tomando un martini en una fiesta”, dijo desde su página web. Pero lo de Nixon no fue tan espontáneo como sugiere el rótulo de “irresponsable” que le adjudica Besen. Tal vez sus palabras problematizaron públicamente por primera vez la dificultad a la hora de definir qué se juega en la orientación sexual de una persona, que no necesariamente es igual a todas las personas. Cuando las aguas de la militancia están tan agitadas por la obtención de derechos es difícil hacer estos planteos, pero evidentemente ha llegado la hora de prestarles atención. ¿Cuánto peso tiene la cultura en la historia personal de cada uno? ¿Cuál es la relación entre biología y medio ambiente? Tantos afirman que saben desde que tienen uso de razón que se sienten atraídos por personas del mismo sexo como tantos que lo relatan con el peso de la culpa, a través de los años, un descubrimiento, una puerta que se abrió para no cerrarse, algo que estaba ahí pero que habían decidido no ver por miedo, o con la naturalidad de Nixon, el poder del amor, que un día dirigió su flecha a un hombre y años después a una mujer. ¿Podría Nixon volver a enamorarse de un hombre? ¿Hubiera dejado todo por su actual mujer si ella hubiera sido de sexo masculino? Son preguntas sin respuesta y ella misma se encoge de hombros cuando se las hacen.

En otra entrevista para el Daily Beast, Nixon contó que estuvo casada durante 15 años con un profesor de literatura, tuvieron dos hijos y en 2004 ella decidió separarse y empezar una nueva vida con la activista Christine Marinoni. El Beast, como lo llaman en Estados Unidos, la llevó entonces a aclarar que lo suyo era bisexualidad en todo caso, ya que incluso en entrevistas anteriores había puesto el acento en sentirse la misma persona la que eligió a su primer marido y la que quince años después se enamoró de una mujer. Tanto se revolotearon las aguas activistas que pocos días después del artículo del Times, la actriz salió a aclarar sus palabras en un comunicado que publicó The Advocate. Allí dijo que ser bisexual no es una elección, pero que esa presión por ponerse un rótulo es algo que le pesa particularmente, algo de lo que siente que debería librarse la comunidad Glttbi: “No me importa si llegamos a esto nadando o volando sino que estamos aquí y somos un colectivo y es necesario dejar de hacer pruebas para saber quién es considerado gay y quién no”.

Del otro lado, algunos celebran el comentario de Nixon porque atacaría la teoría del gen gay que la Asociación Psicológica Americana había afirmado en 1998 y que hoy tiene resabios indeseables, como la posibilidad de modificarlo en laboratorio.

En una y en otra entrevista, Nixon trató de aclararse en su plano personal y subrayó: “Para mí es una elección”. Si bien poner el peso en la fuerza de la elección, una palabra de uso común que invita a pensar en un plato de restaurante, parece un poco liviano. ¿No cabe pensar en que hay otras opciones en que algo tan complejo como la sexualidad se define? ¿Y qué pasa si esa definición es temporaria? ¿Se es menos gay o lesbiana por asumir que las dos identidades han tenido un peso en la propia vida? ¿Debe privarse alguien del activismo por eso? En la lucha por los derechos civiles del colectivo Glttbi, ¿no hay espacio ya para la reflexión que supone que la sexualidad debería ser un acto de libertad, tal y como lo sugiere la misma militancia en otros planos de lucha? Se esperan respuestas.

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