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No todas son rosas en el Rosedal
› Por Juan Tauil
El gran dilema sobre dónde debe estar o no estar la zona roja es de larga data. Pero lo más cercano en el tiempo es aquella resolución Nº 38 (2007) que declaró al Rosedal como “espacio no autorizado para la oferta y demanda de servicios sexuales”. La amenaza que las chicas travestis le hicieran en su momento a Telerman de tomar la plaza como espacio de trabajo hasta que se derogue la medida, fue el preludio de varias negociaciones entre ATTA –Asociación de Travestis y Transexuales de la Argentina– y el Gobierno de la Ciudad, con el apoyo de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt). “Lo que las chicas vienen negociando –y nosotrxs acompañamos– son las condiciones del lugar donde puedan ejercer la prostitución de una forma segura e higiénica, con baños químicos, cestos de basura, mejoras en la iluminación y un sistema de seguridad propio, donde las intervenciones de la Policía Federal sean demandadas por ellas mismas si fuera necesario”, cuenta María Raschid, presidenta de la Falgbt.
Carolina, de 18 años, vino de Jujuy, es travesti y vive en el Gondolín. Bellísima y niña, se la puede ver parada con poca ropa en la plazoleta Florencio Sánchez –pegadita al exclusivo Lawn Tennis Club y al borde del lago de Regatas–, cerca del puesto de panchos. “Esta zona, por lo menos ésta que elegí yo, es tranquila y tiene algo de luz. Acá vienen los mismos que iban para el Rosedal y también muchos mirones, parejas... gente que pasa y sigue de largo”, explica mientras un grupo de muchachos se sacan fotos con las chicas, que son una atracción con sus cuerpos vedettísimos.
¿Y la policía? Bien, gracias. Las fuerzas del orden que se encargaron eficientemente de sacarlas de la zona más cara de la ciudad, ahora patrullan la zona de vez en cuando.
“Acá muchas chicas están conformes, porque en el Rosedal estábamos siempre con la amenaza de ser echadas y sin tener adónde ir”, cuenta Zamira, de ATTA. “El problema más grande de esta zona –la que nos trajeron para ocultarnos– es que está alejada de todo. Si llueve, por ejemplo, no tenemos dónde refugiarnos. Vamos a tener que meternos en el Lawn Tennis o en el Club Amigos, que de última están usurpando un espacio público que es de todos”, contesta Zamira a quienes amenazan con echarlas también de este nuevo sector.
“En esta inmensidad hay tres baños públicos solamente y es todo mentira que hay más iluminación y seguridad”, cuenta Mora, una crossdresser de 26 años que antes paraba en Agronomía –“arreglada con la cana”– y ahora trabaja en la nueva zona roja, donde tiene que cruzarse todo el bosque para ir al baño.
Políticas públicas y no “decoro” escondiendo realidades debajo de la alfombra; voluntad política para terminar con la exclusión de las chicas trans y no prostitución “puertas adentro” que propician desde el Gobierno de la Ciudad, que termina siendo el caldo de cultivo para el proxenetismo y la trata de personas.
Como siempre dice Lohana Berkins, “las travestis no venimos de travestilandia”, algo que tendría que aprender nuestro jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien se hizo una pregunta ante los medios: “¿Qué quieren, que los pongamos en un platillo volador que los lleve y los traiga?”.
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