LUX VA AL VATICANO
Para cumplir una promesa, Lux encara hacia la Santa Sede. Allí se emboba mirando las magnificencias de la basílica, es flechadx por un custodio papal y descubre la veta queer de algunos párrocos.
El Señor está bien custodiado y nuestrx cronista, como es habitual, baja la guardia y a toda la guardia suiza del Vaticano. Cara Carla, nunca digas nunca. Que alguien me diga por qué no puede Lux pasar así de pronto de la lujuria eterna a la eterna luz de Cristo, aunque esa eternidad dure un rato de turismo. Mirá si no al picaflor de Gianni Vattimo, que por muy filósofo, homosexual y exactivista el hombre no deja sin embargo de hincarle el diente al Evangelio, por no hablar de tanto rapaz suelto que hace de la hostia el último cuento del tío. Lo mío, al lado de eso, es puro amateurismo.
Sisisí, amiga mía. Te escribo desde un cíber de Roma, fuera de mí después de visitar las magnificencias de la Basílica de San Pedro, pero más afuera que nunca por efecto de un chongo de la Guardia Suiza, que vestido como en la Verona de Romeo y Julieta (hay que ser chongo para no quedar como una pava real en semejante atuendo), lanza en mano jugueteaba con su bulto, que se adivinaba grueso bajo unas volutas coloridas, una especie de babucha o lámpara china, mientras yo pasaba por los detectores de la seguridad. Una mariquita uniformada me hizo pasar cinco veces porque sonaba no sé qué metal; para mí que era el corazón que me latía fuerte por las manualidades del guardia suizo. La mariquita detecta-peligros me exigió que me tapase, le pregunté qué cosa quería que me tapara, y no supo decirlo claramente, pero supuse que se trataba de la musculosa. Esta gente cree que el manto de la represión puede cubrir el cuerpo de unx Lux en pleno éxtasis que es el cuerpo mismo de Eros, y cuantas más telas le echa más lo desviste. Con un pañuelo verde feminista sobre la musculosa negra (el color negro me parecía apropiado para la Iglesia) despertaba más todavía la inquietud del custodio papal, que creo que de tanto estirarse el calzón para marcarse más el paquete terminó arruinándose el modelito con el consabido manchón de la lascivia.
Debo decirte, cara, que ese viaje piadoso me lo impuso mi hermana Constanza, que vive en Milán, que desde que hizo el curso destinado a los padres para poder bautizar a su hija tiene visiones premonitorias: la última era Lux camino a la fe que ascendía las escalinatas de San Pedro. Hace tiempo que estoy recomponiendo relaciones con ella, de modo que preferí confirmarle la profecía y saqué pasaje a Roma, donde me hice fotografiar subiendo de rodillas las escaleras. Sólo yo sé, Carlina, lo que me cuesta la bondad, porque sabrás que la turrada se me da mejor y además es mucho más sexy. En fin, que lo del numerito en el Vaticano fue el epílogo de una saga mayor, un peregrinar de templo en templo, primero para cumplir con otro pedido de la pesada de mi hermana, que era salirle de p(m)adrinx de bautismo a la pequeña Valentina. Yo no entiendo qué se le ha dado a esa chica... si es sangre de mi sangre debiera sentirse más a gusto echándole tintura roja en la cabeza a su criatura que bañarla en agua bendita. Pero lo que no decide la razón lo cumple el inconsciente, amiga mía. Cuando iba a firmar el registro bautismal, tropecé con el escalón del altar y me agarré de la sotana del cura, que echó una maldición cuando se dio cuenta de que se la había roto. Sospecho que debajo llevaba medias de red. Para mí que me caí por culpa del jet lag o el jet set, como decís vos. O quizá de puro Linda Blair de paseo por la iglesia... Ma fanculo.
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