ARTE
Hoy es el último día para ver Cajas luminosas, la muestra del artista José Cuneo, un paseo donde cada obra se transforma en un pequeño mundo patriótico y casi perfecto.
› Por Ariel Alvarez
Desde 1986, José Cuneo vive en París. Y desde allí los personajes de sus historietas comenzaron a habitar las páginas de las revistas Pif Gadget y Gai Peid, mostrando las venturas y desventuras de la vida gay: dark-rooms, cuero, yiro, bares, saunas y todo el alocado mundo homosexual de París. Y luego de mucho transitar como artista, con una obra por demás interesante y directa, llegamos a este presente mágico y misterioso: cajas de diferentes tamaños que en su interior muestran escenas tridimensionales, iluminadas desde adentro y que sin darnos cuenta se transforman ante nuestros ojos en ventanas poéticas.
El viaje comienza en una calle de La Boca, con sus casas de chapa. En una esquina, la Coca Sarli (o por lo menos se parece) pasea sus tetas hechas de algodón, mientras por detrás una pareja baila un tango: ella, travesti, quedó inmortalizada en el momento en el que pierde la peluca en un giro. Se pueden ver los afiches de las películas Fuego y guacho en la pared de una casa y nos metemos por la ventana; adentro, una morocha argentina se maquilla frente al espejo “para su dueño” (como dice el tango), rodeada de fotos de Troilo y Nélida Lobato entre otras estrellas míticas. Mientras, en la vereda, un malevo hace un paso de baile con un marinero.
La escena siguiente muestra a un guapo del 900 gay que se apoya a fumar tranquilo en un farolito. Desde el segundo piso de una casa multicolor, la Tota y la Porota seguro chusmean por su atrevimiento. En la calle, un niño de Boca (quizás el Diego) hace travesuras con un perro, mientras en una habitación otra morocha-Sarli nos deja ver cómo baila sola rodeada de fotos de “hombres de verdad”: Ringo Bonavena y Nicolino Locche.
En la obra El ultimo subte viajamos en un misterioso vagón de la línea A. Y seguimos en Colectivo argentino: un bondi de esos de antes, lleno de espejitos y firuletes y palanca de cambio forrada de peluche y un montón de chirimbolos más. Las fotos de Gardel, Evita y el Diego (las colgó el chofer) miran a los pasajeros que nos fabulan miles de historias en una noche por demás porteña.
Y el tiempo vuela, pero vuela hacia atrás, y entramos a una “Tertulia” del siglo XIX donde damas de miriñaque y peinetón bailan con sus galanes entretenidas sin darse cuenta de que alguien guarda un secreto: por detrás vemos a un hombre de bigote y galera que se ha puesto su vestido con armazón lleno de lentejuelas rojas.
Y llega la revolución, en todo sentido. En Bicentenario, el pueblo que rodea al Cabildo parece querer, en realidad, mostrar de qué se trata; y hay cacerolazos, bombos peronistas, Cristina (o una dama que se le parece) y una mariquita, pero no la Sánchez de Thompson: una que con una vincha con los colores de la bandera usa un chaquetín rojo punzó, sólo el chaquetín. La Coca Sarli convida empanadas a las señoras y compite con el puesto de choripanes.
Un total de trece cajas-ventanas completan la muestra. José Cuneo nos invita con este viaje, divertido y melancólico a la vez, a espiar por ellas a sus personajes para dejar correr nuestras mentes (que no se detienen tan sólo con lo que ven) y descubrir sus historias y las nuestras también. l
Cajas luminosas se puede ver hoy hasta las 19 en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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