SOY POSITIVO
Tenía 23 años cuando llegué a París, en septiembre de 1989. Un año antes, al poco tiempo de la aparición del sida, con una amiga habíamos ido a la Academia Nacional de Medicina a testearnos. Tanto ella como yo (y como la mayoría de nuestras amistades) habíamos tenido más de un partenaire sexual con quien habíamos tenido sexo sin protección varias veces. Unos meses antes de viajar a París fui a buscar el resultado de mi test y, para mi sorpresa, no estaba. Mi sangre estaba congelada, esperando a que yo pagara el importe correspondiente para que la sometieran a los reactivos. No lo pude pagar, nunca supe si era positivo o no.
En la Ciudad Luz descubrí el circuito de back-rooms, que acá solemos llamar dark-rooms, los dos nombres están bien: son oscuros y están al fondo, tanto en los bares gays que abrían desde el mediodía como en las discos. Si sumábamos los saunas, abiertos desde la mañana temprano, uno podía hacer un circuito sexual de 24 horas. Yo era muy chico, andaba alzado todo el día, a veces usaba preservativos y a veces no, empecé a usarlos siempre desde que tomé conciencia gracias a mi amigo Lionel, a quien conocí en un bar en 1991. La denominación “bareback” todavía no existía, surgió tras la aparición de los cócteles de tres drogas que fueron un hito en historia de la medicina y en particular del sida, porque desde entonces el VIH pasaba a ser una infección crónica que con el tratamiento adecuado dejaba de ser mortal. Confiados en los nuevos tratamientos, en California algunos homosexuales empezaron, como festejo y como actitud política, a tener sexo sin preservativo. El escándalo se desató tras la aparición mediática del escritor Guillaume Dustan, luego de la publicación de sus tres novelas que él denominó “autopornographiques”. Frente a las cámaras de televisión, Dustan pregonaba la práctica consensuada de sexo sin preservativo, lo que fue repudiado por el grupo Act-Up de París, encabezado por el periodista y activista Didier Lestrade.
En la Argentina, aumentan los perfiles de hombres que practican sólo bareback. Los paso de largo. El dilema es que varios de mis amigos sexuales también se sumaron a esta movida y cuando les pregunto por qué, algunos me contestan: “¿Qué más me puedo agarrar?”. Hace unos días me encontré con uno de ellos en el chat y le pregunté si no tenía miedo de agarrarse la hepatitis B o la C, a lo que me contestó que se dio la vacuna combinada hace diez años y hacía poco, el refuerzo. “La vacuna contra la hepatitis C no existe —le digo después de corroborar el dato en Internet—. ¿Sabías que la hepatitis C en la actualidad provoca más muertes que el VIH?”
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